La apropiación ilegal de los niños en la dictadura y el complejo de Edipo fueron los dos temas centrales que la directora Inés de Oliveira Cézar pretendió esbozar en "El recuento de los daños". Pero, más allá de las nobles intenciones, el filme pecó de pretencioso y quedó más que a mitad de camino.
Una familia adinerada decide encarar un proceso de reconversión en su fábrica tras la muerte de uno de sus dueños. El joven que llegará para hacer el trabajo sucio se vinculará amorosamente con la viuda, pese a la oposición del hermano de la señora. Ella, para ahogar sus penas, se dedica a beber en exceso, en otro lugar común de los tantos que se aprecian en la narración.
En medio de una angustia generalizada de la familia, se irá descubriendo que la mujer tiene una antigua pena, que es el haber perdido a un hijo en un campo de concentración durante la dictadura.
Quizá el miedo a recaer en alguna escena recurrente sobre el tema de los desaparecidos hizo que Oliveira Cézar omita cualquier punto de contacto con los años de plomo, pero tal omisión se convierte en desinformación,y le resta aún más a la película.
Con acciones excesivamente lentas y actuaciones poco creíbles, la historia va transcurriendo a lo largo de los excesivos _para el caso_ 79 minutos. Ni el atractivo de que el rodaje fue en Rosario alcanza para atrapar siquiera por una toma al espectador.