Petróleo sangriento
"El príncipe del desierto" se sostiene con buenas dosis de aventura, intriga y escenas bélicas, pero no termina de convencer.
El rico y poderoso corazón del mundo árabe está echando raíces dentro de la industria internacional del cine. Al estilo de muchas realizaciones hollywoodenses de las décadas de 1950 y 1960, El príncipe del desierto es una historia épica en la arena, con sultanes, amores prohibidos, imperios y guerras tribales, aunque con una marca distinta en el orillo.
Esta vez, con equipo europeo y con un director francés de renombre, Jean Jacques Annaud (El nombre de la rosa, La guerra del fuego), los hilos del espectáculo son manejados por un grupo de qataríes. Se habla del Instituto de Cine de Doha, y de un productor llamado Tarak Ben Ammar, que empezó convenciendo a los norteamericanos de las bondades de filmar entre las dunas (a gente como George Lucas, en tiempos de La guerra de las galaxias) y que muchos años después ha puesto en órbita la primera superproducción originaria de ese país islámico.
La trama logra por momentos contagiar un creíble dramatismo. Comienza tras una guerra, a principios del siglo 20, en la que el vencido acepta entregar a sus dos hijos varones como prenda de paz.
Los niños son criados junto a los hijos del sultán más poderoso, y se espera que pronto vuelvan a su pueblo de origen, cuando la segunda parte de aquel pacto es violada y comienzan las hostilidades.
Existe una franja de tierra neutral entre ambos reinos, y de pronto uno de los bandos comienza a extraer petróleo de ella de manera clandestina. Sus contrincantes se opondrán a ello por considerar que es abrirle la puerta al colonialismo occidental, y en mitad de la tirante red quedarán atrapados hijos, esposos y esposas, padres y leales aliados.
Buena fotografía, acertada aunque algo omnipresente música, impactante vestuario y trabajo de extras. Eficientes actuaciones, buen dramatismo, logradas escenas bélicas. Muchas cualidades, pero aún así, no tan buen resultado, pues la película pocas veces se arma del todo.