El cine de Israel Adrián Caetano es el de los marginales. Personajes que, por un motivo u otro, viven en la periferia del sistema, rodeados de mugre (literal y metafórica), pero siempre dispuestos a sobrevivir. A veces son antihéroes, a veces son demasiado oscuros para llegar incluso a esa categoría, pero cada uno, a su modo, se las arregla para dar pelea. Un punto en común con la obra de John Carpenter, a quien considera su director favorito.
A partir de la novela Bajo este Sol Tremendo, de Carlos Busqued, ahora presenta El Otro Hermano (2017), que también se corresponde con sus preocupaciones.
Cetarti (Daniel Hendler), un ex empleado público, llega a Lapachito, un poblado perdido del Chaco, para reconocer los cadáveres de su madre y su hermano, asesinados de manera salvaje. Allí conocerá a Duarte (Leonardo Sbaraglia), otrora militar y hoy hombre cercano del asesino (que, al parecer, se suicidó luego de cometer la masacre). Un individuo que lo adentrará en una serie de trampas con el fin de sacar más rédito del seguro de vida. Mientras Cetarti indaga en las cosas de su madre, se dedica a fumar marihuana y palpita un viaje a Brasil, se descubrirá que Duarte es mucho más que un aprovechador desagradable: suele secuestrar y torturar para pedir rescates, y su ambición lo lleva a tramar planes más escabrosos, que desde el principio involucran a Cetarti.
Así como en otras oportunidad aparecen influencias de Carpenter, aquí el ambiente rural, con lugareños de dudosas intenciones, estallidos de violencia extrema y humor desalmado, remiten a los hermanos Coen de Simplemente Sangre (Blood Simple, 1985), Fargo (1996) y Sin Lugar para los Débiles (No Country for Old Men, 2006). Un film noir con elementos de western, donde la supervivencia casi siempre implica revelar lo más tenebroso de uno mismo. El hecho de poder relacionarla con aquellos films no quita que la película de Caetano tenga una personalidad propia, sin homenajes calculados ni florituras; un relato seco y directo, como la historia que cuenta. Incluso, de manera sutil, entre líneas, hace referencia al pasado nefasto del país, un pasado que no desapareció del todo.
Daniel Hendler está exacto en su rol; su eterna apatía le suma a la caracterización de Cetarti, ya que nunca sabemos qué pasa de verdad por su cabeza. No menos destacable es la labor de Ángela Molina, Pablo Cedrón, Alian Devetac y Alejandra Flechner. Pero quien se apodera de sus escenas y de toda la película es Leonardo Sbaraglia. Si bien tiene antecedentes en roles al límite de la cordura, aquí compone a un ser vil, perverso, implacable, un pantano de la condición humana. Más que un superviviente, un amor y señor de la podredumbre. Y aun cuando el personaje tiene acento y determinada cadencia del interior, Sbaraglia evita los estereotipos y las caricaturas. Duarte es inquietante y perturbador porque se siente real.
El Otro Hermano no le da tregua al espectador y le recuerda por qué Israel Adrián Caetano es uno de los cineastas más duros, audaces y cinematográficos de la Argentina.