Aki Kaurismäki vuelve a sus perdedores hermosos. El director de El hombre sin pasado y Luces al atardecer ahora cuenta la historia de un veterano lustrabotas que quiere esconder a un chico africano que llegó como ilegal a la ciudad francesa del título original en un buque de carga. El puerto mantiene esos rasgos que convirtieron al menor de los Kaurismäki en un cineasta único: el humor absurdo en clave tragicómica y, sobre todo, esa rarísima cruza entre el tono distante y el más emotivo humanismo.