No soy la persona indicada para ver terror. La música, el silencio, los planos cortos, los largos, cualquier cosa me pone los pelos de punta. De verdad. Si tengo más datos que el personaje, me pongo nerviosa porque no se da cuenta, si tengo los mismos, me angustio porque creo que detrás de cada puerta, aparece el objeto maldito de mis terrores.
Algo que siempre me llama la atención de este género es que es el más bastardeado, con absolutamente todas las fórmulas aplicadas exactamente como uno espera que se apliquen, pero siempre funcionan. Que cuando salgas de la película te consueles a vos mismo diciendo “que te asustaste por una pavada” es anecdótico: durante el desarrollo, tenés el corazón en la mano.
De todas estas fórmulas acá encontramos una de las más típicas: una chica atravesando el duelo de haber perdido a su madre en una casa vieja y tétrica a más no poder. Si empezás a ver este largometraje sin saber de qué va ya por el simple hecho de ver todos los crucifijos posibles, los travellings en cámara subjetiva o predatorios mientras seguís la nuca del personaje, ya sabés dónde estás.
Annie, así, está atrapada en la casa de su infancia, donde una presencia parece destinada a atormentarla y ella necesita reconciliarse con esa parte de su vida. Claro que para estas persecuciones, las mujeres son más intuitivas e inteligentes que los hombres, generalmente están ligeras de ropa y saben a quién pedir ayuda. Donde el hombre toma las riendas, ella va con una ocultista. Lo de siempre.
El instinto de protección se termina de cerrar con el hecho de que una niña fue abandonada ahí donde ella sintió que la crueldad de su madre la abandonó en un primer momento y los secretos de familia que uno no siempre quiere develar. Con colores apagados y en una paleta grisácea, cada vez que ella vea, no sabe si no es vista y cada pista que se revela, tiene su peso.
Un gran uso de la música (absolutamente clave en este género, si se me permite decirlo) crea situaciones donde quizás los efectos no terminan de ayudar. Muchas veces pienso que dejar el espacio a la imaginación puede ser mucho más interesante que ver a los personajes sometidos en una forma que apela a lo sobrenatural pero termina siendo el primer espacio de falta de verosimilitud para el espectador.
No por sobrenatural uno se la tiene que pasar desafiando la gravedad. Nicholas McCarthy, director y autor del guión, nos lleva así a la adaptación de su corto en forma de largo y esos pasillos nos hacen pensar que la curiosidad mató al gato, pero a lo mejor valió la pena ser sabio. Película efectista, pero si te gusta el género (y sos impresionable como yo), mal no la vas a pasar.