Mande, patrón
La historia comienza en Tribunales, donde un joven abogado llamado Marcelo Digiovanni (Guillermo Pfening) acepta hacerle un favor a la secretaria de un juzgado, a cambio de que esta le adelante algunos papeles en un caso importante. El favor en cuestión se trata de defender a un joven santiagueño llamado Hermógenes Saldivar (Joaquín Furriel) quien está detenido por un asesinato, y cuyo defensor oficial ni siquiera se molestó en presentarse a la audiencia, dejando al joven completamente indefenso ante un sistema judicial burocrático, listo para comérselo vivo.
Aunque al principio el abogado toma el caso por obligación, a medida que se interioriza sobre lo que ha sucedido se involucra cada vez en la historia de este joven humilde, analfabeto, que siente una enorme culpa por lo que ha hecho, y que pide para si mismo prisión perpetua.
Lo que Digiovanni descubre es que Hermógenes trabajaba en una carnicería en condiciones de esclavitud, a las órdenes de un patrón abusivo y violento. Vivía con su esposa en la misma carnicería donde trabajaba, en condiciones muy precarias, sin sueldo ni horarios fijos, y su esposa además trabajaba en la casa del patrón, sin remuneración alguna.
La película retrata con una enorme crudeza y realismo la relación patrón-peón, dominante y dominado. Luis Ziembrowski interpreta brillantemente a un hombre corrupto, abusivo, que maltrata a su empleado, porque sabe que se siente menos, por ser analfabeto, por ser pobre, que solo agacha la cabeza y acepta lo que venga.
La historia tiene además un interesante trasfondo sobre el mundo de las carnicerías, donde se mueve el patrón, un pequeño empresario de la carne, con empleados en negro y locales que no deberían estar habilitados, pero cuyo negocio principal es comprar carne barata en mal estado y camuflarla para venderla junto con la buena. Los métodos que utilizan para "maquillar" la carne en mal estado incluyen lavandina y otros químicos; las imágenes que nos muestran logran que salgamos del cine convertidos en vegetarianos.
Digiovanni debe entonces tratar de hacerle entender a un fiscal mediocre y a jueces con poco sentido de la realidad, qué llevó a un hombre tranquilo, trabajador, sin antecedentes violentos, a cometer un asesinato.
La historia está basada en un caso real que el criminólogo Elías Neuman relato en su libro "El Patrón: Radiografía de un crimen". Por otro lado, esta es la primer película de Sebastián Schindel, quien tiene una larga trayectoria como documentalista, y ha construido una gran ficción, en la que se nota un gran trabajo de investigación sobre el entorno en el que se desarrolla la historia, y la situación de los protagonistas.
El realismo es algo que recorre toda la historia: los códigos y la jerga entre los carniceros, las locaciones, y actores secundarios que no parecen actores. Si bien la actuación de Ziembrowski es extraordinaria, Furriel no se queda atrás, sorprende con su transformación física (prótesis dental, lentes de contacto oscuros, etc) y su interpretación de un hombre al que se lo ve sometido hasta en los gestos y la mirada. Mónica Lairana también realiza una gran labor interpretando a su esposa, y la química entre la sometida pareja funciona muy bien, no tanto la de Pfening y su esposa, cuyas actuaciones resultan un tanto acartonadas.
Ante tanto realismo y crudeza, el final resulta demasiado fácil, como si hubiese sido necesario hacerlo accesible, para que la gente vaya al cine a pesar lo dramático de la historia. Sin embargo es un muy buen relato, que recorre el policial y el drama, tocando un tema actual del que poco se habla, como es el trabajo esclavo.