A diez años de la castigada versión de Tim Burton, los simios están de vuelta de la mano de Rupert Wyatt, que pretende desentenderse de esa entrega y de las anteriores al punto que acerca la película a una especia de Escape de Alcatraz (no es casual que la acción transcurra en San Francisco ni que Wyatt haya dirigido El escapista). Lo mejor de El planeta de los simios: (R)evolución se puede ver en la segunda mitad, cuando los monos empiezan a alzarse. Hasta ese momento, la película se abría a mil cuestiones que ya se notaba que nunca iba a poder cerrar y excedían el típico enfrentamiento entre la ética y el negocio dentro del ámbito de la investigación científica. Pero sobre el final los cuerpos le ganan a la cabeza (uno de esos tanto temas esbozados sin profundidad) y El planeta de los simios: (R)evolución consigue una de las secuencias más bellas e impactantes del año cuando los monos llegan al cada día más cinematográfico puente Golden Gate.