Del burdel al palacio
La variedad de experiencias cinematográficas que ha habilitado la figura del Rey Arturo ha sido de lo más vasta, con films extraordinarios como Lancelot del Lago (Lancelot du Lac, 1974) y Excalibur (1981) y películas fallidas en la línea de Camelot (1967) y El Rey Arturo (King Arthur, 2004). Ahora le toca el turno a Guy Ritchie en esto de intentar exprimir una mitología hiper conocida por el público: si tenemos en cuenta que el señor viene aplicando el “tratamiento Ritchie” a cuanta franquicia le ofrezcan los estudios norteamericanos, no es de extrañar que este nuevo proyecto caiga una vez más por debajo de lo que fue su estándar máximo, léase el del inicio de su carrera, aquellos años en los que se hizo célebre gracias a la dupla compuesta por Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes (Lock, Stock and Two Smoking Barrels, 1998) y Snatch: Cerdos y Diamantes (Snatch, 2000), dos joyas redondas
Recordemos que luego de los éxitos del comienzo, el británico sorprendió con las muy flojas Insólito Destino (Swept Away, 2002) y Revolver (2005), de las que se recuperó con RocknRolla (2008), un opus arrollador que podemos calificar como su última gran obra a la fecha. Si bien en su momento Sherlock Holmes (2009) cayó simpática por su lectura descontracturada del clásico personaje de Arthur Conan Doyle, lamentablemente Sherlock Holmes: Juego de Sombras (Sherlock Holmes: A Game of Shadows, 2011), El Agente de C.I.P.O.L. (The Man from U.N.C.L.E., 2015) y la epopeya que hoy nos ocupa, El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada (King Arthur: Legend of the Sword, 2017) constituyeron todas una enorme decepción a pura redundancia, cancherismo vacuo y falta de ideas novedosas que nucleen y den sentido a la pirotecnia visual “marca registrada” de Ritchie.
Como no podía ser de otra forma tratándose de un producto con el sello de conformidad de los gigantes de Hollywood, aquí nos narran los primeros pasos del protagonista en un trayecto que va desde el burdel al palacio: cuando el buen Rey Uther (Eric Bana) termina depuesto por su hermano Vortigern (Jude Law) y asesinado sin ningún miramiento, su hijo Arturo logra escapar y va a parar -bote en un río mediante- a Londinium, la primera encarnación de Londres. Criado por prostitutas y haciéndose fuerte bajo la lógica de las calles, el Arturo adulto (interpretado por Charlie Hunnam) de improviso descubre su linaje cuando extrae la legendaria “espada en la piedra”, esa que perteneció a su padre, y así todo el asunto lo lleva a luchar contra Vortigern con la ayuda de Bedivere (Djimon Hounsou), un súbdito de Uther, y de La Maga (Astrid Bergès-Frisbey), una joven que responde a Merlín.
A lo largo del metraje encontramos dos únicas marcas formales que de tanta intermitencia cronometrada terminan desdibujando la leyenda del monarca en cuestión: por un lado tenemos las fastuosas escenas de acción con monstruos tan enormes como innecesarios y esa infaltable cámara lenta -hoy vetusta- a la Matrix (The Matrix, 1999), y por el otro lado está la edición videoclipera, veloz y no lineal que tanto le gusta a Ritchie, esa que por lo general viene acompañada de un humor seco y diálogos entrecortados entre personajes del submundo criminal. El espíritu de la aventura y hasta los detalles melodramáticos de la fábula anglosajona quedan sepultados debajo de la catarata de floreos estéticos, estrategia que no genera un producto insufrible aunque tampoco alcanza para un “aprobado” a último minuto. Los tics del realizador y guionista, los mismos que alguna vez lo emparentaron con el indie de la década del 90, le sirven para construir un trabajo que supera la media actual del mainstream pero a la vez lo siguen dejando muy expuesto -con razón- a la crítica de que se la pasa filmando la misma película sin que importen en algo los personajes centrales…