Blas Eloy Martínez es cineasta y licenciado en Ciencias Políticas, pero más importante que eso, fue oficial notificador del Poder Judicial durante 9 años. De esa experiencia propia, es que se desprende el guión de “El notificador”. Qué tarea hacía él y que hace su personaje ficcional en esta película? Entregar papeles importantes, que de alguna manera, influenciaban la vida de la gente: una sucesión, una demanda laboral, un desalojo, etc… Aquí tendremos su mirada curiosa sobre las emociones y expectativas en juego en el desempeño de la tarea, de una manera, cuando menos, destacable.
Martínez logra, de alguna manera, instalarnos en la vida de un notificador y su circunstancia. Es decir, nos hace acompañarlo en su tarea, ponernos en sus zapatos y percibir los espacios que transita. Ese viaje, cargado de sensaciones encontradas, está encarado por quien lleva las riendas del asunto a nivel interpretativo: Eloy (Ignacio Toselli, visto en “Buena Vista Delivery”, para los que la recuerden), un actor al que hay que prestar atención, definitivamente.
La cinta presenta el recorrido que ofrece este mensajero (con secuencias que llaman la atención por la delicadeza con las que fueron logradas) y su relación con un compañero nuevo, Pablo (Ignacio Rogers). Los tópicos giran en torno a la tristeza cansina que produce ver a la gente sola, la importancia estratégica del trabajo y la inseguridad que genera la incorporación de alguien nuevo a la rutina.
“El notificador” nos presenta la posibilidad de pensar, la vida del personaje central, como caso testigo de la fatiga crónica que nos producen algunas tareas que realizamos en la vida, y de la que desconocemos su alcance real en nuestra psiquis. El relato es correcto, quizás con poco relieve (para mi gusto) pero todo el tiempo se ve cual es la intención del director.
Si siento que no es un tema para empatizar fácilmente. Si no conectás con la propuesta de inmediato, en los primeros fotogramas, el film se te hace cuesta arriba. No se porqué lo sentí Kaftiano (esa cosa de opresión burocrática se siente en el cuerpo), de alguna manera, y lo disfruté, a pesar de sentir que quizás un grado mayor de profundidad y delirio le habría venido genial a la idea que trae. Va en gustos. Más allá de eso, Martínez hace un intento honesto por mostrar un tema que lo atraviesa y graficar un mundo laboral (o mejor dicho, un recorte), al que muchos no tenemos acceso y tiene su interés, sin dudas. Aprueba, pero ir a sala teniendo clara la sinopsis. Ayuda en la elección y hace a la película disfrutable.