El príncipe es una película chilena en coproducción con Argentina y Bélgica. Dirigida por Sebastián Muñoz(es su ópera prima) y adaptada de la novela homónima de Mario Cruz, narra la llegada de Jaime, un joven chileno, a la cárcel.
La primera imagen es de un cuello tajeado y la sangre que se derrama por el piso, una escena que parece salida de una obra de García Lorca, aunque en general a la historia también rememora a la literatura de Manuel Puig. Ese crimen no se retomará hasta el final, prefiriendo la narración enfocarse en el proceso de inserción en el mundo carcelario. Porque cuando llega a la cárcel, un hombre respetado que lleva largos años allí, lo convierte en su protegido. Claro que nada será color de rosa y, aunque en general se apueste por un tono intimista, la sangre corre.
La película sucede en la década del 70, antes de que Allende asuma como presidente, y cuenta con el protagónico de Juan Carlos Maldonado junto a Alfredo Castro. También hay una aparición no menos importante de Nicolás Pauls como un argentino que llega a la cárcel y termina de complicar la estadía de Jaime.
El film juega con el erotismo por momentos pero a la larga narra el abuso tanto del cuerpo policial como de los propios presos. Adentro Jaime se ve expuesto a escenas de celos, de violencia, de sexo. Pero más allá de estas fuertes temáticas, también hay una sensibilidad en la película de Muñoz y se permite, entre todos esos temas, el amor y la lealtad.
El príncipe apuesta sobre todo a mostrar cómo es la vida en la cárcel, las relaciones que se generan, a veces más hostiles y a veces más cómplices, entre los privados de la libertad. A su alrededor se van desplegando otras aristas como las mencionadas. Es también una película sobre la venganza.
Un film interesante y complejo, con un tono crudo y realista pero también poético y una trama sólida que se permite bucear por diferentes mares. A eso se le suman las actuaciones logradas de sus protagonistas masculinos.