Un cambio de perspectiva.
A decir verdad la nueva película de Olivier Assayas parecía no estar destinada a alimentar demasiadas esperanzas, o por lo menos no de las positivas, y esto principalmente por dos razones: en primera instancia está el devenir errático del mismo realizador (quien continúa preso de un ciclo laboral que suele responder al encadenamiento de un film desastroso, otro mediocre y uno interesante), y luego tenemos un elenco muy heterogéneo que a priori abría un interrogante sobre los resultados finales (Juliette Binoche, Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz son las protagonistas excluyentes del convite). Por suerte de este mejunje surge un producto relativamente ameno que si bien obedece a la lógica arty típica del francés, no se toma tan en serio a sí mismo y relaja ese pulso entre preciosista y ensoñado.
Con resonancias lejanas de propuestas de meditación intra industria como La Malvada (All About Eve, 1950) o El Ocaso de una Vida (Sunset Boulevard, 1950), y de clásicos del séptimo arte acerca del paso del tiempo como Cuando Huye el Día (Smultronstället, 1957), El Otro Lado del Éxito (Clouds of Sils Maria, 2014) conjuga una dialéctica de espejos invertidos en torno al eje “realidad/ ficción” desde una multiplicidad de perspectivas que abarcan la estupidez del Hollywood actual, el periodismo basura que rodea a las estrellas, la hipocresía de muchos integrantes del ámbito artístico, el rol de las cinematográficas periféricas -en especial, la europea- en esta mélange y finalmente los cuestionamientos profesionales, éticos y humanos vinculados a los límites entre la carrera y la esfera privada.
La trama comienza con Maria Enders (Binoche), una afamada actriz con unos cuantos años a cuestas, en pleno viaje junto a su asistente Valentine (Stewart) para aceptar un premio en nombre de su mentor Wilhelm Melchior, un dramaturgo que décadas atrás la ayudó a impulsar su carrera al darle uno de los papeles centrales de La Serpiente de Maloja, sobre la atracción y el juego de influencias entre una mujer mayor y una jovencita. Rápidamente se entera de la muerte repentina de Melchior y recibe un ofrecimiento por parte de un director de renombre para volver a protagonizar la obra, pero interpretando a la señora en vez de a la adolescente. La respuesta afirmativa de Maria generará una crisis de mediana edad y la obligará a ensayar con Valentine, así de a poco irá surgiendo una extraña tensión lésbica.
A pesar de que Binoche y Moretz están perfectas en sus respectivos roles, ésta última como la contrafigura de Maria en la nueva adaptación, aquí la que se roba la función es Stewart, cuya naturalidad y encanto constituyen el verdadero corazón del relato y la alejan del modelo de “damisela sufriente” que patentó en la saga Crepúsculo (Twilight). Hoy las dispersiones narrativas habituales de Assayas le juegan a favor y hasta permiten que la obra sostenga sus dardos -para con la patética moda de los films de superhéroes de Hollywood- mediante un desarrollo dinámico y en ocasiones hilarante. Lamentablemente la falta de profundidad de algunas escenas y un epílogo innecesario conspiran para que el opus supere en serio el promedio cualitativo de tantas reflexiones metacinematográficas similares…