La construcción de la identidad
Durante la guerra del Golfo dos niños nacen en un hospital de Haifa. Yacine (Mehdi Dehbi) un bebé palestino y Joseph (Jules Sitruk) un bebé israelí. El Hospital debe ser evacuado de emergencia y los niños son llevados a un refugio, al otro día son intercambiados por error, y ambas familias descubren esto 18 años después.
La noticia no podría ser mas desconcertante y dolorosa, han criado al hijo de otro y no conocen las caras de sus propios hijos.
Las familias toman la decisión de contárselo a los chicos, y de reunirse para que se conozcan. A partir de ahí ambos construyen una relación, primero desde la curiosidad, y luego desde el afecto.
La película relata la búsqueda que ambos jóvenes deben hacer de su nueva identidad, explorando la vida y la realidad del otro, para saber como serían si fueran quienes estaban destinados a ser.
Provenientes de culturas que le dan demasiada importancia a la sangre, al vientre materno y a los antepasados, ¿cómo saber quienes son cuando ya no tienen nada de todo eso? La realidad los obliga a replantearse de donde proviene la identidad, como nos convertimos en quienes somos, que tanto peso tiene realmente lo congénito y hasta donde somos realmente libres de elegir nuestro destino.
Con un marco complicado de fondo, ya que no podrían pertenecer a culturas más diferentes y complicadas, a Yacine se le abren esas fronteras donde los militares lo revisan cada vez que quiere pasar, mientras que a Joseph se le cierran; consecuentemente, sus familias no pueden evitar ventilar ciertos rencores cada vez que se reúnen.
Con grandes actuaciones, sin golpes bajos, y con una mirada sensible al respecto, la película reflecciona sobre la identidad -que finalmente son las experiencias que hemos vivido-, los sentimientos, y las ideologías que adquirimos, y no las que heredamos.