Éxito a cualquier precio
Hay una serie de despidos. Alguien alerta que algo anda mal. Un joven ejecutivo descubre una falla fundamental. Sus jefes quedan anonadados por la nueva situación: incertidumbre. De aquí en más, “crisis” será la palabra clave de El Precio de la Codicia (Margin Call, 2011), película que deambula entre el drama y el thriller teniendo a las personas como foco de atención.
24 horas de trabajo ante una crisis financiera de dimensiones inimaginables. La agonía allende a una derrota. Cae Wall Street en el 2008 y algunos tienen que vender aquello que los hizo ricos para, sí, aunque suene imposible, sobrevivir. La bolsa de valores es un lugar donde lo sucio y lo legal comparten espacio, se intersecan y hacen uno. Así, se descubre que una de las principales casas de bolsa cae en picada después de un seguimiento interno que salta a la luz. Cientos de empleados se ven afectados y los altos directivos, más dos jóvenes pujantes, deberán corregir el escenario en pocas horas, bajo el stress de hacer o no lo correcto.
El Precio de la Codiciarecuerda, bajo alguna forma, a guiones como el de David Mamet y aquella gloriosa película de James Foley llamada El Precio de la Ambición (1992), o al de Wall Street (1997), bajo dirección de Oliver Stone, ya que ocupa su intensidad en mostrar, casi en tiempo real, conflictos laborales sujetos en contextos poco favorables.
Sin pecar de catequista ni cayendo en moralinas que podrían resultar fáciles de emplear, El Precio de la Codicia, que nunca toca el tema desde el señalamiento netamente capitalista, se sostiene en intervenir la realidad, demostrando que, en ciertos casos, no hay buenos ni malos sino distintas posiciones ante los mismos hechos. Su principal propósito es elaborar un “espíritu empresarial” y despertar, pese a que el cuento entromete al nunca bien ponderado “Capital”, una cierta nobleza, esa humanidad presente delante –o detrás, o de costado- del vil metal.
Cierto es que El Precio de la Codicia tiene un elenco de lujo –están los experimentados: Kevin Spacey, Paul Bettany, Jeremy Irons, Demi Moore y Stanley Tucci; más los jóvenes: Zachary Quinto y Penn Badgley-, cierto es, también, que Kevin Spacey se está convirtiendo en uno de los productores a tener en cuenta –en su currículum oficial ya figuran unas 22 intervenciones como tal, entre las que se destacan 21 Blackjack (2008), Fanboys (2008) y Red Social (Network, 2010)-. De esta forma, al tratarse de un equipo con nivel superlativo, el debutante en dirección y otrora sonidista J.C. Chandor la tiene cómoda. Tan cómoda que termina resultando, ésta, una película de personajes, de hombres y mujeres luchando en un mundo atípico, donde cualquier dejo de normalidad es segregada, allá lejos de toda la acción.
Sin demasiadas explicaciones técnicas, en una decisión tan positiva como facilitadora de entendimiento, el film dará lugar a cuestiones bien inherentes al humano, como la codicia, la especulación, el egoísmo y la ignorancia, resultando los principales factores de bretes. Más, mucho más que aquel que parecía ser el principal enemigo o preponderante elemento de riesgo: los números en sí. En rigor, El Precio de la Codicia, nominada a los Premios Óscar de la Academia en la categoría “Mejor guión original”, puede desprenderse de la media como una de las películas más correctas que nos dará el 2012.