Es sólo plata, no amores Mientras que el grueso del cine mainstream internacional opta por un tono narrativo símil policial hardcore -o dominado por un nerviosismo de cadencia taciturna o impiadosa- cuando se trata de encarar una caper movie, léase uno de esos films de asaltos planeados al dedillo por nuestros adalides de turno, El Robo del Siglo (2020) se decide en cambio por un sustrato más light vinculado a las obras de pareja dispareja y de una comicidad que se ubica entre lo inocente y lo canchero, aunque sin descuidar los preparativos de uno de los robos más célebres de los anales criminales argentinos, el del 2006 del Banco Río. Centrándose en Luis Mario Vitette Sellanes (Guillermo Francella), el inversor y “ladrón profesional”, y Fernando Araujo (Diego Peretti), el gran ideólogo detrás del asunto, la trama del opus de Ariel Winograd homologa la jugada retórica en cuestión con el mismo trasfondo de lo más picaresco del saqueo, sin duda un exponente muy colorido y eximio de la “viveza criolla”. El mega hurto es famoso no sólo por su extraordinaria logística y por el suculento botín de millones y millones de dólares, jamás determinado del todo porque lo que se abrió fue la colección de cajas de seguridad de la sucursal de Acassuso, en San Isidro, de la entidad bancaria, sino también por cómo los señores se mofaron de -y dejaron completamente en ridículo a- los inútiles representantes de la ley vía una jugada que se sirvió de los vacíos de seguridad de los turnos diurno y nocturno, haciendo que en la sumatoria de ambos resulte posible el asalto con la bóveda abierta por la luz del día y las alarmas de noche antiboquetes desactivadas, las correspondientes al subsuelo del edificio. Como en toda heist movie que se precie de tal, el devenir retórico abarca un mínimo desarrollo de personajes previo al inicio del proyecto delictivo y un buen trecho dedicado al robo en sí, amén de un epílogo que nos aclara el destino de cada uno de los involucrados a posteriori del glorioso atraco. Como decíamos con anterioridad, los cómplices son varios pero el guión de Alex Zito y el propio Fernando Araujo concentra sus energías en Vitette Sellanes, un veterano del hampa que había caído muchas veces preso por robar montos bajos y que contaba con el dinero necesario para el equipamiento, y en Araujo, un obsesivo del “trabajito” que planificó cada detalle con vistas a dar la sensación a las autoridades de estar frente a un robo express que salió mal para distraerlos mientras vaciaban tranquilos las cajas de la bóveda, asimismo con el hilarante remate de escaparse a través de un agujero en una de las paredes del subsuelo que daba a un colosal sistema de desagüe de la zona. Winograd construye una propuesta muy disfrutable y eficaz en lo referido a mantener elevada la tensión todo el tiempo y saber combinarla con chispazos cómicos que están apuntalados en esencia en antiguos engranajes del cine de género y en elementos varios del costumbrismo argentino y su clásico grotesco. Peretti, Francella y Luis Luque como el negociador de la policía están muy bien, con el resto del elenco acompañando dentro del típico esquema general del séptimo arte vernáculo elevado por un presupuesto generoso, cortesía de varios jugadores de peso del mercado audiovisual oligopólico argentino. La película enfatiza la singular heroicidad de nuestros protagonistas vía el inefable argumento de “ladrón que roba a ladrón, cien años de perdón”, mucho más en este caso por aquella memoria emotiva del “corralito” del 2001 y la misma condición usurera extrema del sistema bancario/ financiero local, el único sector del país siempre favorecido a lo largo de la triste historia de la república desde el fin de la última dictadura genocida y el fluir de la democracia subsiguiente, en la que cada gobierno actuó como garantía de negociados, matufias e impunidad ad infinitum. El Robo del Siglo apenas si incorpora el remanido recurso del ambivalente vínculo familiar de los atracadores, aquí únicamente mediante la agitada relación de Mario con su hija, y recupera aquella genial nota que los hombres le dejaron a los uniformados, “en barrio de ricachones/ sin armas ni rencores/ es sólo plata, no amores”, poniendo de manifiesto la autoconciencia ideológica...
«El Robo del siglo» es la nueva película de Ariel Winograd («Mi primera boda», «Mamá se fue de viaje»), protagonizada por Guillermo Francella y Diego Peretti. El film está basado en el caso real del robo al Banco Río de Acassuso. El primer gran estreno del cine argentino en 2020 viene con todos los condimentos para ser un éxito. Argentina tiene casos de sobra para generar ficción basada en hechos reales, aunque no se da con tanta frecuencia. Aquí, Winograd encuentra una historia que parece nacida para ser película. En clave de comedia y con un ritmo impecable, «El Robo del siglo» muestra el proceso de planificación y robo de la sucursal Acassuso del Banco Río. Un relato siempre bienvenido, pero más que nunca en la era post «La casa de papel». Guillermo Francella y Diego Peretti se unen por primera vez para garantizar el éxito. Pero no solo eso: la química entre los dos actores entrega los mejores momentos y saca carcajadas. El contrapunto entre sus personalidades hace que sea más que una simple película de robo. Completan con eficacia el elenco Rafael Ferro, Pablo Rago, Mariano Argento y Luis Luque, a quien tan bien se le da siempre interpretar a la autoridad. Vale destacar, por último, el gran nivel de producción, que no escatima en nada. Además, gran dirección de fotografía, algo a lo que el cine argentino no siempre acostumbra. En resumen Con casi dos horas de duración, Winograd consigue entregar una película absolutamente entretenida, que no decae en ningún momento. Un guión lleno de humor (que no por eso pierde seriedad), un montaje ágil que no se dispersa en nimiedades y un elenco con supremo sentido del timing hacen de «El robo del siglo» una película sin fallas. Imperdible. Puntaje: 9 / 10 Duración: 114 minutos País: Argentina Año: 2020
El triunfo del género El cine mainstream argentino en los últimos años direccionó sus intereses narrativos en historias policiales verídicas (algunas inspiradas, otras más fieles), la mayoría se apoyaron en libros de investigación como los casos de El clan y El ángel. El microfenómeno actual sobre casos policiales (que también alcanza a la TV) no podía ignorar al famoso “robo del siglo”, el cual generó una bola mediática por las diferentes aristas que se desprendieron y que, además, erigió a uno de sus autores como una suerte de figura pop rioplatense: Vitete Sellanes, un ladrón profesional uruguayo a quien luego se le adjudicaron otros robos. Hay dos grandes aciertos en El robo del siglo. El primero es inspirarse en el caso real y no caer en la preocupación extrema por la fidelidad que desprecia la dinámica de la ficción. La base troncal del robo está rodeada de licencias dramáticas que funcionan gracias a los mecanismos de la comicidad, en especial por el papel de Diego Peretti, el cerebro de la operación, que hace posible un ensamble tipo buddy movie con Guillermo Francella, quién es nada menos que Vitete, el financista y líder del equipo. El segundo acierto es la incorporación de Ariel Winograd, hasta aquí conocido como el nombre fuerte de la comedia nacional, quien moldea su historia basada en una armonía bien ejecutada entre policial y comedia. Que la película tenga un anclaje bien definido e identificable con respecto al espacio, al tiempo y al contexto en el que se suscitaron los hechos permite que haya una fuga ligera de las cuerdas más tensas que los géneros proponen. No da lo mismo que esta historia suceda en Buenos Aires o en Nueva York: el thriller internacional, por citar un caso, se ha vuelto una marca registrada que bien ha aprovechado Netflix con producciones españolas, y que no se sale nunca del sendero genérico más duro. Si El robo del siglo atrae al espectador desde un relato basado en hechos reales, dentro de un contorno textual genérico y con la dirección de un nombre ya conocido en la industria, tiene un casillero todavía por completar: el del star system. Nada de lo anterior funcionaría en taquilla si no existiera un póster con los nombres de Francella y Peretti. Incluso un proyecto similar como El ángel se arriesgó a darle el protagónico a Lorenzo Ferro (un debutante), pero se lo rodeó de Peter Lanzani y Chino Darín, actores que ya pertenecen a la industria. En los pequeños deslices de marketing, como se ve, hay también un conservadurismo fuerte. El robo del siglo no es solo una historia bien contada y contorneada por un tono preciso sino que, además, exhibe un poderío visual que ninguna de las otras películas mencionadas mostraron, a pesar de querer vender una carta de presentación despampanante en la fotografía y en el uso de la cámara. Aquí el mérito es del célebre y veterano Felix Monti, poseedor de una capacidad para la exuberancia libre de ostentación. Monti aprovecha los espacios y genera un efecto claustrofóbico sin apelar a la cámara nerviosa. Los movimientos, en consecuencia, parecen sacados de una película de los 70 por su equilibrio entre el reposo y la adrenalina. Hay un lado B en la historia de El robo del siglo y es la de Miguel Sileo, negociador histórico del Grupo Halcón, aquí interpretado con un oficio impecable por Luis Luque. Su figura como perro de presa y contrapeso de los protagonistas hace que la película maneje una tensión necesaria, tensión que funciona casi a la perfección porque hay suspenso, amén de tratarse de hechos conocidos o fáciles de encontrar en Internet. La aparición de Luque es el relleno de energía que la historia necesita en el momento clave donde hay riesgo de meseta narrativa, aunque aquí los tiempos del montaje interno y la economía del relato colaboran para que la película sea un entretenimiento sin demasiadas ambiciones. El volantazo final, en el que el tono de comedia, suspenso y policial gira hacia un drama más personal, pertenece a otra película muy diferente a esta. La nueva obra de Ariel Winograd, después de un par de proyectos dirigidos en México, es un muestrario de cine industrial bien entendido, un cine más que posible en nuestro país.
Basada en el hecho ocurrido el viernes 13 de enero de 2006, en la sucursal del Banco Río ubicada en Acassuso (San Isidro), y en ‘Sin armas ni rencores’, de Rodolfo Palacios, libro que compila entrevistas con seis de los involucrados del mismo, ‘El Robo del Siglo’ reúne por primera vez en pantalla grande a Guillermo Francella con Diego Peretti y el director Ariel Winograd en lo que catalogaremos –al menos en este espacio- como un thriller con combinación del cine criminal, melodramático y fantástico, portador, además, de pinceladas y situaciones humorísticas propias de su realizador. ¿Por qué la aclaración? Porque más de un espectador asistirá a su función más cercana a la espera de un film mera y esencialmente cómico, y lo es, en gran medida lo es; si hay reacciones compartidas que se percibirá en más de una sala, esas son las carcajadas. Sin embargo, hay elementos genéricos no tan transitados en la década pasada del cine nacional con los que insistiremos –un poco- a tener en cuenta al momento de procesar la película que nos concierne.
Anclada en un género cinematográfico del cual la industria hollywoodense ha sabido hacer escuela, El Robo del siglo es una gran apuesta del cine argentino hacia lo popular y que visita el caper movie, con un tamizado local que la potencia, apoyandose en grandes interpretaciones del elenco protagónico, el humor y un despliegue de producción acorde al formato. Tras desarrollar una fuerte carrera en la comedia, el realizador Ariel Winograd es el encargado de dirigir “El Robo del siglo”, thriller que traspone la épica cinematográfica del robo más importante que la prensa y la sociedad recuerde hasta el momento y que ya en su germen poseía la posibilidad de ser llevada a la pantalla grande. Guillermo Francella, Diego Peretti, Rafael Ferro, Pablo Rago, Mariano Argento, se ponen en la piel de la banda que imaginó y llevó adelante la tarea, confrontándose con Luis Luque (a la cabeza), mediador encargado de poner el “orden” durante el operativo que intentó detener el robo y a los delincuentes. Durante la primera parte de la historia, la narración nos presenta a cada uno de los personajes centrales. Se toma el tiempo para detallarlos, describirlos hasta en su mínima expresión, ver cómo se conocieron, cómo comenzaron a formar lazos que servirían luego para desarrollar el plan y llevarlo adelante. Esa primera parte calma, morosa, casi como “la calma que antecede a la tormenta”, sirve de base para desarrollar luego el trepidante plan que permitió que la banda se llevara el botín más grande de robo que un hecho policial haya tenido en el país hasta el momento. La puesta, ambiciosa, ampulosa, mantiene en vilo y atrapa, desprendiéndose de esa primera parte, empática, descriptiva, el tono necesario para luego compatibilizar con los ladrones, hombres de códigos y de palabras, hacia un desenlace titánico y con un nivel de ejercicio de género notable. Si bien su desarrollo es predecible, por el conocimiento previo que se posee de los hechos, Winograd hábilmente recrea en imágenes los sucesos, sin juzgar a los protagonistas, de uno u otro lado, depositando al espectador la capacidad de reflexionar ante los sucesos (aunque al final un epílogo sí subraye algunas ideas). “El Robo del siglo” propone una mirada cruda y descarnada sobre la institución policial, sobre su corrupción, sobre mecanismos antiguos de acción, en donde unos pocos intentan hacer algo distinto, si es que los dejan, ahí entra el personaje de Luque como vector moral del relato. En otras ocasiones la agudeza está puesta en los vínculos, en esa hija cansada de las mentiras de su padre, en esa familia que se erige alrededor de falacia, en esa pareja fogosa que termina revelando y dando pistas a la policía para dar con el paradero de todos. Entre ambos puntos y con la necesidad de abrirse terreno en un género pocas veces realizado en el cine local “El Robo del siglo” juega un partido que termina ganando, y en donde el que más ambiciona termina por triunfar ofreciendo un espectáculo visual y de suspenso único que nada tiene que envidiarle al cine foráneo, pero que, además, suma el color local para convertirse en lo que sin dudas será un fenómeno local de asistencia a los cines.
A 14 años del verdadero suceso, llega a las salas nacionales la película de uno de los mayores atracos ocurridos en Argentina, el denominado «El Robo del Siglo». El film está basado en la historia real del robo a la sucursal del Banco Río de Acassuso, partido de San Isidro, ocurrido en el año 2006 de la mano de seis ladrones y que llegó a movilizar a más de 200 policías. El cine argentino continúa apostando a llevar a la pantalla grande icónicos sucesos criminales locales protagonizados por actores de renombre, sobre todo después del éxito de anteriores obras de esta índole como lo son «El clan» y «El ángel». ¿Cuál será el resultado en esta ocasión? Sin la intención de halagar el delito cometido, el director arraigado en la comedia, Ariel Winograd, junto con el apoyo de un excelente trabajo de cámara, ambientación y efectos visuales, transformó el tensionante hecho en una comedia profesional al estilo buddy movie, que engancha al público desde el minuto uno y lo sumerge en un mar de risas y aplausos mentales. Todo esto también es generado por la impecable performance del dúo protagonista, el impresionante Diego Peretti (con quien Winograd trabaja por tercera ocasión) y el único e inigualable Guillermo Francella, cuyo carisma sobrepasa los límites de la perfección, y que juntos cumplen sus roles en armonía, mostrando esa evolución paulatina en la relación disfuncional que presentan. Por último, pero no menos importante, son de destacar los personajes secundarios que acompañan a la dupla, los cuales son representados de forma intachable, como es el caso de Luis Luque, quien se pone en la piel del policía negociador del robo, sobresaliendo a la par de Francella en los diálogos que comparten. Así, contando con el excelente trabajo de los involucrados, el film logra entretenernos e informarnos, dos características que son difíciles de complementar y cuya integración es de gran valor hoy en día, cubriendo a su vez los puntos claves de una película del género: Interesante, atrapante y, sobretodo, divertida. Como es común, las expectativas ante un estreno muy esperado son tan altas que a veces dicho film no llega a cumplirlas, sin embargo, este no es el caso. «El Robo del Siglo» dejará satisfechos a la mayoría al ser una obra que nos trae lo que nos vino a traer y quizás un poco más, pero sin llegar a ser ambiciosa; que divertirá a montones, sin llegar a tornarse forzada y que captará la atención de espectadores de todas las edades que no creerán que un hecho semejante al de una serie española pueda ser un caso de la vida real y que haya ocurrido en nuestro país.
El robo del siglo del título refiere a un famoso robo a un banco ocurrido el 13 de enero del año 2006. Uno de esos hechos policiales que adquieren una fama gigantesca, generando crónicas y más crónicas, libros varios, documentales y ahora una enorme película con estrellas de cine y una gran producción. A pesar de ser famoso esta nota no contará la trama ni tampoco anticipará nada de lo que allí ocurre, porque a pesar de la fama catorce años son suficientes para que la mayoría de los espectadores no recuerde bien o incluso no sepa lo que allí ocurrió. Si le sumamos las licencias poéticas que por suerte para el cine la película se toma, entonces es mejor no contar nada de esta banda de delincuentes y su famoso robo. Al cine argentino le cuesta mucho el cine de género. Parece que fuera una mala palabra incluso. Estamos en el 2020 y el cine de género ya no es lo que era hace setenta años, claramente. Se puede o no usar una fórmula, se la puede modificar y jugar con ella. Si los espectadores quieren jugar el juego y el film consigue aprovecharlo, el resultado suele ser un éxito de taquilla. Desde la insuperable Nueves reinas para acá, las tramas policiales han tenido un resurgimiento en el cine local. Pero desde hace unos años el policial basado en historias reales ha sido directamente un pasaporte al éxito. El clan y El Ángel son dos ejemplos definitivos sobre las posibilidades que da la crónica diaria a la hora de que los espectadores elijan una película. El robo del siglo se diferencia de los dos films mencionados arriba porque no posee ni al violencia ni la monstruosidad de tuvieron los personajes de aquellas historias. Acá estamos frente a una película de robo, lo que se llama heist film o caper film. Las películas de robo no solo incluyen el delito sino la planificación del mismo y la vida privada de sus protagonistas. El policía muchas veces ocupa un lugar menor, el centro son los ladrones. Es un género que si bien puede tener violencia y asesinatos, también suele dar pie a films más ligeros, incluso comedias, donde uno de los objetivos de los ladrones es robar a alguien que tiene mucho dinero –una empresa, un casino, un político- y en muchos casos dinero mal habido. Las reglas no son tan estrictas y no todos los films hacen aclaraciones morales. A veces simplemente son comedias y punto. Lo que importa es que el plan se establece desde el comienzo y frente a los ojos del espectador. El robo del siglo es un ejemplo perfecto de heist film. No hay sorpresas, conocemos el plan, conocemos la vida privada de los protagonistas y el punto de vista nunca lo tienen los policías. La película es una comedia y aunque hay drama, la comedia se impone sin vueltas. La película de Ariel Winograd tiene una virtud por encima de cualquier otra: Es muy divertida. En el cine argentino eso no es moneda frecuente pero acá es el elemento que hace toda la diferencia. Desde el comienzo la película muestra ritmo, habilidad narrativa, ganas de contar. No parece una película que apenas puede con su historia, al contrario. Es verdad que se abraza al talento de Guillermo Francella, que desde hace un tiempo domina su juego actoral sin fisuras. Él tiene gran parte de la responsabilidad de la diversión. Hace que las escenas fluyan (sin quitarle mérito al director ni al resto del equipo, claro) y consigue un tono de humor sin exageraciones ni estridencias. Él es el corazón de la película. La ambición de Winograd -y el guión de la película- incluye el contar la vida privada de los protagonistas, lo que no está tan bien logrado pero imagino que sumarle minutos a eso le hubiera restado al ritmo total. El personaje del psicólogo directamente no funciona y escuchar frases famosas en boca del personaje de Peretti –las haya dicho o no el verdadero ladrón- genera los pocos momentos fallidos de la película. Pero es importante pensar que lo que tal vez buscó fue mostrar a un personaje que no ve al robo como el resto de sus colegas. La otra cosa que no siempre funciona es la elección de las canciones. Algunas entran de forma brillante y otras exactamente lo contrario. Como sea, se trata en todos los casos de apostar a más y no a menos. No le faltan ganas de poner cosas a la película, esa euforia también se nota. Algunos lujos de fotografía y puesta en escena también quedan muy bien, así como varias sutilezas del director armando simetrías en la historia y rememorando algunos clásicos sin exagerar. El videoclub es la excepción, pero más que una cita es una locación, no la juzgamos. El problema final tiene que es difícil pasar por alto es su conexión con la realidad. Los delincuentes son delincuentes y en Argentina ese es un tema sensible por razones obvias. Las víctimas existieron, más allá de lo espectacular del robo. El famoso mensaje que dejaron los delincuentes hoy es una leyenda dentro de la crónica policial argentina: “Sin armas ni rencores, en barrio de ricachones, es solo plata y no amores”. Lejos de producirme simpatía o identificación, a mí me parece tan desagradable como todo el espíritu canchero y sobrador que habita en el corazón de este país corrupto. El momento en el que aparece el cartel toda la simpatía que había producido la película desaparece. Pero sí, el cine es cine y las películas sobre robos también son un género. No es trata, aunque cueste por su relación con un hecho real, de entender el cine de género como una posición literal frente al mundo. Si en su momento nos conmovieron los films de gángsters o a lo largo de la historia disfrutamos de muchas películas de robos, este film no debería ser la excepción, al menos en ese aspecto. Para evitar ambigüedad en lo moral la película busca resaltar –no me importa acá cuanto inventa y cuanto no- el deseo de los ladrones de no lastimar a nadie, la figura del negociador como una persona profesional y honesta que salva vidas y el hecho de que nadie salió perjudicado de forma definitiva por el robo al banco, salvo el banco en sí mismo. No sé si en otros países las aclaraciones son necesarias, pero acá creo que sí lo son. Y que la película se tome el trabajo de hacerlas es bajarle el tono a la posible defensa del hecho real. No creo que la película lo hago, yo creo que su fascinación es por el cine, no por los ladrones. Los títulos del final intentan aligerar y enfatizar el tono de comedia. El robo del siglo es, por encima de cualquier otra cosa, una película entretenida. Busca divertir de forma ligera y lo consigue. Una historia de la vida real que se parece a un film de género, un film de género que aprovecha eso para hacer una comedia policial.
¡El primer super estreno argentino del año! Llega "El Robo del Siglo" bajo el ojo de Ariel Winograd para mantenernos al filo del asiento con una dupla más argentina que el dulce de leche. El robo al Banco Río de Acassuso de 2006 tenia todos los elementos para ser llevado al cine. El mega hurto es famoso por su extraordinaria logística, el millonario botín, el juego con la policía y su glorioso escape por las alcantarillas. Centrándose en Luis Mario Vitette Sellanes (Guillermo Francella), inversor y “ladrón profesional”, y Fernando Araujo (Diego Peretti), el ideólogo, el film nos narra con detalle el minuto a minuto del denominado "Robo del Siglo". Ariel Winograd logra transmitir la misma sensación que tuvimos hace 14 años al seguir la noticia en vivo y en directo con nuestras narices pegadas al televisor. Con una gran puesta y fotografía el film se adentra en los preparativos previos y el gran robo, sumando la historia de Miguel Sileo (Luis Luque), negociador del Grupo Halcón. El director dio con el tono justo. Se siente claustrofóbica, no solo por los espacios sino por el correcto uso de la cámara, tiene picos de tensión y por supuesto comedia. Aunque no lo crean, es la primera vez que Francella y Peretti comparten la pantalla. Rodeados de un gran elenco, el genial trabajo de ambos y la química entre ellos nos permite comprar tanto los momentos delirantes como el drama más personal del final. La banda sonora es otro punto llamativo. Imposible no encontrarnos tarareando ya que hay para todos los gustos, desde Calamaro a Frank Sinatra. Esta es un poquito más que 'la peli argentina pochoclera', es la prueba de que podemos estar a la altura de las grandes producciones. Lo único que quizás contamina un poco el relato es el hecho de saber de antemano el desenlace, pero esto no opaca las casi dos horas donde Winograd nos entrega una película más que entretenida, sin fallas y tan calculada como el "Robo del siglo". Por Matías Villanueva
Robame una sonrisa La grata sorpresa que entrega El robo del siglo (2019) no está asociada a contar los pormenores del asalto a la sucursal del Banco Río con un plan maestro, sino al hacerlo con humor. La película es una comedia de aventuras a partir del caso, disfrutable de principio a fin. Detrás de cámaras está Ariel Winograd, un tipo que no es considerado un autor cinematográfico al estilo Cahier du cinema, sino un director de oficio, de esos que agarran cualquier historia y le aportan el tono y ritmo que el género requiere. Winograd conoce los códigos y sabe cómo pasar con estilo y gracia de uno a otro (suspenso a comedia en este caso) al modo americano. No por nada ha dirigido los últimos éxitos del cine nacional. Antes de narrar el atraco a la sucursal Acassuso del Banco Río realizado el 13 de enero de 2006, está película cuenta la historia de sus personajes: la de Fernando Araujo (Diego Peretti), el ideólogo del robo, un tipo en estado canábico permanente con dilemas existenciales; y la de Mario Vitette Sellanes "El uruguayo" (Guillermo Francella), el ladrón profesional que maneja los hilos dentro del Banco. Completan el equipo Alberto de la Torre "Beto" (Rafael Ferro), un adicto al sexo, "El marciano" (Pablo Rago), el tornero que abre las cajas de seguridad, el "Doc" (Mariano Argento), un delincuente devoto del catolicismo, y el "Gaita" (Juan Alari), el conductor del camión. Como buen cine clásico, conocer a los personajes es entrar en la historia con ellos e interesarnos por sus destinos. El género de robo de bancos (preparación del plan, atracó y huida) funciona como estructura narrativa en una película cuyo mayor valor es aportar la dosis de humor necesaria para hacer amigable y placentera la anécdota policial. El robo del siglo es una película redonda, de esas que no dejan tiempo para la distracción e invitan a pasar un agradable momento de esparcimiento a partir de hechos reales para hacer, lo que se dice, un eficaz producto cinematográfico.
El plan perfecto El robo del siglo es una de las películas argentinas más fuertes que traerá seguramente este 2020 (aunque recién este empezando el año), está dirigida por Ariel Winograd, conocido por trabajos como Sin hijos (2015), Permitidos (2016) y Mamá se fue de viaje (2017). En el año 2006 sucedió un hecho delictivo sin precedentes en la historia argentina: el robo al Banco Río. Un plan tan bien pensado y ejecutado que, cuando todo había finalizado, muchos pensaron que era una historia digna para ser traslada a la pantalla grande. Lo más increíble de ese atraco fue que lograron escapar con millones por medio de unos túneles de desagüe y que mediante un boquete, realizado muchos días antes, pudieron conectarse específicamente con la bóveda del banco. No hubo rehenes heridos y utilizaron armas falsas en el procedimiento, para bajar los años de condena en una posible captura en el futuro, un plan sin fallas. La historia era ideal para ser llevada al cine y la realización cinematográfica tenía que estar a la altura de los hechos reales, dado que prácticamente todo lo que pasó realmente te armaba la película sola. La selección de la dupla protagonista era importante y por eso me parece que la selección de Guillermo Francella y de Diego Peretti estuvo muy acertada. Winograd ya había trabajado con Peretti en muchas de sus películas y contaba con experiencia dirigiéndolo, pero juntarlo con Francella es un experimento que salió muy bien. Ambos comparten muchísimas escenas muy buenas y la química que transmiten se la ve muy natural en pantalla. El resto del equipo también están muy bien en sus roles. El cine argentino tenía una cuenta pendiente en este tipo de proyectos con “onda Hollywoodense”, ya que siempre que se quería incursionar en este mundo quedaba a medio camino y terminaba ofreciendo un producto al que se le notaban múltiples fallas. Acá se ve todo lo contrario, el ritmo nunca decae y por momentos te hace recordar al cine de Steven Soderbergh y su recordada Ocean´s Eleven con Gerge Clooney robando casinos de Las Vegas, junto a Brad Pitt y sus compañeros. La primera hora se la puede notar un poco sosa y básica en su presentación de personajes pero una vez que se encuentran en el Banco Río, todo se ve natural y con una narración entretenida. También los momentos finales están muy bien adaptados en la pantalla. El robo del siglo es una película que necesitaba el cine argento y lo mejor de Ariel Winograd hasta ahora en su filmografía. Desbordada de momentos cómicos con un Francella que nunca falla en ese género y que con la genial actuación de Peretti hacen creíble cada momento. La adaptación que merecía este hecho delictivo sin precedentes de la historia de nuestro país.
Una “caper movie” a lo Winograd. Allá por el año 2006, a un talentoso artista plástico, Fernando Araujo (Diego Peretti), quien se sentía inmotivado y algo vacío, se le ocurre expresar su arte planeando un robo perfecto. Es así que scouteando la zona en que reside, elige un Banco Río ubicado en el barrio de San Isidro, creyendo fehacientemente que es posible efectuar el atraco, al punto de obsesionarse. Solo le bastará encontrar un grupo de personas que se sumen a este arriesgado (¿delirante?) plan, inclusive alguien que lo financie. De este modo da con otro de los ideólogos (de este robo que ocurrió en la vida real), el ya reconocido Luis Vitette Sellanes, aquí interpretado por un Guillermo Francella ocurrente y jocoso. Alguien acostumbrado a las estafas, y a los hurtos, pero no de los violentos, sino con estrategia y planificación, tipo de los de guante blanco. Ariel Winograd es muy buen director de comedias y esto se nota en El Robo del Siglo, porque además de centrar el argumento en la ejecución del robo, desde un punto de vista más testigo, (en donde sobresalen las miradas de Araujo y Sellanes), le aporta al personaje de Francella mucho humor, y bien sabido que el actor es el rey de los comediantes. La virtud reside en que logra combinar a la perfección este elemento con el del género propiamente dicho. La concepción mainstream recorre toda su obra, y esta película no será la excepción. Alejado de todo tipo de solemnidad, y si bien el guion no es un relojito, el realizador le aporta una mirada más relajada a esta historia, descontracturando de esta forma la narración, la cual adquiere dinamismo y no decae en ningún momento. Buen contrapunto es el personaje de Luis Luque, el negociador del atraco, que en el ida y vuelta mantiene la tensión. Técnicamente impecable, el film pone en juego una gran historia, y grandes personajes… un cine argentino de género que funciona, atrae y entretiene, involucrando con empatía al espectador.
Una película que gana en la liga de filmes sobre ladrones con viveza criolla. Crítica de El robo del siglo. La proyección cinematográfica argentina refresca con ingenio un policial con ribetes cómicos donde el principal director técnico fue Ariel Winograd y planteó como delanteros a los espectaculares protagónicos de Diego Peretti y Guillermo Francella. Por. Florencia Fico. Resultado de imagen para el robo del siglo fotos El argumento de la película se ancla en acontecimientos reales. Empieza a llover de manera considerable y en la vereda no hay nadie. “Araujo” (Diego Peretti) aguarda por abajo de una cornisa de un negocio cerrado. La avenida se colmó de charcos; en ellos se forma un reflejo en el agua de una cartelera iluminada y halla frente a él la entidad Banco Río. Para la fecha del viernes 13 de enero del año 2006 . Hay francotiradores del Grupo Halcón permanecen un tiempo mientras las altas autoridades piensan una directiva. Suman más de 300 efectivos policiales desplegados por el lugar esperan la orden de su comisario. “Miguel Sileo”( Luis Luque), el negociador permite evacuar las expectativas de Vitette(Guillermo Francella), una de las cabecillas del conjunto de asaltantes que ingresó a la sucursal del Banco Río de Acasusso de indicios de vida. La comida que quiso que le llevaran eran unas pizzas ya estaban frías. El Grupo Halcón obtiene una disposición y se mete: descubren algo insospechado: armas de juguete y unos veinte rehenes temerosos. Y el equipo de delincuentes ni indicios. Se evidencia una mente ingeniera la de Ariel Winograd quien dejó un claro camino para contar la historia, él sembró un buen esqueleto que lo afirma como un buen realizador. En éste caso se deslizó por un thriller con vibrantes momentos de tensión y articula con inteligencia la identificación con cada uno de los personajes y el público. Al parecer su película anterior “Vino para robar” fue un disparador motivacional o una cápsula de ensayo para certificar su talento. El musicalizador Darío Eskenazi empleó de manera compatible la sonoridad incidental y brindó una esencia de punk – rock que marca un sello rebelde y contestatario. Con temas como: “Alta suciedad” de Andrés Calamaro, “Ultraviolento” (Los Violadores), “Como caramelo de limón”( Dos minutos) y “Nice and easy”( Frank Sinatra) y “You really got me”(The Kinks). Esa mezcla entre la melodía jazz y clásica forman una ensoñación y crean un dialogo insignia del ambos autores Eskenazi y Winograd quienes ya trabajaron juntos en Vino para robar. Resultado de imagen para el robo del siglo fotos En el reparto el actor Guillermo Francella nuevamente resplandeció con un original acople con su papel Mario Vitette un ladrón profesional demostrando frialdad, su faceta emotiva y graciosa hasta lograr una etapa tan resolutiva que estremece. Su socio en la ficción “Fernando Araujo” despierta mucho interés por su inventiva al ser el que ideó el plan tanto su personaje como el intérprete se ven transitando un trayecto con ligereza a lo extremo sin ánimos autoritarios y un espíritu anti – sistema. Otro personaje importante fue el encarnado por Pablo Rago como “El marciano” que manejó más corporalmente su participación tuvo en sus manos un martillo neumático o cañón power con el que rompe las cajas de seguridad del banco. Además el artista Rafael Ferro le dio vida a “Beto de la Torre” un seductor y asaltante pesado con mucha calle. El último miembro de la banda es “El nexo” en la piel de Mariano Argento un componente curioso religioso pero pecador, en su composición intercala una dualidad muy sabrosa. Además “El negociador” o Miguel Sileo por el actor Luis Luque quien posee un temperamento novedoso neutro siempre acostumbrados a verlo sin reservas. Se lució con ímpetu también la actriz Johanna Francella como “Lucía” una de las hijas de los ladrones.y lo mismo sucede con Magela Zanotta en la piel de “La Turca” que con frenesí se impuso frente al conflicto y ante cámara. El reparto femenino dio cuenta del perfil más controversial, psicológico y humano en la trama; indicando los puntos polémicos de los muchachos sin límites. La fotografía la condujo el campeón de la filmación Felix Monti con maravillosos planos secuencia, claroscuros, efectos y series de transiciones en zoom in – out, iluminación cálida y fría, angulaciones cenitales y nadir. Digno trabajo de un retratista histórico del cine nacional que integró los equipos en los filmes El secreto de sus ojos y La historia oficial. En torno al guión Alex Zito y Fernando Araujo le dieron un tono festivo con un ritmo para la inmersión por medio de antagonistas como “El negociador” como parte de las fuerzas policiales, escenas con gran carga inesperada, entre los que están adentro y los de afuera llega a darse un western o caper movie a la vez una buddy film (película de amigos) y el imborrable sentido de la comedia irónica. En un cartel expresaron toda la chispa característica de la banda criminal: “En barrio de ricachones sin armas ni rencores es solo plata y no amores”. El robo aconteció en Avenida del Libertador y Perú en la localidad porteña de San Isidro. Avenida del Libertador y Perú, Acasusso, barranca de San Isidro. Allí se perpetró el atraco el 13 de enero de 2006. Sirvió como modelo para el arranque de la filmación. La película permite una navegación profunda en un atraco con un elenco de primer nivel donde la voluntad y la unión entre técnica y producción artística es un éxito .Se nota lo involucrados que estuvieron todos los componentes que hicieron éste filme y lo convirtieron en una majestuosa arquitectura exquisita. Con locaciones reales, edificación de un dique. No hubo imposturas en los personajes fluyeron en la misma frecuencia de las personas realmente vinculadas al delito, gente con mucha gracia y picardía. Puntaje:90.
Un robo de película En el año 2006, cinco tipos comunes y corrientes perpetraron uno de los robos más extravagantes de la historiografía criminal Argentina: ingresaron en un banco de Acassuso con armas de juguete, tomaron a 23 rehenes, vaciaron las cajas de seguridad (recaudando entre 15 y 20 millones de dólares) y finalmente escaparon por un boquete en el sótano de la sucursal, burlando de esta manera a centenares de efectivos de la policía. Semejante hazaña atracadora tarde o temprano tenía que llegar a la pantalla grande, no sólo por el impacto que generó en la sociedad Argentina en su momento, sino fundamentalmente por lo absurdo y bizarro del suceso. En otras palabras, acá lo importante no era la magnitud de la entidad perjudicada (una sucursal del Banco Río en la Provincia de Buenos Aires), la cantidad de dinero robado o el grado de violencia suscitado en el robo (nadie salió herido); sino más bien la modalidad, el ingenio con el que se ejecutó y el singular perfil de los asaltantes, a saber: personas de clase media de las cuales solo una tenía antecedentes penales. Ariel Winograd fue el encargado de dirigir esta fascinante historia que coquetea todo el tiempo entre el thriller policial y la comedia. La película administra muy bien los momentos de tensión y relajación y construye un relato dinámico y entretenido poblado por personajes sencillos y queribles que llevan adelante un plan dotado de una impronta amateur casi romántica a los ojos del espectador. En ese sentido, puede observarse cierto parentesco con La Odisea de los Giles. En ambos casos se trata de personas ordinarias envueltas en circunstancias extraordinarias que se ponen una meta y van tras de ella a pesar de no saber muy bien lo que están haciendo. En efecto, la banda comandada por Vittete (Guillerno Francella) y Araujo (Diego Peretti) lejos está de ser sofisticada. Las cosas las hacen a pulmón, con una planificación entre brillante y precaria en la que van sorteando obstáculos de a uno por vez, utilizando solo el ingenio y los elementos que tienen más a mano. ¡Cultura del alambre 100%! Winograd, que tiene una amplia y reconocida trayectoria en el género cómico (“Vino para Robar”, “Sin hijos”, “Mamá se fue de viaje”), no juzga ni glorifica a los personajes, pero desdramatiza el robo y lo postula como una especie de aventura descabellada. En el fondo es un juego, uno peligroso, sí, pero un juego al fin en el que cinco valientes -o delincuentes según como se lo vea- “derrotan al sistema” burlando sofisticados dispositivos de seguridad y evadiendo megaoperativos policiales. Por otro lado, el director se toma algunas licencias artísticas en la que no sigue al pie de la letra los hechos reales, lo cual sin dudas termina siendo un acierto porque le permite enfatizar en lo absurdo e insólito de todo lo que sucedió. Párrafo aparte para las actuaciones de Guillermo Francella y Diego Peretti. Ambos tienen performances sobresalientes y establecen una poderosa química que se respira en cada escena en la que aparecen juntos. Probablemente, con otros actores el resultado no habría sido el mismo. El resto del elenco, encabezado por Luis Luque, Pablo Rago, Rafael Ferro y Mariano Argento también se destaca con creces. En definitiva, El Robo del Siglo es una excelente producción nacional que cuenta con un guión sólido, la dirección de alguien experimentado en el género, la participación de actores ya consagrados y un notable nivel en todos sus rubros técnicos (fotografía, montaje, música, ambientación).
El 13 de enero del 2006, toda la Argentina paraba su atención en lo que estaba ocurriendo en San Isidro: un grupo de ladrones armados habían irrumpido en el Banco Río de Acassuso para cometer un robo que quedaría en la historia del mundo para siempre. Basado en este icónico hecho, es que nace “El robo del siglo”, una película dirigida por Ariel Winograd que logra poner al espectador en la piel de los atracadores más importantes del país. Protagonizada por Diego Peretti, que interpreta al ideólogo del plan, y Guillermo Francella, como su mano derecha, -quiénes forman una dupla inigualable- el film logra mezclar la cuota justa de tensión, suspenso y diversión convirtiendo a este en un producto digno de ver y aplaudir cuantas veces se pueda. No hay mucho para criticar: la adaptación de la historia real está muy bien lograda consiguiendo como resultado una trama amena y atrapante. Cada uno de los personajes -desde los policías hasta los miembros de la banda delictiva- tienen un correcto desarrollo que hace que alcancen el protagonismo que merecen. Y lo que le da el toque de lujo es la gran recreación del Banco Río, que en la actualidad ya no existe, y la buena ambientación que se hace notar tanto en los celulares, como en los modelos de auto, el diseño de vestuario y el contexto social y económico de aquellos años. En medio de un gran elenco conformado por Rafael Ferro, Pablo Rago, Mariano Argento y Luis Luque, se destaca la participación de Johanna Francella quién se pone en la piel de la hija de Mario Vitette Sellanes, interpretado nada más y nada menos que por su padre. En conclusión, “El robo del siglo” es una película tan atractiva como entretenida que nadie debería perderse. ---> https://www.youtube.com/watch?v=rLk1KkEul3I ---> ACTORES: Guillermo Francella, Diego Peretti, Luis Luque. Pablo Rago, Rafael Ferro. GENERO: Policial , Drama . DIRECCION: Ariel Winograd. ORIGEN: Argentina. DURACION: 88 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 16 de Enero de 2020 FORMATOS: 2D.
El plan perfecto. El robo del siglo es la nueva película del prolífico director argentino Ariel Winograd, basada en el robo al banco Rio de Acasusso en el 2006. Está protagonizada por Guillermo Francella como el experimentado ladrón Luis Mario Vittete Sellanes y Diego Peretti como Fernando Araujo, quien ideó el plan, y los acompaña un elenco de grandes figuras como Pablo Rago, Rafael Ferro, Mariano Argento y Luis Luque como el negociador Miguel Sileo. La película tiene una estructura clásica, de tres actos bien definidos, siendo el primero de ellos la presentación de los personajes y la planificación del robo. El segundo, a su vez, es el desarrollo de este robo, con una toma de rehenes dentro del banco utilizada como excusa para vaciar las cajas de seguridad. Y en el tercero vemos las consecuencias de estos hechos en cada uno de los participantes. Lo que diferencia a El robo del siglo de otras películas argentinas que tratan una temática similar, como Al final del túnel, por ejemplo, es el muy buen uso del humor, que es aceptado por el público porque para cometer este crimen se utilizó el ingenio en lugar de la violencia. Y la comedia se basa en la oposición de temperamentos entre los personajes de Francella y Peretti, ya que el primero utiliza su experiencia para reaccionar rápido y el segundo calcula todo fríamente sin haberlo puesto en práctica. A esto hay que sumarle el comportamiento bizarro del resto de los integrantes de la banda, y algunas situaciones ridículas que en lugar de aliviar la tensión la aumentan, poniendo en duda que el plan pueda ser llevado a cabo con éxito. Desde el punto de vista técnico, vale la pena destacar también la muy interesante fotografía de Félix Monti, quien genera un interesante contraste entre la oscuridad claustrofóbica del túnel desde donde construyen el boquete y la excesiva iluminación del resto de las locaciones diurnas. Asi como también el preciso trabajo de montaje a cargo de Pablo Barbieri Carrera que maneja muy bien el timing de las situaciones, haciendo que tanto el suspenso, como los gags que lo liberan resulten efectivos. En conclusión, El robo del siglo es una película sumamente entretenida porque todo funciona como corresponde. Y esto es posible porque la cuota de humor le suma el atractivo necesario para atrapar al público que puede disfrutar como está contada a pesar de conocer previamente los hechos reales en los cuales está basada.
Con una lluvia interminable y con la vidriera de un videoclub con neones como marco se gesta la idea de un robo frente a las puertas del Banco Río en 2005, uno de los casos policiales más audaces que un año más tarde concentrarían la atención de todos los medios. Luego de su paso por la comedia, el director Ariel Winograd transita por el thriller pero el humor siempre está presente en el diseño de los personajes y en las situaciones que se presentan como si fuera una "buddymovie". La película presenta a las cabezas de este grupo que decide vaciar las cajas de seguridad de la entidad bancaria. Luis Mario Vitette Sellanes -Guillermo Francella-, el inversor y el ladrón profesional que estuvo preso en varias ocasiones, es convocado por el cerebro de la operación, Fernando Araujo -Diego Peretti-, un artista plástico que practica taekwondo y descubre su gran oportunidad para salvarse. "Un solo robo bien grande". El team lo completan el técnico -Pablo Rago-, el tornero especializado en abrir las cajas; Rafael Ferro, el hombre de familia que tendrá un traspié después de la operación; Mariano Argento. un delincuente disfrazado de sacerdote y Juan Alari, el conductor del camión. Viernes 13 de enero de 2006. Los francotiradores del Grupo Halcón están a la espera de una orden. El negociador Miguel Sileo -Luis Luque- mantiene contacto permanente con Vitete y también es víctima de sus engaños. Entre la "pareja despareja" protagónica y Sileo se construye el clima de tensión que el relato necesita y que alterna los preparativos previos al gran atraco con el presente que mantiene al grupo y sus rehenes en escenas efectivas y graciosas. La recreación del túnel para el escape, el uso de la música -con el tema Ultraviolento- y un elenco sólido hacen que la película funcione desde el comienzo y se sostenga con interés a pesar de que el público ya conoce el desenlace. En ese sentido, Winograd aprovecha los laberintos del filme inspirado en hechos reales y con el fantasma de los bancos como villanos reales para un producto de género concebido con grandes recursos.
Para este proyecto se tomaron todos los recaudos, los mejores actores, las mejores investigaciones y el director perfecto para que le diera ritmo, toques de comedia y desde el respeto a lo que realmente ocurrió, mas licencias creativas . Para el guión uno de los colaboradores fue un integrante de la manda, el cerebro, Fernando Araujo, mas las investigaciones periodísticas y el talento de Alex Zito. Es que el famoso asalto al banco Rio de Acasusso, con su toma de rehenes de un supuesto atraco exprés quedó en la memoria y la leyenda. Mientras el banco estaba rodeado por la policía y los medios en vivo, en el sótano estaban vaciando 145 cajas de seguridad, se calcula un botín de 20 millones de dólares entre efectivo, oro y joyas, y ladrones huían rápidamente por un desagüe, mientras dejaban en el lugar un cartelito famoso y la totalidad de sus armas de juguete. Con un elenco de los sueños, encabezado por la dupla Guillermo Francella y Diego Peretti, secundados por Luis Luque, Pablo Rago, Rafael Ferro y Mariano Argento, con cameos de los verdaderos asaltantes, la película entretiene y crea un suspenso sostenido, con toques de comedia pero con una gran precisión de los movimientos y progresos de la banda. La preparación se muestra minuciosa y el asalto cuando termina, nos deja con ganas de más. Los personajes tienen su derrotero con detalles íntimos, y una química entre Francella y Peretti que funciona a cada paso. Sus personajes están mostrados en toda su riqueza, con los matices y curiosidades que los han hecho famosos en el mundo. (Ellos cuentan con lujo de detalles como fueron sus días de filmación y preparación, ver el reportaje en este portal) Ariel Winograd es un experto en el género de la comedia, ha hecho exitazos, como “Mama se fue de viaje”, “Mi primera boda”, “Permitidos”. Aquí ese pulso se une al género policial, con la necesidad de mostrar un verdadero mecanismo de relojería y el resultado es un deleite para el espectador. Sin dudas será un verdadero éxito de taquilla.
"El robo del siglo": todos los ingredientes para conquistar al público masivo La película de Ariel Winograd cuenta con un buen elenco y sólidas herramientas técnicas, aunque no se sale del canon del cine industrial más simple. Todavía es posible encontrar, esparcidas por internet, las notas periodísticas de 2006 que hablan del temerario golpe que un grupo de ladrones dio en la sucursal Acassuso del Banco Río, que por su perfil espectacular y el millonario botín sustraído fue bautizado como “El robo del siglo”. Los cronistas de la época citan a los expertos y peritos de las fuerzas de seguridad, que sin poder salir del asombro calificaban al trabajo hecho por los delincuentes como “una verdadera obra de ingeniería”. No era para menos: el plan incluía la construcción de una compleja red de túneles y un dique dentro del alcantarillado público. Eso por no hablar de una puesta en escena cinematográfica, a partir de la cual los criminales simulaban un vulgar robo fallido con toma de rehenes, mientras saqueaban las cajas de seguridad para luego escapar bajo tierra. O del adorable (e inteligente) detalle de dejar en la escena del crimen las armas falsas que utilizaron para reducir a los rehenes, junto con una nota dirigida a los futuros investigadores, en la que de manera modestamente poética establecían una declaración de principios: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es solo plata y no amores.” Era solo cuestión de tiempo para que todo esto acabara en una película. Casi 15 años después y bajo el obvio título de El robo del siglo, el encargado de llevar la historia al cine es Ariel Winograd, quien a fuerza de comedias clásicas se convirtió en uno de los cineastas locales más taquilleros. Alcanza con recordar que su último trabajo estrenado en salas locales, Mamá se fue de viaje, fue el film nacional más visto de 2017, con más de un millón setecientos mil espectadores. Como director ha dado sobradas muestras de eficiencia a la hora construir dispositivos cinematográficos con los que el gran público se conecta fácilmente. El candidato perfecto para convertir a este en un nuevo y gran éxito. Igual que a los ladrones de su película, se puede considerar a Winograd como un gran ingeniero. Alguien que conoce bien cómo funcionan las estructuras del relato cinematográfico y maneja con habilidad las herramientas técnicas para convertir a una historia en película. Para que ese éxito se concrete no es menor la ventaja de trabajar con elencos idóneos, capaces de cumplir en escena y al mismo tiempo rendir en las boleterías. En ese sentido la dupla que integran Guillermo Francella y Diego Peretti es perfecta. La química entre ellos no solo desborda la pantalla sino que, a priori, su presencia garantiza el interés del gran público. Si a eso se le suma el respaldo de un elenco igualmente efectivo, no caben dudas de que se trata, una vez más, de una de las películas que dentro de doce meses estará entre las más vistas de 2020. Si eso ocurre el mérito será del director, que como líder del proyecto consiguió nuevamente entregar un producto capaz de competir de igual a igual con los grandes blockbusters del cine estadounidense, que son los dueños de las pantallas. La paradoja del caso Winograd es que el secreto de su éxito comercial esconde también su mayor debilidad. Sin dudas se trata de un profesional que película a película va refinando su manejo de los recursos técnicos de la narración cinematográfica. Aun así, estas no dejan de mantenerse demasiado apegadas a los moldes que las inspiran. Porque si en algo se especializa Winograd es en tomar diferentes subgéneros de la comedia hollywoodense, para reproducirlos con color local. La comedia de bodas o la romántica con ladrones; la comedia de parejas o la del hombre obligado a ocupar el rol de la mujer; o en este caso, las Heist Movies en clave de comedia. Winograd filma clones y sus películas pueden definirse como no-lugares cinematográficos en los que el contexto no importa, y lo mismo da si todo sucede en Buenos Aires, Filadelfia, Tokio o París. Tal vez por eso sus películas conectan cada vez mejor con el público masivo, tan poco acostumbrado a salirse del estricto patrón del cine industrial más simple. Es por eso que su ópera prima, Cara de queso (2006), sigue siendo su trabajo más personal, el más autoral, por decirlo de modo exagerado. Porque incluso con las falencias que pudiera tener –como la abundancia de estereotipos o su dificultad para terminar de anclarse en el contexto histórico que la propia película planteaba—, en ella había una búsqueda que iba más allá del ejercicio exitoso del cut & paste. Habrá que ver si al director le interesa dar ese salto de regreso hacia un cine más personal, pero con el upgrade técnico de su experiencia posterior.
Pasó el viernes 13 de enero de 2006 en Acassuso, elegante barrio del Gran Buenos Aires. Se lo consideró un robo perfecto desde el punto de vista de los hechos y parece haber satisfecho a una gran mayoría que vio en lo que ocurrió lo que cada uno quiso interpretar. Un robo a un banco con armas de juguetes, que diluyó entre 15 y 20 millones (atrapados los responsables, fue encontrado un uno por ciento del botín), que vació la mitad de sus más de 140 cajas de seguridad y no dejó víctimas (los arrendatarios de las cajas fueron compensados por el banco). Como final, una épica salida de los ladrones cargados con su precioso botín en deportivos gomones desde las profundidades del banco hacia el río de la Plata. Todo aglutinó un operativo de más de trescientos policías, francotiradores y los medios que acompañaron el suceso. Un "robo blanco" que cerró su actuación con el mensaje que dejaron los ladrones para la policía: "En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores". Escrito que emanaba un reconocible y cooperativo aroma idealista a Robin Hood del conurbano. GUION REDONDO El filme de Ariel Winograd ("Mi primera boda", "Vino para robar") se mete con los que protagonizaron el hecho, antihéroes barriales capaces de hacer realidad sueños imaginarios y "construir impensables rutas" hacia el quimérico objetivo. Los pinta con sus personalidades y exponiendo sus acciones personales, para luego mostrar su entorno y el cómo fue posible todo. No contento con esto, los descubre ya fuera de la prisión, en sus casas después del robo y con leyendas, en el final, que nos informa qué fue de ellos terminada la condena. Un buen ritmo narrativo y un guion claro realizado por uno de cinco perpetradores del llamado "robo del siglo" (Fernando Araujo con el distribuidor Alex Zito) marcan parte del acierto de esta realización comercial; el resto lo integra la cuidada parte formal con la fotografía de Félix Monti a la cabeza, un impecable trabajo de producción y la solvencia profesional de los actores. A la cabeza, la dupla Francella-Peretti. Francella como el uruguayo Vitette Sellanes, interpretación luminosa y abierta del "personaje más personaje", capaz de jugar con él mismo y con los demás. El otro, el cerebro de la banda, el artista que planeó todo, Fernando Araujo (que con el tiempo fue coautor del guion de la película), encarnado por Peretti en una actuación que combina intimidad y exteriorización de sentimientos en logrado combo. La totalidad del elenco no tiene desperdicios, desde los actores que encarnan al negociador y al fiscal, hasta la anciana clienta del banco que cumple años (Pochi Ducasse), todos se ponen el uniforme de una película entretenida y hecha con pasión.
El robo que se produjo a la vista de todos y que cuando se resolvió despertó la admiración de muchos, llega al cine con actores populares y gran producción. Si, claro, ya sabemos que está mal robar pero también es cierto que la idea de un robo perfecto resulta fascinante y que las películas sobre el tema son todo un género. En el verano de 2006 una sucursal del Banco Rio sufrió un robo comando que derivó en una toma de rehenes. Los ladrones dialogaban con el negociador de la policía de la provincia de Buenos Aires, mientras el grupo Halcón tomaba posición por las dudas de que hubiera que entrar en acción, pero desde lo que se conoció como “Masacre de Ramallo” en 1999, el protocolo en casos de robos con rehenes se volvió más estricto y con una operatoria más estricta. El diálogo entre el negociador y los asaltantes se desarrollaba a un ritmo lento y frente a la sociedad que esperaba expectante que se resolviera el caso. Lo que nadie sabía, excepto los miembros de la banda, es que lo que se estaba viviendo era un robo guionado, planificado desde hacía meses y que iba a combinar distintas artes para lograr un golpe limpio, sin daños para nadie, que a los investigadores les iba a llevar mucho tiempo dilucidar. Cuando la policía entró al banco los asaltantes se habían ido y solo quedaban dentro de la sucursal algunos rehenes comiendo las pizzas que se habían pedido unas horas antes. El objetivo real del golpe se descubrió recién cuando las fuerzas de seguridad entraron y descubrieron el túnel que llegaba a las cajas de seguridad. Mientras en la superficie se desarrollaba el golpe con rehenes por debajo entraba la otra parte de la banda y vaciaba todo. Esa verdadera obra de arte fue siempre vista como un golpe verdaderamente cinematográfico y lo que siguió terminó de redondear esa mirada. Los errores que llevaron al descubrimiento de la trama, los relatos de los cabecillas. que se convirtieron en verdaderos personajes mediáticos y las leyendas urbanas que circularon desde ese momento, terminaron por darle al “robo del siglo” las características ideales para llegar al cine. Ariel Winograd (Cara de queso, Mi primera boda, Vino para robar, Sin hijos, Permitidos, Mamá se fue de viaje) se enteró hace unos cinco años de que uno de los cabecillas de la banda estaba interesado en contar la historia para el cine y también por esos días se conoció “Sin armas ni rencores”, la investigación periodística de Rodolfo Palacios, así que se gestó la reunión con Fernando Araujo, el ideólogo y líder de la banda y el director. Tomando como base el libro y con un guión escrito por Araujo y el productor Alex Zito dio forma a El robo del siglo, con Guillermo Francella, que encarna al carismático Vittete Sellanes y Diego Peretti, que asume el rol del enigmático Fernando Longo, más Rafael Ferro, Pablo Rago y a Luis Luque, como el negociador de la policía. Winograd relata con pulso firme y buen ritmo mostrando además su gusto por el género, su amor por el cine de acción y en ese sentido incorpora referencias que nunca llegan a ser molestas ni funcionan como canchereadas vacías. Es cierto que los argentinos tienen a la historia del robo lgrabada en la memoria, pero nunca está de más ser testigo de lo que puede el ingenio. Francella tiene a su cargo el papel principal, porque si bien Araujo pensó el plan y descubrió la forma de engañar a la policía, fue el uruguayo Vitette Sellanes el que comandó el golpe en el banco y el que manejo los tiempos de la negociación con la policía. Para eso la banda tuvo un trabajo previo que está narrado en la película y que forma parte de lo más interesante del relato. Cine popular, de acción, con actores que juegan sus roles con solvencia y una banda de sonido de que reúne a Frank Sinatra con 2 Minutos y Calamaro. Algunos dirán que es solo un pasatiempo y desde aquí nosotros rubricamos y nos gusta que así sea. EL ROBO DEL SIGLO El robo del siglo. Argentina, 2020. Dirección: Ariel Winograd. Guión: Alex Zito y Fernando Araujo. Intérpretes: Guillermo Francella, Diego Peretti, Luis Luque, Pablo Rago, Rafael Ferro, Mariano Argento, Juan Alari, Iván Steinhardt, Magela Zanotta, Johanna Francella. Producción: Alex Zito, Pola Zito, Fernando Szew, Axel Kuschevatzky, Juan Pablo García, Ricardo Freixa y Fernando Carranza. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 114 minutos.
El robo a la sucursal Acassuso del Banco Río fue, más que un crimen, una obra de arte destinada a convertirse, tarde o temprano, en película. Además de llevarse un botín de entre 8 y 25 millones de dólares sin disparar ni un tiro, ese 13 de enero de 2006 la banda de Mario Vitette Sellanes empezó a escribir, con sus actos, el guión que ahora se transformó en El robo del siglo, esta entretenida comedia policial. Con tono ligero pero respetando a grosso modo los hechos, Ariel Winograd cuenta cómo se gestó y se concretó El robo del siglo, y lo que ocurrió después. Experto en importar el lenguaje de la nueva comedia americana y adaptarlo al paladar nacional (Sin hijos, Permitidos, Mamá se fue de viaje), aquí Winograd narra ese genial asalto con la agilidad del cine de género hollywoodense, pero sin desdeñar un humor muy argentino. Y si de humor argentino hablamos, no podía faltar -por más que algunas almas sensibles se horroricen- Guillermo Francella. Que aquí, en el papel de “el hombre del traje gris”, Vitette Sellanes, combina la faceta dramática que empezó a mostrar desde El secreto de sus ojos con la picardía de aquel viejo Francella televisivo. Es decir que vuelve el Francella que le gusta a la gente, pasado por el tamiz de la moderación. Pero el mejor papel recayó en Diego Peretti: a él le tocó interpretar al ideólogo del robo, Fernando Araujo, que no por casualidad figura en los créditos como coguionista junto a Alex Zito (también productor). A Araujo se lo presenta casi como un hombre del Renacimiento, artista plástico y experto en artes marciales, un bohemio colgado que en un par de epifanías canábicas se ilumina y pergeña uno de los atracos más audaces de la historia argentina. Este porrero de Peretti que comparte sus planes criminales con su psicólogo y aquel ladrón profesional de Francella forman una dupla magnética, que realza el atractivo de una historia de por sí fascinante. Así, la película no se inscribe sólo en la tradición de Hollywood de los heist films -sobre asaltantes y asaltos que suelen terminar mal-, sino también en la de las buddy movies -películas de amigos- y las comedias fumonas. Si los asaltos a bancos suelen ser vistos con simpatía, en este caso la tranquilidad de saber que en la realidad no hubo muertos ni heridos y que los damnificados fueron compensados permitió que, sin remordimientos, se dotara de un romanticismo aún mayor al golpe. Y a todos los personajes, ese grupo heroico de antihéroes que concretó la Capilla Sixtina de los robos.
Varias de las películas argentinas más taquilleras de los últimos años se basaron en historias reales de criminales que tuvieron amplia repercusión mediática. En la línea de El clan y El Ángel, El robo del siglo tiene como punto de partida la recreación del ingenioso, audaz y multimillonario golpe a la sucursal Acassuso del Banco Río hace poco más de 14 años (13 de enero de 2006). Quizás con menos acento y profundidad en lo psicológico que esas dos predecesoras, este nuevo film del prolífico director Ariel Winograd se sostiene como un eficaz exponente de ese subgénero tan transitado por Hollywood como el de las heist movies con los preparativos, la concreción y las consecuencias de un atraco (hay aquí mucho humor y cierto aire cool que remiten al cine de Quentin Tarantino y Steven Soderbergh). Todo comienza con una noche de tormenta, unos desagües precarios, unas alcantarillas que rebalsan, una inundación y una revelación. El de la epifanía es Fernando Araujo (Diego Peretti), pero a la hora de armar la banda y diseñar el golpe convoca al mucho más experimentado, pudiente y profesional Luis Mario Vitete Sellanés (Guillermo Francella). Entre las iniciativas, contradicciones y miserias de ambos protagonistas pendulará este film que tiene también mucho de buddy movie; es decir, esas comedias de enredos sobre personalidades distintas (y en muchos casos opuestas) que terminan soportándose y combinándose con miras a un objetivo superior. Aunque mucho se ha escrito desde el periodismo y la literatura sobre "el robo del siglo", no conviene adelantar demasiados detalles sobre cómo se desarrolló, pero sí que Winograd y su equipo (que incluyó al propio Araujo como uno de los coguionistas) reconstruyeron con notable verosimilitud y credibilidad cada detalle de uno de los robos más espectaculares de la historia delictiva argentina. En ese sentido, caben destacar los hallazgos no menores tanto de la dirección de arte de Daniel Gimelberg como de la fotografía del experimentado Félix Monti. En el terreno actoral, Francella y Peretti aportan carisma, empatía y cierta dosis de patetismo, mientras que los personajes secundarios de Pablo Rago y Rafael Ferro no están del todo aprovechados (bastante mejor resulta lo de Luis Luque como Miguel Sileo, el perfecto antagonista en su rol de negociador del Grupo Halcón) y las subtramas dramáticas (como la tirante relación de Vittete con su hija) no agregan demasiado. De todas formas, El robo del siglo tiene una solvencia narrativa, un despliegue visual y musical (la banda de sonido incluye temas de Frank Sinatra, The Kinks, Andrés Calamaro y punk local de Los Violadores y Dos Minutos) como para que ese impactante golpe en el que -como coincidieron casi todas las crónicas- "la realidad superó a la ficción" encuentre ahora un bienvenido y potente realismo... desde la ficción.
Es difícil que aquel día los damnificados hayan dicho “así da gusto que lo roben a uno”. Quizá lo dijeron después, cuando el banco los indemnizó. Pero hasta ellos se habrán sentido admirados por el robo. Incluso habrán sentido algo de pena cuando la Policía capturó a los ladrones (pero nunca recuperó toda la plata). Bien, ahora damnificados, policías, gerentes de banco, amigos, clientes y proveedores, y público espectador, lógicamente, pueden decir, todos juntos, “así da gusto que hagan una película sobre aquel robo”. De hecho, tiene la elegancia y el buen humor que le faltaban a “Cien años de perdón”, que era la versión libre del mismo hecho. Risueña, entretenida, bien cuidada, con un lindo elenco, personajes queribles (algo fundamental), frases regocijantes, marcada fidelidad a los hechos reales, agregando interesantes novedades (la gente cree saberlo todo sobre este caso, pero hay sorpresas), “El robo del siglo” es un lindo homenaje a la singular picardía de quienes cometieron aquel famoso ilícito “sin odios ni rencores” a la sucursal Acasusso del Banco Rio. Y es, desde ya, una de las mejores comedias policiales argentinas. Así como Fernando Araujo pudo haberse inspirado en el robo al banco de Niza de 1976, mejorando ampliamente la idea y dándole el debido toque personal, Ariel Winograd, el mismo de “Vino para robar”, toma algunas pautas genéricas de las comedias clásicas de ladrones y hace la suya, con su propio toque de verdadero amante del cine y fabricante de éxitos. Como base, emplea testimonios de los propios partícipes en el hecho, que ya de por sí era “de película” (algunos hasta hacen un cameo). Como resortes para manejar la tensión salta ciertos pasos de los preparativos del robo, que luego explica con flashbacks bien puestos. Y maneja sin descuido alguno la sonrisa cómplice y el suspenso. Todo está bien contado. Y todo culmina en los créditos finales, nada sobra. En la producción, varios de los mejores especialistas locales, desde el benemérito director de fotografía Félix Monti para abajo. Y en pantalla, un seleccionado de lujo con la dupla Peretti-Francella como punta de lanza. Esto es un robo, dirá la competencia (acaso por eso hay sólo dos estrenos esta semana).
El robo del siglo es la Heist movie Argentia definitiva. Es decir, es la “película de atraco” por excelencia mejor lograda y ejecutada. Ariel Winograd, quien hizo toda su formación y armas en la comedia, desde su genial ópera prima Cara de queso (2006) hasta Mamá se fue de viaje (2017), explora otro género y le sale más que bien. Nunca abandona el humor, porque en esta película hay mucho y estructuralmente está armada como una comedia, solo que tiene unos cuantos elementos de thriller e incluso acción. Asimismo, le suma muchos puntos que no solo esté basada en una historia real sino que la misma sea ultra popular. El robo al Banco Río de Acassuso ocurrido el 13 de enero de 2006 fue visto como un acto de justicia social para muchos en su momento y el pasar de los años ha acrecentado la leyenda. Más aún cuando fuimos conociendo por los medios de comunicación a sus autores. A Guillermo Francella se le nota un gran disfrute interpretando a Mario “el uruguayo” Vitette. Amalgama perfecta de los papeles más comprometidos que viene haciendo últimamente y de sus dotes natos para el humor. Aquí “Francellea” bastante en varias escenas, algo que el público agradece mucho. Diego Peretti, sólido como siempre, compone un exquisito Fernando Araujo (el cerebro detrás de todo). Al resto de la banda la forman Pablo Rago, Rafael Ferro y Mariano Argento. Cada uno muy bien en su papel. Los mismo que Luis Luque, quien hace del negociador de la policía. El nivel de producción es espectacular, nada que envidiarle a Hollywood. Y la puesta que logra Winograd es indiscutible. El robo del siglo es el máximo exponente de cine de género de Argentina y está destinada a ser el gran estreno nacional del año.
Esta semana se cumplieron 14 años del famoso asalto al Banco Río sucursal Acassuso (13 de enero 2006), un atraco llamado por escritores, especialistas policiales y hasta por fabuladores de robos perfectos “El robo del siglo”. No por eso se le debería hacer un homenaje a un hecho delictivo, pero en cambio el mito que persiste en el tiempo genera sus fantasmáticos atractivos. Los misterios de aquello sucedido, sus secretos y sus absurdidades son algo meritorio de evocarse y entregarlo a las manos de la bendita ficción y sus pócimas mágicas. El cine nacional comercial – acompañando también un movimiento ya cimentado por la pantalla norteamericana desde hace años – ha decidido en estos últimos tiempos tomar casos reales, producir sobre el famoso paradigma “basado en hechos reales” y disparar de allí una narrativa ficcional convocante y popular, que propone una adaptación con muchas licencias, muy poco fieles a la veracidad de los hechos, decisión que suele resultar más beneficiosa que perjudicial. Esta apuesta nueva de Ariel Winograd, es sin duda la más ambiciosa de toda su carrera a la fecha, tanto por su gran modelo de producción, como por el hecho de sumergirse en un nicho muy singular, el de un submundo del policial (en este caso unido de raíz a la comedia) que es el de la narrativa del robo. El robo como la estrella, el robo como la gran coreografía teatral que será el centro de atención del relato. No es la historia de un ladrón, o dos y sus peripecias como en Vino para robar (2013) es la puesta teatralizada (en el marco del lenguaje cinematográfico) de un robo estelar y sus actantes. Solo nos interesa ver como se despliega la narrativa del robo en la cabeza de sus progenitores, porque el robo es como un relato en sí mismo, un relato imaginado por alguien, un ladrón y no un escritor. Así es que el mismo funciona cual secreto que queremos que se nos vayan revelando de a hilachas, para degustar la fantasía de ver cómo fue tejido su argumento, paso a paso, y como se puso en escena de la mano de sus protagonistas. No importa saber la objetividad de lo sucedido, importa la cocina del ritual de su preparación y verlo ficcionalmente servido en la mesa, como si hubiéramos podido espiar aquel delito que ocupó las primeras planas. Ante todo El robo del siglo es una comedia, de enredos, grotesca, muy criolla y con todas las licencias y libertades que la comedia le otorga a este nicho de género: la rendición del verosímil, la agilidad narrativa, la falta de fidelidad para documentar, y el gag como punto de costura para hilar todo el relato. La puesta fotográfica que va de escenas en estudio a decorados reales, donde nos sumergimos en el famoso “boquete” y su recorrido subterráneo, se combina con prolijidad y eficiencia entre las escenas del interior del banco y el despliegue de la calle con el famoso grupo “Halcón” y su mediador, el impecable Luis Luque. En la cámara y la iluminación se destaca el trabajo intachable del maestro de la luz nacional “El Chango Monti” que con 80 años sigue desplegando su arte y su técnica como pocos. Dado que la meta de un filme de este corte es una llegada directa a un público masivo, el elenco no podía ser blando o difuso en su estilo actoral, por el tanto la combinación de Diego Peretti como el líder intelectual, psicoanalizado y fumón se potencia junto a Guillermo Francella que la va del ladrón de estirpe, con esa gracia única que le imprime, haciendo de veterano canchero que invierte sus ahorros en esta empresa alocada. Entre ambos arman un buen dueto de comicidad clásica que entre sus remates y sus contra remates, generan una dinámica simple pero efectiva, muy apta para quienes disfrutan del entretenimiento, de las manías y de los estereotipos de un humor local. Por Victoria Leven @LevenVictoria
Un plan astuto para llegar a los millones “El robo del siglo” (2020) es una comedia de atraco nacional basada en hechos reales. Dirigida por Ariel Winograd (Permitidos, Mamá se fue de viaje), la cinta está co-escrita por Fernando Araujo, el cual fue uno de los ideólogos del robo que se muestra en el filme. Protagonizada por Guillermo Francella y Diego Peretti, el reparto se completa con Luis Luque, Pablo Rago, Rafael Ferro, Mariano Argento, Juan Alari, entre otros. 10 de enero de 2005. Fernando Araujo (Diego Peretti), profesor de karate oriundo de San Isidro, se encuentra caminando por su barrio en una noche lluviosa, bajo los efectos de la marihuana. Cuando llega de casualidad al Banco Río ubicado en Acassuso, entre las calles Perú y Libertador, a Fernando se le prende la lamparita: ese es el lugar perfecto para realizar un gran robo. Al necesitar socios que lo respalden, por recomendación Araujo se contacta con Luis Mario Vitette (Guillermo Francella), un hombre que no se considera chorro sino “ladrón profesional”. Al principio negado porque él se caracteriza por cometer delitos sin la ayuda de nadie, pronto Luis acepta y aporta gran cantidad de dinero para comprar herramientas que facilitarán que el robo sea un éxito. Junto a otros tres compañeros, la banda engañará a la policía y se pondrá manos a la obra para vaciar las cajas de seguridad. La mayoría de argentinos recuerda el asalto a la sucursal del Banco Río que se dio el 13 de enero de 2006, ya que tuvo mucha relevancia en los medios de comunicación por la ingeniosa manera en la que actuaron los delincuentes. Haciéndolo pasar por un robo exprés, y utilizando armas de juguete, una parte de este grupo tomó de rehén a las 23 personas que se encontraban dentro del Banco ese día, con el único objetivo de distraer a la División Especial de Seguridad Halcón que estaba afuera. De esta manera, sin lastimar a nadie, los ladrones se fugaron por un boquete que habían abierto con anterioridad en una de las paredes, el cual conducía a un túnel subterráneo que los dejaba en gomones a motor ideales para escapar sin ser vistos. Entretenida y muy argenta, la película de Winograd funciona a la hora de recrear el robo, destacándose el nivel técnico por sobre otras obras nacionales. Sin embargo, si lo que se quiere es ver una historia de personajes, ésta producción no es recomendable. Con un desbalance de tiempos muy notorio, la introducción de la obra se vuelve demasiado apresurada, no dejando lugar ni siquiera a que conozcamos a todos los ladrones (de los roles secundarios ni nos vamos a acordar los nombres cuando empiecen los créditos). Desde que los protagonistas se encuentran por primera vez hasta que el asalto se lleva a cabo pasa un año, sin embargo esto no está bien representado en el filme, dando la sensación de que el delito ocurre a los pocos días que Araujo y Vitette se hacen socios. Por otro lado, hay que tener en cuenta que en “El robo del siglo” se le da el foco principal a la comedia. El guión utiliza el chiste fácil y, aunque a veces se logra generar risas en el espectador, en muchas otras oportunidades el resultado es nulo. En cierto momento el filme da la sensación de llegar a su final, sin embargo continúa en un último acto que pretende ser dramático. Al tener tanta comedia en un principio y no contar con un buen desarrollo de personajes, el destino de estos criminales no puede importarnos menos. Sin embargo, sino se recuerda en detalle cómo fueron descubiertos los ladrones, el giro narrativo otorga tanta sorpresa como diversión. Con respecto a las actuaciones, aunque la dupla de Francella y Peretti es correcta, la labor de cada actor recuerda muchísimo a trabajos previos de éstos. Con un humor y personalidades que ya estamos acostumbrados a ver no solo en los protagonistas sino también en Rafael Ferro, Luis Luque y Pablo Rago, la película decide ir a lo seguro para contentar a su audiencia. Por otro lado, Johanna Francella en el rol de hija de Guillermo también en la ficción deja bastante que desear a pesar de contar con poco tiempo en pantalla. Lejos de ser un filme nacional memorable, “El robo del siglo” cumple a la hora de mostrar cómo fue el robo en sí. Más allá de eso, la película no logra destacarse, debido en su mayoría al tono con el que se decidió contar esta historia real.
El Robo del Siglo logra encontrar sus puntos más fuertes en la comedia y en sus actores principales creando así una experiencia totalmente disfrutable pero que podría haber sido una producción mucho más interesante si el desarrollo de las situaciones verídicas tuvieran una mayor profundidad. Corría el año 2006 y en plena recuperación post crisis económica y social, un nuevo evento sacudió a la sociedad argentina. El robo al Banco Río de la Ciudad de Acassuso fue robado casi en su totalidad gracias a un grupo de personas que idearon un plan tan meticulosamente que fue considerado cómo uno de los mejores robos jamás pensados en la historia. La particularidad de este atraco fue que los autores intelectuales y materiales lograron entrar y salir del banco sin tener ningún herido en su estadía dentro de la sucursal y para su salida hicieron una especie de túnel que conectaba la caja fuerte del banco con un desagüe de las alcantarillas de la zona y que posteriormente desembocaba en el Río de la Plata. Si bien la policía en su momento quedó en la mira de todos por no haber podido atrapar a estos delincuentes, meses después todos y cada uno de los miembros que hicieron este robo posible terminaron en las rejas. Hoy, 14 años después de semejante obra maestra del engaño, ésta historia llega al cine bajo el nombre de El Robo del Siglo y con Ariel Winograd (Mamá se fue de viaje, 2017) en la dirección y con un guión escrito por Alex Zito y Fernando Araujo. En ésta adaptación la película se centrará en cómo Fernando Araujo (Diego Peretti) craneó de buenas a primeras el famoso robo al Banco Río y como paso a paso fue reclutando a las personas perfectas para idear este plan infalible. Teniendo a Mario Vitette (Guillermo Francella), un ladrón 100% profesional y con una larga experiencia en el rubro delictivo, funcionando como mano derecha ambos deberán limar las asperezas que puedan llegar a existir dentro del grupo para poder llevarse uno de los botines más grandes de todos los tiempos. Si hay algo que es evidente es que Ariel Winograd tiene una gran forma de crear comedia. A pesar de que la mayoría de sus películas no son escritas por él, como en este caso, uno puede inmediatamente reconocer que Winogrand está detrás de ellas. El Robo del Siglo es un claro ejemplo de esto y se nota desde las escenas principales gracias al guion que logra captar esa esencia del director y a lo largo de todo el desarrollo de la trama el libreto otorga de manera memorable algunos momentos que son muy, muy graciosos. Ahora bien, yendo por fuera de la parte que pueda generar gracia al espectador, la historia en su totalidad no está lo suficientemente bien pulida cómo para generar una sensación de conformidad total. Da la sensación de que al tratarse de una historia real y al no poder contar con una versión 100% oficial de parte de cada uno de los involucrados en el acto, los eventos que tienden a funcionar como dramatización quedan flojos con respecto a los que son puramente ficcionados. Ahí es donde la película encuentra su disyuntiva más grande: contar los eventos verídicos deben lograr una conexión más fuerte para con el espectador y que las licencias que el guion se tiene que tomar, por cuestiones obvias, sirvan para que la experiencia cinematográfica sea disfrutable en su totalidad. La cinta apuesta a esta fórmula pero de forma inversa y ahí es donde encuentra sus fallas más grandes, a pesar de que nunca deja de ser disfrutable ni divertida. Por otra parte la cinta logra generar momentos de intriga en cuanto al desarrollo y a la idea del plan al mejor estilo de La Gran Estafa (2001) al utilizar el montaje cómo un arma fundamental para establecer el suspenso dentro del relato y que, a veces más a veces menos, logra generarse de buena manera. Siguiendo por este camino elegido por el guion es por donde transitan los personajes, que si no fueran por las interpretaciones de las dos estrellas principales con las que cuenta la cinta, Francella y Peretti, también serían cuestionables sus trasfondos y motivaciones. Eligiendo dejar de lado ese aspecto y apostando a que el espectador “compre” desde un primer momento lo que los personajes hacen la mayoría de los personajes logran tener sus momentos de gloria y crear excelentes segmentos de comedia pura encabezados por un Francella puro recordando sus mejor momentos en Casados con Hijos o en su antiguo programa de sketches, Poné a Francella. Peretti también logra tener sus momentos en donde acapara toda la atención pero en otro nivel y que dadas algunas de las características que tiene su personajes, no terminan de depositarlo a lo que podrían ser sus mejores aptitudes. Completando el podio de los que mejor se desenvuelven a lo largo de toda la cinta se encuentra Luis Luque que en otro rol, completamente secundario, da el antagonista que la película necesita para que la trama del robo funcione de manera correcta. Completando el elenco están Pablo Rago, Rafael Ferro, Mariano Argento y Johana Francella que dan actuaciones variadas en cuanto a calidad pero que en cuanto a desarrollo se ven muy alejados de los dos protagonistas (que tampoco tienen tanto). El Robo del Siglo termina siendo un digno film de atracos pero que por la magnitud del caso verídico termina dejando gusto a poco. La película termina siendo satisfactoria gracias a sus momentos de comedia pura y a la perfecta ejecución gracias sus dos estrellas protagónicas y a un montaje que aliviana los segmentos de planeamiento/ejecución de uno de los robos más emblemáticos de nuestra historia.
Una pieza de arte en 3D abre El Robo del Siglo. Quien contempla dicho juego de perspectiva es Fernando Araujo, la mente detrás del histórico asalto. Lo que se ve y lo que es, dualidad que definirá a su propia obra maestra, aquella que da título a la nueva película de Ariel Winograd.
Banco Río; 13 de enero de 2006; Acassuso; quince millones; dos gomones; cinco hombres. El robo del siglo podría ser descrito de muchas formas, pero con la película de Ariel Winograd llegó la manera definitiva de hacerlo. El director de Cara de queso y Sin hijos amolda con éxito los delirantes sucesos ocurridos a cargo de Luis Vitette Sellanes y sus secuaces al particular mundo de comedias que construyó a lo largo de casi una quincena de años.
A un tipo se le ocurre la idea de robar un banco, casi como si se tratara de un hecho artístico, un evento único que será su manera de dejar una marca personal para la posteridad. Con esa meta en mente, se dispone a armar un equipo, estudiar hasta el más mínimo detalle y diseñar el plan perfecto. Esa es la historia, basada en hechos reales y relatada desde el punto de vista del cerebro del golpe (Fernando Araujo quien participa como coguionista junto con Alex Zito), que cuenta El robo del siglo, la nueva película de Ariel Winograd (Mi primera boda, Sin hijos, Mamá se fue de viaje) que llega hoy jueves 16 de enero de 2020 a las salas argentinas. Justamente este lunes se cumplieron 14 años de aquel viernes 13 de enero de 2006, el día en que la banda conformada por Fernando (Diego Peretti), Marito (Guillermo Francella), un mecánico apodado El Marciano (Pablo Rago), Beto (Rafael Ferro) y el contacto (Mariano Argento) entró a la sucursal del Banco Río de Acassuso, tomó 23 rehenes, se llevó 15 millones de dólares de 147 cajas de seguridad y logró huir con el botín ante la atónita mirada de los más de 300 policías y francotiradores del Grupo Halcón que rodeaban el lugar, comandados por el fiscal (Mario Alarcón) y el negociador Miguel Sileo (Luis Luque). El plan no hubiera sido redondo si no hubiera tenido en cuenta que para convertirse en “héroes” los ladrones tenían que contar con la complicidad popular, de modo que dejaron sus armas (de juguete) junto a un cartel que decía “Sin armas ni rencores, en barrio de ricachones, es solo plata y no amores”, apelando al viejo lema robinhoodezco, tan caro al inconsciente colectivo argentino: “el robo de guante blanco no tiene víctimas”. Con buenas actuaciones, tanto en los papeles pequeños (Magela Zanotta es La Turca, Johanna Francella es Lucía, Pochi Ducasse es la señora del banco y Juan Tupac Soler es uno de los rehenes), como en los protagónicos, especialmente a cargo de la dupla central de Francella y Peretti, dos actores con mucho gancho y una presencia muy potente en pantalla, el director construye un relato ágil y entretenido de género, a imagen y semejanza de Ocean 11, con un final al mejor estilo Dos tipos audaces: los dos rufianes simpáticos y queribles (salvo para los damnificados, claro está) alejándose con rumbo al horizonte en un convertible rojo. La película está salpicada de chispazos de humor, que plasman la idiosincrasia argentina, como la mostraba Nueve Reinas , y también evoca, como una suerte de contracara de la misma moneda, el éxito de taquilla del cine argentino en 2019: La odisea de los giles. Tal vez, así como Relatos Salvajes marcaba un clima de época donde la violencia subyacente brotaba como el olor a podrido en distintas situaciones de (in)convivencia, los datos documentales de la crónica policial que aparecen sobre los créditos de El robo del siglo nos sirvan para reflexionar y preguntarnos qué robos estamos dispuestos a tolerar y justificar.
Una historia de película. El 13 de enero de 2006, el Banco Río de Acassuso sufría uno de los robos más grandes de la historia de nuestro país. Un plan perfecto de tal magnitud que incluía una toma de rehenes, la perforación de 145 cajas de seguridad, la construcción de un boquete y un escape con dos gomones. Los ladrones huyeron llevando consigo aproximadamente entre 8 y 25 millones de dólares y 80 kilos de joyas. Semejante planificación y todo el trabajo para llevarlo a cabo parecía salido de una pantalla de cine. Hoy, 14 años después, la historia es contada con elementos cinematográficos gracias a todo lo que los hechos dejaron servido. Un relato que, en manos del director Ariel Winograd, es enlazado muy bien entre ficción y realidad para ofrecer un interesante disfrute audiovisual. Sin tomarse nunca demasiado en serio, El robo del siglo es un film que apela a una mezcla de géneros para dar con una construcción perfecta de historia —y crimen—, la cual respira una palpable pasión cinéfila en su forma. El protagonista del film, y mente maestra del asalto, es Fernando (Diego Peretti), un artista plástico que no le encuentra propósito a su vida hasta que da con su plan maestro. Este personaje es presentado en su taller de trabajo, dándole sus toques finales a una pintura que, conforme se mueve la cámara a su alrededor, cambia su forma dependiendo del punto de vista. De igual manera, esto ocurrirá con una historia que destaca principalmente por ser una comedia, pero que no teme mutar a la par de toda la construcción para planificar el robo. No es por nada que, cuando Fernando observa cómo su porro es arrastrado por la corriente del desagüe fluvial que se encuentra debajo del Banco Río, el encanto estético con el que es narrado se ve completado por un videoclub y los pósters de cine clásico que rodean al protagonista al obtener su musa inspiradora. Es así como a través de Fernando, y su idea inicial, la historia es manejada mediante un ritmo entretenido a pesar de que el espectador ya sepa sobre lo ocurrido y su desenlace. Siendo conocedor de este dato no menor, Winograd hace fluir la trama en torno a la personalidad de los distintos personajes que llevan a cabo su misión imposible, y los conflictos y arreglos que nacen de la química de su elenco. Es allí donde cobra gran peso la dupla conformada por Fernando y Luis (Guillermo Francella), un ladrón profesional de larga trayectoria y el inversionista del que se precisa para adquirir los equipos y la construcción necesaria para el atraco. Si bien la trama está bien llevada bajo el liderazgo de sus dos actores principales, lo cierto es que el personaje de Francella no difiere de otras interpretaciones de su carrera. Y si esto por momentos tal vez ocasione cierta ruptura de verosimilitud, a la vez le otorga la posibilidad de destacarse más aún en escena a su compañero de elenco. La actuación de Peretti, sumado al equilibrado desarrollo de la trama que aumenta en comicidad pero también en dificultades para la elaboración del golpe perfecto, le brinda escena tras escena su talento para interpretar a este genio ideológico que vive en su enigmático pensamiento bajo los efectos de la marihuana. Algo así como un gran Lebowski criminal. Si en algo falla el film de Winograd, tal vez sea en lo desdibujados que se encuentran el resto de los perpetradores. Personajes como Marciano (Pablo Rago), el Doc (Mariano Argento) o Alberto (Rafael Ferro), solo están allí para cumplir su función específica dentro de la suerte de Tarde de perros nacional que elucubraron. El film busca centrarse pura y llanamente en todo el armado y ejecución del asalto, equilibrado entre el humor y el suspenso de cada etapa. Y es en ello donde realmente se luce, no solo por el gag y el manejo narrativo que es utilizado con precisión, sino también por la puesta de cámara que se encarga de explicar con belleza estética los pasos a seguir. Además, gracias a ello se logra construir una idea arquitectónica de los espacios —internos y externos— donde se dan los hechos,siendo las divisiones de cámara, que marcan los distintos puntos donde se posicionan los personajes, un elemento conformado desde el interior del campo cinematográfico, haciendo que se aprecie la parte por el todo y también la totalidad en el conjunto de sus partes. El robo del siglo se construye, al igual que el plan de los personajes, con precisión y un perfecto balance que apela al estilismo de la mezcla de géneros —comedia, policial y suspenso— acompañado por un ritmo siempre ágil y entretenido. Gracias a las variaciones que el director aplica a la historia, se sirve de los distintos elementos puramente cinematográficos para contar los hechos que superan a la ficción. Una historia de película que, 14 años después, encuentra su forma en un film que se encuentra a la altura de la enorme hazaña de estos criminales. Winograd sale airoso de su misión y se fuga sin caer bajo las fallas o inconvenientes que podrían surgir de tal producción.
En Enero de 2006, ocurrió un asalto a la sucursal del otrora Banco Río en la localidad de Acassuso. El hecho, que no lamentó víctimas y tuvo una compleja logística tanto de procedimiento como de escape, fue llamado El Robo del Siglo dado a que sus perpetradores no dejaron absolutamente nada librado al azar. Pero más que robo del siglo, el concepto que se repitió desde el vamos es que se trató de algo “cinematográfico”, aunque irónicamente muchos decían que si a los eventos del robo los vieran en una película sonarían inverosímiles. A riesgo de la obviedad de la frase hecha, la presente película, con suficiente eficiencia, nos muestra que la realidad puede superar a la ficción. Sin armas ni rencores. El Robo del Siglo es una película que cumple lo que se propone. O sea, mostrar el detrás de escena, los detalles logísticos de este “robo cinematográfico”, cómo se desarrolló el mismo desde adentro (lo que no podíamos ver por los noticieros) y, tomando en cuenta que fue un hecho que no tuvo víctimas fatales, pueden apreciarse tanto en retrospectiva como en narrativa ciertas situaciones humorísticas. Ellas tanto de la relación de los asaltantes con las víctimas y las fuerzas de la ley con que debían lidiar, así como de la dinámica interna entre los miembros de la banda, concretamente los roces entre el acercamiento cómicamente amateur de algunos de los integrantes en oposición a aquellos más experimentados. Sin embargo, hay un detalle que esta película bordea como una espada de doble filo y es el desarrollo de personajes. En el costado positivo de ese filo encontramos la caracterización. El personaje de Araujo (Diego Peretti) se nos presenta como alguien con una mentalidad artística y con mucha imaginación. La forma en que se retrata cómo se le ocurre la idea del robo, es efectuada con un lenguaje visual muy claro en sus ideas. Se nos muestra cómo el personaje de Vitette (Guillermo Francella) utiliza un juego de confianza para zafar de una empleada de servicio que lo agarra infraganti en uno de sus robos. Al personaje de Pablo Rago nos lo muestran en su salsa, metido de cabeza en cuestiones técnicas. Los de Mariano Argento y Rafael Ferro no tienen mayor caracterización, el primero es solo quien introduce al personaje de Guillermo Francella dentro del robo, y el segundo planta las semillas de quién será el que destape la olla ante las autoridades. En el costado negativo de ese filo está el hecho de que el Vitette cinematográfico recibe un mayor desarrollo emocional que el resto de sus compañeros. Sabemos que tiene una hija, que no tiene una muy buena relación con ella, que eso se debe a su profesión, y hasta incluso vemos (en un segmento tan gracioso como concordante con la realidad) su paso por una escuela de teatro para poder desempeñarse mejor como tomador de rehenes. En Vitette podemos percibir una motivación clara para querer participar de semejante epopeya. He ahí el problema: si él recibe desarrollo y no tanto los demás, la película sufre por ello. ¿Le quita su gancho a la película? No ¿Es menos disfrutable por eso? No. ¿La aleja de su meta? Para nada. Pero el no haberle extendido la misma cortesía de una motivación emocional clara a, por lo menos, Araujo, el ideólogo del robo, es lo que deja a El Robo del Sigloun peldaño por debajo de la excelencia. Una terapia, por más que profundice sobre el proceder del personaje, por más que de hecho plantee una intimidad, no tiene el impacto de una relación padre-hija como la que sí tiene su co-protagonista. Se podía omitir en absoluto las intimidades de todos, mantener ese espíritu de docuficción que es a la postre la mayor virtud que tiene la película. Solo los hechos, nada más. A nivel interpretativo todos entregan labores sólidas y que terminan de crear lo desopilante de la situación. Si bien Ferro, Rago, Argento (estos tres como miembros de la banda) y Luis Luque (como el negociador policial) son eficientes como secundarios, es la química entre Francella y Peretti lo que está en el corazón de todo. Las discusiones que tienen por el “estado cannábico” del personaje de Peretti, son un ejemplo preciso del juego de opuestos que hace que cualquier dupla funcione a nivel cinematográfico. En lo visual, sobra decir que tiene valores de producción para reconstruir los escenarios del robo de una apuesta inusual en el cine nacional. No obstante, esos valores de producción se perciben también en el dinámico trabajo de cámara que le sabe imprimir el director Ariel Winograd, apoyado por esa leyenda de la fotografía cinematográfica argentina que es Félix Monti.
Adaptación cinematográfica del famoso robo al banco Río. Fernando Araujo (Diego Peretti) es lo que podríamos denominar un “hombre del Renacimiento”. Artista plástico, artista marcial, culto, bueno para las matemáticas e interesado en la astronomía. No obstante siente un vacío existencial. Le falta algo que le dé una sensación de totalidad a las distintas facetas de su vida. Una noche descubre, accidentalmente, la famosa alcantarilla que pasaba por debajo de la sucursal Acassuso del banco. Se forma en su mente, entonces, la idea de un robo perfecto, de una gran cantidad de dinero y con una vía de escape inesperada. Araujo reúne un equipo de gente, amigos de él (aunque no sabemos de qué ámbito los conoce) dispuestos a llevar a cabo el golpe. No obstante les falta dinero para financiar la operación. Ahí es donde entra en escena el ya mítico Mario Vitette Sellanes, alias El Uruguayo (Guillermo Francella). Entre el intelecto y la visión de Araujo, y la experiencia y la picardía del Uruguayo, llevarán a cabo uno de los robos más fascinantes de la historia argentina, y que también ha llamado la atención de la prensa mundial. Es difícil encarar el análisis de esta película sin caer en un paralelismo con La Odisea de los Giles (2019). Ambas son producciones nacionales fuertes, poseen importantes referentes del star-system local y son historias centradas en robos épicos. Si bien es cierto que La Odisea de los Giles tenía sus virtudes, especialmente en el tratamiento del género en el que se inscribe, el “heist film” (películas de robos), no es menos ciertos que está sobrecargada de una bajada de línea moral. Parece ser una película de ladrones justicieros dirigida a un público ultra legalista que necesita que le justifiquen todo el tiempo las decisiones éticas de sus personajes para que se entienda que son los buenos. Sobre estos puntos débiles de la obra de Sebastián Borensztein, es dónde se levantan las fortalezas de El Robo del Siglo. Para empezar, nos encontramos lisa y llanamente con una comedia. Todo el tiempo hay una liviandad y un sentido del humor que lejos de banalizar la situación, hace que podamos disfrutarla sin culpas. A ver, heist films hay muchas ¿Y cuál es siempre el peor defecto de estas películas? La bajada de línea moral obligatoria que nos recuerda que romper la ley está mal. Esa vuelta al status quo tan arraigada al cine clásico de Hollywood. Pero la comedia parece poder escapar de esos lineamientos. La película de Ariel Winograd posee cierta “anarquía”. Araujo no quiere cometer el robo por codicia o ni siquiera por soberbia. Y ojo, que tampoco es un justiciero como los de La Odisea de los Giles. El personaje de Peretti tiene el espíritu de esos ladrones aventureros de guante blanco, como el famoso Lupin III de la animación japonesa. Y esta liviandad con la que Winograd se toma el robo también está presente con otras cuestiones. Araujo, cerebro del equipo, fuma todo el tiempo marihuana. La usa para enfocarse. Y no hay ninguna condena moral sobre eso (salvo las quejas del Uruguayo, justamente el único “criminal profesional” del grupo, y que están puestas más bien en tono de gag). Lo mismo se puede decir sobre la figura de la “entregadora”. Como es de conocimiento popular, la banda es atrapada debido al “soplo” de la esposa de uno de los miembros. En general este personaje pasó a la historia como un estereotipo de la mujer traidora. Sin embargo, El Robo del Siglo escapa a ese cliché y muestra al personaje de forma humana y hasta le da una justificación lógica a sus acciones. El único momento en el que la película se traiciona a sí misma es en un monólogo que tiene el personaje de Francella sobre el final de la película. En un primer plano, el Uruguayo se quiebra y da un breve discurso sobre como la vida criminal atenta contra la familia o algo así. Algo que no aporta nada y arruina un poco el buen viaje que el espectador viene teniendo. Pero por suerte después la película vuelve al buen humor y al tono ligero, para darle un cierre celebratorio a la aventura de estos dos amigos, Araujo y El Uruguayo. Respecto a las cuestiones más técnicas, la dirección es muy clásica. No hay grandes marcaciones de estilo por parte de Winograd, aunque se puede resaltar la construcción que hace del espacio. Es decir, el trabajo que hace para establecer la ubicación del túnel respecto del banco, o la distancia entre el banco y el punto de escape de la banda. El fuerte de Winograd, está claro, es el humor. Y respecto de las actuaciones, no hay mucho que esperar. Diego Peretti es nuevamente Máximo Cozzetti. Y Francella está en su caracterización humorística típica, más o menos cerca de Pepe Argento. Pero está bien, porque al tratarse de una comedia, Winograd logra sacar lo mejor de ambos para generar empatía y gracia.
Basada en hechos reales, El robo del siglo cuenta la historia de un grupo de personas que decide robar una de las sucursales del Banco Rio; comandados por un pacifista casi hippie. De a poco iremos viendo como estos improvisados malandrines, tienen que ir armando el plan, previendo cualquier eventualidad. De la mano de Ariel Winograd nos llega El robo del siglo, que se encarga de contarnos la preparación, ejecución y consecuencias del ya famoso atraco, todo con un tinte de comedia al más puro estilo de la saga de Danny Oceanprotagonizada por George Clooney, pero argentinizada lo máximo posible. Y con esto creo que podemos resumir casi toda la cinta. Quienes hayan visto anteriores films de Winograd, sabrán que nos vamos a encontrar una comedia que hace gala (y por momentos abusa) de los argentinismos, pero que así y todo son entretenidas; pero que nunca logran pasar esa barrera, dejándonos un sabor agridulce. En esta ocasión, suponemos que, al contar un hecho conocido por casi todo el mundo en nuestro país, decidieron llevarlo para el lado de la comedia, restándole casi todo el dramatismo al atraco; y salvo, aquellos que no tengan ni idea de que pasó (un poco de cultura general no vendría mal…) nadie se va a sorprender por la resolución del asalto, o ese evento casi absurdo que sucede una vez dado el golpe. A esto debemos sumar, que, salvo los personajes principales, es decir, los compuestos por Diego Peretti y Guillermo Francella, el resto que casi carece de trasfondo, haciendo que sumado al ya sabido resultado del robo, nos importe poco y nada que es de cada uno de ellos; y volviéndose personajes bastante planos y en algunos casos, caricaturescos. Pero no todo es malo en El robo del siglo. La película tiene buen ritmo, y pese a los defectos que mencionamos más arriba, se hace bastante llevadera ya que siempre está pasando algo en pantalla, y la trama va hacia delante de forma constante. El robo del siglo es una película entretenida y poco más. ¿Vale la pena verla en el cine para apoyar las producciones nacionales? Definitivamente sí, pero de las propuestas locales que tuvimos los últimos meses en lo que se refiere a mainstream, hemos visto cosas superiores.
Existen historias en la vida real que son tan increíbles que superan la ficción al punto que es muy posible que tengamos una película y nos cueste creer que realmente haya pasado. Cuando vemos películas acerca de robos o estafas se nos viene muchas veces a la mente algunas como La gran estafa(Ocean’s Eleven) y su saga, 21: Black Jack, Los Ilusionistas (Now You See Me), Rápidos y Furiosos 5 (les recuerdo que en esta idearon todo un plan para de engaño para robar la bóveda), entre otros. En estas películas vemos como muestran al espectador el plan maestro para realizar un robo que resulta muy difícil de lograr y que incluso se presentan dificultades a medio robo y a pesar de mostrar el plan de robo, buscan sorprender y entretener al espectador con situaciones inesperadas, también recurren a romper con la línea de tiempo haciendo retrocesos en la historia. Este sería un poco el esquema Hollywoodense que se tiene de este tipo de películas para que sean considerabas, entretenidas, buenas o pochocleras. Para ser honesto el Robo del Siglo que fue basado en un hecho real supo desarrollar su historia para hacerlo entretenido en todo momento y divertido en otros, increíble me parece la manejo del guion para crear esos momentos de humor de forma sutil en los cuales los diálogos podrían pasar como verídicos (porque al momento de hablar muchos decimos cada cosa loca y graciosa), y es que uno se imagina al autor del atraco narrándole al guionista con humor por cada cosa que pasaron. Entre los hechos reales y ficticios en esta película uno queda bastante satisfecho con esta producción sin nada malo que decir, ni nada que pedir que se le agregue.
«En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores» palabras que resuenan ahora, 14 años después, en una película que Ariel Winograd dirige como un gran puntapié inicial del cine nacional. Protagonizada por Diego Peretti y Guillermo Francella El Robo del Siglo pone en relevancia el triunfo del chanta ingenioso y carismático… y es un muy buen triunfo. En esta película el chanta es importante, ya que ese gran robo fue realizado por grandes chantas de lujo. Winograd se encarga que las personalidades de cada personaje agraden al público de la forma más natural posible. ¿Pero cómo puede agradar un chanta? eso es fácil porque todos lo sabemos… el argentino es un GRAN chanta. Francella y Peretti funcionan de maravilla como un dúo imperfecto con un plan perfecto. Francella da lo mejor de sí en una actuación que no pide lujos de grandeza, sin embargo, el actor nacido en Buenos Aires hace un gran papel como «el hombre de traje gris», el uruguayo Luis Mario Vitette Sellanes y su carisma hace que su actuación sea la mejor en años. Peretti, en protagónico, logra destapar simpatía como el porrero zen, cerebro de la operación, Fernando Araujo. Pablo Rago, Mariano Argento, Rafael Ferro, Joahanna Francella (cumpliendo el rol de hija de Vittete, junto a su verdadero padre Guillermo, Luis Luque y Juan Alari complementan un elenco de ladrones, familia y policías. El Robo del Siglo es un gran trabajo en conjunto, los nombres y talentos encajan con sus papeles, en especial Luis Luque como Miguel Ángel Sileo, el verdadero bueno de la película. Winograd y el propio Araujo se encargan de un guión que mantiene los modismos argentos de forma precisa y al mismo tiempo es dinámico y entretenido. Es inevitable reír al escuchar a Francella decir la palabra «Jamón» para hacerle entender a su hija que él se encuentra bien (la verdad es que todo no está Jamón realmente) o ver a Peretti informar al resto de la banda sobre «un orden natural» mientras fuma. Toda linea, todo intercambio de palabras, en El Robo del Siglo lleva a una sensación gratificante de entretenimiento. Dato interesante: El personaje de Peretti el 90% de la película se encuentra fumando. Hay que destacar también que el diseño de producción en El Robo del Siglo no es poca cosa. Vemos una cloaca y vemos un túnel, no obstante Winograd y su talentoso equipo trabajaron en un estudio; las cosas se ven reales pero son de utilería y sí, el director triunfa siendo un gran ilusionista al demostrar realismo en un espacio artificial. El Robo del Siglo tiene una gran producción y distingue, en cada segundo, esa «mentira verdadera». Se encuentra un vinculo muy importante entre la acción y reacción, y ese vinculo se da con el soundtrack que posee esta película. No hay treinta temas pegajosos que acompañan en todo el trayecto o una oleada de grandes clásicos internacionales, simplemente son contadas secuencias (incluido los créditos) que mantienen el ritmo justo acompañando la acción y reacción con grandes temas musicales. Simpática de principio a fin, con un gran elenco que se luce en cada escena (además de una gran química entre sus dos protagonistas) y un enorme y satisfactorio trabajo de equipo detrás de cámara hacen que El Robo del Siglo sea una de las películas nacionales a destacar del año (y este año recién comienza). Para ver en cines, reír y pedir más de buen cine argentino. Valoración: Muy Buena.
LOS PROFESIONALES De un tiempo a esta parte el cine policial se convirtió en la única forma posible del cine argentino para lograr un éxito de taquilla. Tal vez haya que viajar hasta Nueve reinas para encontrar el origen de todo esto, más allá de que la cinematografía vernácula tenga grandes exponentes del género en su período clásico (y otros más vergonzantes en el regreso democrático de los 80’s). Pero el éxito en las últimas dos décadas, esa película que logre superar largamente el millón de espectadores, pertenece casi en exclusividad a películas que abordan directamente lo policial o lo incorporan a su trama. El secreto de sus ojos, Relatos salvajes, El clan, El Angel, La odisea de los giles, son formas del policial que en algún sentido (y otra necesidad de la cinematografía nacional que apunta al gran público) construyen discursos con los que intentan hablar de “lo argentino”. Parece innecesario hablar de la posibilidad o no del éxito comercial de una película dentro de una crítica, pero para entender la construcción de un film como El robo del siglo (incluso su recepción) hay que pensar primero en qué contexto se produce: y ahí es donde ingresa la lógica de mercado, la forma en que una industria se piensa a sí misma y cómo son aquellos proyectos que terminan teniendo luz verde. Porque El robo del siglo es un policial y está basado en hechos reales (como algunos de los citados), tiene un actor convocante cuando está en su especialidad (Guillermo Francella), un director como Ariel Winograd que no sólo está detrás de varios de los éxitos recientes sino que conoce los mecanismos del cine de entretenimiento masivo y, último pero no menos importante, ofrece la posibilidad de pensar “cómo somos los argentinos” a través de su cuento moral sobre el vínculo de la sociedad con el delito. El robo del siglo fusiona todos estos elementos y en el contexto de una industria que suele ser bastante previsible respecto de sus éxitos y fracasos, parece tener todo para ganar. Lo que resta es saber si avanza más allá de su propia lógica de mercado. La película está basada en un famoso robo ocurrido en Acassuso en enero de 2006, en una sucursal del Banco Río: se llevaron una cantidad de dinero no especificada, en un golpe que ha trascendido las fronteras y se ubica entre los más impactantes del mundo. Allí, de manera bastante ingeniosa, un grupo de asaltantes ingresó al banco y montó una puesta en escena para confundir a las fuerzas de seguridad y terminar escapando por el lugar menos pensado. En la historia se suman elementos sobre el poder creativo del delito, cierto romanticismo justiciero en tener a una entidad bancaria como víctima y el profesionalismo como única forma posible del robo a gran escala. Es decir, una suerte de heist movie en la vida real, algo que el cine debía representar en algún momento. El robo del siglo (como sus protagonistas reales) vio la oportunidad: ahí está la conformación del grupo humano, la planificación del robo, un plan que parece casi imposible y la ejecución del mismo. Winograd, que ya había jugado con el género en la más lúdica y divertida Vino para robar, tiene un gran acierto: por propia identidad, piensa a la historia como una comedia de robos antes que como un drama moral, aunque en el epílogo (donde toda caper movie, luego de la tensión de lo policial, termina definiéndose) quiere jugar un poco con la cuestión ética y resuelve todo de manera un poco simplista. El acierto de Winograd es no pensar la comedia como un sucedáneo de Los desconocidos de siempre (aunque hay un gag que estaba en el tráiler y que amagaba con llevar todo para ese lado), una cita cinéfila algo agotada y que es utilizada, en ocasiones, como seguro contra la mala ejecución del thriller. A Winograd le importa verse profesional en la ejecución, y que su película luzca como tal, igual que a los personajes le sucede con el robo: disfrutan más cumplir con un atraco casi imposible y confundir a la policía, que de la guita en sí misma. Pero ese disfrute de la pericia técnica esconde una trampa: una película es algo más que una sumatoria de piezas bien encastradas. El robo del siglo es un film bien narrado, que tiene sus citas y lazos con otros films de robos, que demuestra conocimiento cinéfilo y que incluso está bien actuado para una cinematografía donde la comedia mainstream es siempre un problema (Francella, tal vez por contar por primera vez con un director que entiende el género, está bien y luce creíble). Pero, otra vez, nos enfrentamos al problema de tener que valorar una película no por sus propios logros, sino por lo que le falta a todas las demás. Es como que en esa eterna comparación, el cine argentino pensado para el alto consumo no termina de atravesar cierta etapa embrionaria. Y si seguimos pensando en comparar es porque en definitiva a El robo del siglo le falta algo. Hay sí corrección en sus rubros técnicos, pero no termina de ser lo suficientemente graciosa en la comedia, lo suficientemente tensa en lo policial, ni tiene una mirada compleja sobre los temas que aborda, aun cuando lo intenta. Es un film apenas correcto, que en el contexto de una industria realmente desarrollada (como se quiere suponer por estas tierras) sería la norma y no una excepción.
En su primer fin de semana en más de 500 pantallas en el país, "El robo del siglo" se acerca al medio millón de espectadores y se perfila como el gran tanque de taquilla del cine nacional de este año. En 2019, la película argentina más exitosa fue "La odisea de los giles". Ambos títulos cuentan con varios aspectos en común: tienen una notable factura de producción, relatos trazados con sostenido pulso narrativo, buenas actuaciones; y un pacto amigable con la platea. Se trata de films que rápidamente conquistan la empatía del espectador, entretienen con nobleza y no incomodan. Son grandes producciones realizadas con oficio y el objetivo puesto en la venta masiva de entradas. Son productos que más que limpios, son asépticos. Cumplen dignamente con su propósito y no traicionan a su público. En este caso, la nueva apuesta de Ariel Winograd ("Vino para robar", "Sin hijos", "Permitidos", "Mamá se fue de viaje"), ratifica su destreza en el territorio de la comedia, ahora combinando bocanadas de humor con una generosa dosis de escenas de acción y suspenso. Conocedor de los resortes más eficaces del cine de Hollywood, tanto del clásico como del reciente, el director da en la tecla con un cruce de lo que en la jerga americana se llama "Heist film" (películas sobre robos, desde su planificación hasta sus consecuencias), con una "Buddy movie" (relatos basados en la relación de compañerismo y confidencia entre dos varones protagonistas). La historia es conocida por todos. El meticuloso plan para alzarse con un botín millonario que fue diseñado por Fernando Araujo (aquí interpretado por un superlativo Diego Peretti), contando con la colaboración y respaldo financiero de Luis Mario Vitette Sellanes (un Guillermo Francella más cercano a su clásico registro de comediante en televisión que al de roles más sombríos como los de "El secreto de sus ojos" y "El clan"). El robo a la sucursal de Acasusso del Banco Río perpetrado por esta dupla junto a un puñado de secuaces en enero de 2006, captó la atención mediática y la fascinanción de todo el país. En medio de una oleada de producciones sobre crímenes que dieron en el blanco de la taquilla como la mencionada "El clan" o la excelentísima "El Ángel", la realización de "El robo del siglo" ya estaba cantada, y uno de los aciertos de Winograd es lograr mantener la tensión y el interés de la platea sobre un episodio medianamente reciente, cuyo planteo, desarrollo y resolución; son de absoluto conocimiento público. La clave del éxito del film está en el tono juguetón que el realizador le imprime al relato, yendo siempre al meollo del asunto, sin dispersar demasiado la atención en múltiples subtramas. De hecho, cuando trata de instalar una veta más dramática, por ejemplo las escenas que esbozan la tensa relación entre Vitette Sellanes y su hija, el film no cobra mayor profundidad. Más allá de la presencia en pantalla de Johana Francella junto a su progenitor en la vida real, esos pasajes lucen un tanto forzados en contraste con la fluidez del resto del relato, y pareciera que están ahí solo para aportar la cuota de presencia femenina dentro de un microuniverso netamente masculino. La contundente química entre Peretti y Francella es sin dudas uno de los talismanes del triunfo de esta propuesta. Pero sin dudas, el hecho de que Fernando Araujo sea uno de los guionistas de esta película, es determinante a la hora de que su personaje, encarnado por Peretti, sea el que tenga mayor entidad. Al ideólogo del robo no solo se lo muestra como a un simpático fumanchín, sino como a un tipo configurado por matices mucho más diversos que los de sus compañeros. El resto de la pandilla, interpretada por Pablo Rago, Rafael Ferro, Mariano Argento y Juan Alari; juega un rol totalmente funcional al puesto que cada cual tiene en el atraco. Obviamente, todos cumplen con su participación secundaria con gran oficio, pero ninguno de ellos carga sobre sus hombros una escena memorable o crucial. En tanto que la figura de Miguel Sileo (un correctísimo Luis Luque), el negociador de la policía perteneciente al Grupo Halcón, no termina de encontrar el porte necesario como antagonista de un acontecimiento tan desmesurado. Con algunas buenas ideas en la puesta y un Winograd que cada vez filma mejor, aunque también es cierto que aquí ha contado con mayor disponibilidad de medios en relación a sus películas anteriores, "El robo del siglo" oscila con meticulosa exactitud entre el suspenso, la acción y el humor. Volviendo a algunos puntos de contacto con "La odisea de los giles", los dos films giran alrededor del dinero, se mantienen lo más lejos posible de un tono sombrío, y prefieren pasar por inocuos antes que incomodar con planteos complejos o perturbadores. El éxito de ambas producciones tal vez oficia como uno de los más claros reflejos de ese amable refugio que busca la platea masiva. Una bocanada de entretenimiento en tiempos en los que reina el cinismo y la hostilidad. El robo del siglo / Argentina / 2020 / 114 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Ariel Winograd / Con: Diego Peretti, Guillermo Francella, Luis Luque, Pablo Rago, Rafael Ferro, Mariano Argento, Pablo Alari, Johanna Francella.
La nueva película de Ariel Winograd esta basada en lo que muchos llaman el robo más astuto de la historia criminal argentina.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio
El prolífico y exitoso Ariel Winograd entrega con El robo del siglo (2019) un atrapante relato clásico sobre uno de los actos criminales más originales y sorprendentes de nuestro país: el robo al Banco Río. A pocos días de su estreno, ya es posible decir que El robo del siglo es una de las películas argentinas más convocantes de la historia. Solamente superado por Metegol (2013), la película animada de Juan José Campanella, el filme del responsable de Mi primera boda (2011) y Sin hijos (2015), entre otros, logró capturar la atención de un público amplio, convocado por este relato sobre un robo (todo un sub-género explotado por Hollywood) en donde la audacia fue la línea rectora de sus ejecutantes. Corría el año 2006. A siete años de la “masacre de Ramallo” y cinco del “corralito” (medida del gobierno de Fernando de la Rúa que había dejado un fuerte sentimiento de repulsión hacia las entidades bancarias), un grupo de ladrones liderados por Fernando Araujo y Luis Mario Vitete (Diego Peretti y Guillermo Francella, respectivamente) llevaría a cabo uno de los robos más audaces de nuestro país. El primero, una suerte de artista hippie chic, capaz de aportar el ingenio, la “chispa”; el segundo, un ladrón hecho y derecho, útil para financiar el robo. La confluencia de estas dos mentes y el aporte de un grupo de criminales de menor rango (pero igualmente dúctiles a la hora de llevar a cabo el acto) sumaron la fuerza y la inteligencia necesaria para componer esta suerte de mecanismo de relojería que sí, claro, funcionó, aunque hoy sabemos el destino de todos ellos no fue el inicialmente planificado). A partir de este caso real, Winograd se las ingenió (con el guión escrito por Alex Zito y el propio Araujo) para generar una película atrapante, en la que la identificación con la platea (como en todo relato clásico) resulta nodal. El aporte y la química de sus dos enormes protagonistas solucionan en amplia medida este aspecto, pero analizados por separado cada uno de los componentes se integra a la propuesta de forma cohesiva; desde la fotografía de Félix Monti, la edición de Pablo Barbieri (que jamás cede ante la impostura videoclipera), la impecable dirección de arte de Daniel Gimelberg y la música de Darío Eskenazi (que se complementa con una banda sonora de lujo en donde se destacan The Kinks, Frank Sinatra y Andrés Calamaro). El director también cuenta con un efectivo elenco de secundarios (Pablo Rago, Rafael Ferro, Luis Luque, Mario Alarcón, Johanna Francella y Magela Zanotta) que le da cuerpo a la historia. Winograd conoce la “fibra sensible” de la heterogénea platea convocada por su película y –exceptuando algunos pasajes que ameritaban un mayor desarrollo- acierta por partida doble: por un lado, cuando necesita afianzar el plano sentimental de los que están detrás del robo; por otro lado, al hacer que el plan criminal sea, al mismo tiempo, el motor del deseo de los espectadores. El robo del siglo comienza y termina con una sesión de psicoanálisis. Y tal vez porque el robo al poderoso sea una fantasía latente para buena parte de los ciudadanos, es posible que estemos frente a un clásico que nos hará alentar, en silencio, a este grupo de ladrones que, además de no ser violentos, nos dan una lección de logística.
Las buenas intenciones como escudo. Como los personajes de su película, los autores de El robo del siglo también procuraron satisfacer sus intereses y obtener dinero sin dañar a nadie: tanto la historia en la que se basa como la ficción creada a partir de la misma parecen ganadas por las buenas intenciones. El robo a un banco en Acassuso catorce años atrás no debe haber sido el único caso en la historia en que delincuentes lograron salirse con la suya desorientando a las fuerzas de seguridad y sin provocar demasiados perjuicios, pero es el más cercano y resultó ideal para esbozar esta historia policial con ribetes amables. Coproducida por MarVista Entertainment, AZ Films y Telefé (que asegura una exuberante promoción), y dirigida por Ariel Winograd (Cara de queso, Vino para robar, Mamá se fue de viaje y otras), El robo del siglo es un pasatiempo sencillo, técnicamente pulido y correctamente interpretado por un elenco mayormente masculino. Pueden advertirse algunas decisiones formales antojadizas y canciones que no siempre encajan a la perfección, e incluso una estética cercana al universo televisivo, pero el film divierte, con flashbacks bien encastrados y un cierre ligeramente creativo. Hasta Guillermo Francella (como el líder de la banda) y Luis Luque (como negociador del Grupo Halcón) aparecen contenidos. No es poca cosa que –a diferencia de lo que suelen prodigar las producciones de Cohn/Duprat– no haya cinismo ni crueldad. El robo es abordado como una aventura en medio de contradicciones morales, sin que falten alusiones a Robin Hood o a una famosa frase de Bertolt Bretch, y aunque se cuele cierta dosis de misoginia, las referencias a la Secretaría de Derechos Humanos como espacio donde poder quejarse por un supuesto maltrato policial (de alguna manera, señal del período de gobierno en el que transcurre la acción) o a políticos como parte de alguna leyenda urbana (chivos expiatorios antes que culpables de todos los males) se agradecen dentro de lo confuso, o abiertamente reaccionario, que suele ser nuestro cine mainstream. El robo del siglo deja, de todos modos, y a pesar de sus méritos, un par de inquietudes. Por un lado: ¿por qué será que el cine argentino de ficción más exitoso destinado al público adulto, en los últimos años, es tan poco adulto? La caracterización de los personajes, por ejemplo: el de Diego Peretti en este film tiene su encanto, pero no hacía falta convertir su hippón solitario capaz de mirar con interés las estrellas casi en una caricatura, de la misma manera que podían emplearse tópicos del western sin que la música, ocasionalmente, remarcara esa intención. En algún punto, el film de Winograd tiene más del cine de los superagentes que de los policiales de Aristarain; de hecho, al final se expone graciosamente qué ha sido de la vida de cada personaje tal como solían hacerlo aquellas películas que en los ’70 entretenían al público preadolescente, con el Mario de Francella como un equivalente del Mojarrita que interpretaba Julio de Grazia. Asimismo, como en La odisea de los giles (2019, Sebastián Borensztein), no sólo se reprime cualquier atisbo de complejidad, sino que todo conduce a que el final sea, sí o sí, optimista. Un aniñamiento cuyo opuesto no serían producciones más truculentas, como algunas recientes de Pablo Trapero o Luis Ortega, sino , en todo caso, otras como Un oso rojo (2003, Adrián Caetano) y El aura (2005, Fabián Bielinsky). Y a propósito del film de Borensztein, la otra pregunta sería: ¿por qué de los hechos históricos recientes nuestro cine de ficción sólo se interesa por los vinculados a robos y estafas? Por Fernando G. Varea
El robo del siglo llegó a la pantalla grande para arrasar con la taquilla nacional. Un importante elenco encabezados por Diego Peretti y Guillermo Francella, para contar una historia real que conmovió al país e, incluso, al mundo entero. Ariel Winograd se puso detrás de cámaras para, luego de algunos intentos fallidos en anteriores años, finalmente poder llevar este increíble robo al cine. Transcurría enero de 2006 cuando la banda liderada por Vitette ingresó a la sucursal del Banco Río de Acassuso. Y en tan solo horas, quedaron en los libros de los grandes atracos del mundo entero. Winograd (Vino para robar, Mamá se fue de viaje) encaró la cinta con total eficacia (¿o efectismo?). Imitando el cine de género hollywoodense, rodó la película sin incursionar en complejidades narrativas ni tomando mayores riesgos de los necesarios. Pero claro, funciona. El simple hecho de que haya sucedido en la realidad en la que vivimos atrae de por sí y fascina. No es vital que el film sorprenda en otros aspectos para que sea bien recibida; con solo ser correcta y entretenida, sirve. Y así sucedió con este tanque nacional. El elenco es ideal. Peretti cumple como de costumbre, pero es Guillermo Francella quien encontró un papel que le viene como anillo al dedo. El actor es parte de las mejores secuencias de la película y divierte en casi todo momento. El resto del reparto, con menos participación, es sumamente entrañable y bien seleccionado. La elección del soundtrack es variada y totalmente acertada. Desde intérpretes nacionales, pasando por rock internacional, hasta incluso llegar a música clásica. Es otro de los condimentos de esta poción cinéfila que suele funcionar en el público masivo. Sin embargo, algunas bajadas emocionales de ciertos personajes quedaron fuera de foco y no encajan totalmente con la película. Nos alejan de la inmersión de la pantalla, en vez de funcionar como nexo empático. El verdadero acercamiento a la audiencia es el robo en sí. La viveza argentina, el sentimiento de revancha en contra de los bancos, ese toque poético del atraco que se le confirió en la película. Y es en esto último donde se agrupan las mejores secuencias de la obra. Por último, el gran triunfo de la cinta es que sea una comedia. Aunque haya algún que otro chiste trillado, la decisión de empujarla hacia este género es fundamental para su funcionamiento. El robo del siglo es una película recomendable para pasar un excelente rato y rememorar lo que sucedió hace catorce años. Entretiene, hace reír y en ningún momento se hace larga. Aunque sin grandes riesgos, es correcta y efectiva. Puntuación: 6,5/10 Manuel Otero
Cine de entretenimiento bien hecho. Personajes populares que conectan con el público y una narración que conjuga aventura y humor para conectar tanto con el público que sabe de la historia real como con quien la ignora. Gran actuación de Luis Luque
Una dupla actoral invencible y un hecho real atrapante hacen de la nueva película de Ariel Winograd un éxito asegurado. Basada en el robo al Banco Rio de Acasusso, el 13 de enero de 2006, y protagonizada por Guillermo Francella, como el ladrón Luis Mario Vittete Sellanes y Diego Peretti como Fernando Araujo ideólogo del plan, 14 años más tarde, se puede ver en pantalla grande un robo que quedaría en la historia del país. La mezcla de comedia, thriller y policial, con un impecable ritmo, garantiza el éxito. La película se apoya en el libro Sin armas ni rencores, de Rodolfo Palacios, y en los testimonios de los protagonistas. Un robo tan increíble como real. Sin uso de violencia. Con un espíritu justiciero, casi a lo Robin Hood. Una historia contada desde la comedia como no podía ser de otra manera ante lo desopilante del caso. Ariel Winograd – Vino para robar (2013), Permitidos (2016), Mamá se fue de viaje (2017) – narra con astucia este hecho delictivo a partir del sueño de un grupo de hombres que terminaron quedando en la historia como héroes en barrio de ricachones. No sólo se queda en ello, sino que muestra además las detenciones, la forma en la que son descubiertos, la prisión y las condenas cumplidas. El robo del siglo tiene una estructura clásica con 3 actos, a saber: la presentación de los personajes y la planificación del delito; el robo en sí; y la resolución en cada uno de los protagonistas. Conocer a los personajes es adentrarse en la historia con ellos y sentirnos parte. El género de robo de bancos (preparación del plan, atracó y huida) funciona como estructura narrativa. Antes de mostrar el robo y toma de rehenes, Winograd elige desarrollar sus personajes: Fernando Araujo (Diego Peretti), el ideólogo del hecho, un artista que caminando bajo la lluvia un día se le ocurre llevar a cabo el atraco; Mario “El uruguayo” Vitette Sellanes (Guillermo Francella), un ladrón profesional muy carismático. El grupo es completado con Alberto de la Torre (Rafael Ferro), “El marciano” (Pablo Rago), el “Doc” (Mariano Argento) y el “Gaita” (Juan Alari). El viernes 13 de enero de 2006, hay más de 300 efectivos policiales en el lugar del hecho esperando directivas. Miguel Sileo (Luis Luque), el negociador, se mantiene en contacto permanente con Vitette (Guillermo Francella) y, después de varias charlas, el Grupo Halcón se mete al edificio, descubriendo armas de juguete y un cartel en la zona de cajas de seguridad que velaba: “En barrio de ricachones sin armas ni rencores es solo plata y no amores”. Los delincuentes ya se habían escapado. La realidad es que es una historia que roza lo ridículo, nadie en sus cabales se anima a tanto, y menos, sin experiencia “en el rubro”. Pero ocurrió y quedó en la historia como “el robo del siglo”, la viveza criolla a la máxima expresión. Después de todo, si no hubiese sido por un pequeño inconveniente (no spoileamos nada), se hubiesen escapado con el dinero y no se hubiese sabido nada más de ellos. Un robo con armas de juguetes, donde saquearon entre 15 y 20 millones (de lo que se recuperó muy poco) sin dejar víctimas. Todo ello coronado con una épica salida en gomones por las alcantarillas del banco hasta el Río de la Plata. El starsystem del que se aprovecha Winograd para llamar la atención del público es imposible que no funcione: Peretti y Francella en un póster es fantástico marketing. La miel para las abejas que agotan entradas de manera sistemática ante semejante propuesta. Sumado a un elenco que deslumbra por donde se lo mire: Peretti, Francella, Luque, Rago, Ferro, Argento, Alari, y Magela Zanotta, Johanna Francella y Pochi Ducasse. Darío Eskenazi está a cargo de la banda sonora y marca la historia con un sello rockero: “Ultraviolento” (Los Violadores), “Alta suciedad” de Andrés Calamaro y “Como caramelo de limón” (Dos minutos), entre otros temas. A lo largo del filme, todas las fichas funcionan correctamente, sin baches ni errores. Una historia bien contada, que no se preocupa tanto por ser fiel al hecho real sino por contar de manera dinámica y divertida lo que sucedió en enero de 2006, con diálogos y escenas hilarantes. En conclusión, es una película a la que no se le escapa nada, entretenida de principio a fin, sin decaer en ningún momento. Las carcajadas se escuchan en la sala y eso es producto de un buen guion, una excelente dirección y un elenco superlativo. Con mezcla justa de suspenso y comedia, es imperdible.
Primero se observa una breve semblanza para conocer a Luis Mario Vitette Sellanes (Guillermo Francella), un ladrón astuto, profesional y que puede financiar los gastos de la operación. A través de un amigo en común se encuentra con Fernando Araujo (Diego Peretti), que ideó el plan, para cometer “el robo del siglo” al Banco Rio de la sucursal de Acassuso, en San Isidro, en el 2006 y luego se irá integrando el resto de los ladrones. La trama se encuentra basada en hechos reales, aunque algo ficcionado, sobre un acontecimiento que tuvo una gran repercusión y mucho se relató en los medios por la forma que se realizó y pensó. Además trascendió debido a que se llevaron un botín de millones y millones de dólares, la mayoría compuesto por cajas de seguridad, fue bien pensado, desconectaron las alarmas, ridiculizaron y se rieron de quienes estaban a cargo del operativo, entre otras cosas. Se dieron sus tiempos porque dejaron un cartel colgado en la bóveda que decía – “Sin armas ni rencores, en barrio de ricachones, es solo plata y no amores”. Por varios motivos algunos espectadores tuvieron cierta empatía con los ladrones, ya que a los bancos se los recuerda por el corralito del 2001, sus usuras en las finanzas, por eso tal vez se pueda aplicar un dicho popular “ladrón que roba a ladrón, cien años de perdón”. Otros de los datos que se tuvo en cuenta fue que no usaron armas de fuego reales, no hubo heridos y trataron bien a los rehenes, entre otras reseñas. Aquí el director Ariel Winograd (Mamá se fue de viaje, Permitidos, Sin hijos) hace que cada uno de sus personajes se luzca, la hace amena, de buen ritmo y tiene muchos toque cómicos, además le da sus momentos de emoción entre padre e hijos, entre otras escenas. Las situaciones jugadas entre Diego Peretti y Guillermo Francella están bien y tienen buena química, aunque Francella le da buenos matices y tiene un plus más arriba. El policía negociador se encuentra correctamente interpretado por Luis Luque, al igual que Mario Alarcón, entre otros. Nos encontramos con un cine de género, entretenido, con toques del clásico grotesco, con un tono muy picaresco y varios elementos del costumbrismo argentino. La música funciona bien (temas de Andrés Calamaro, Frank Sinatra y The Kinks, entre otros). Casualmente este 13 de enero se cumplen 14 años del hecho.
Zona Norte Hacer una película comercial tiene mucho en común con robar un banco. Ambas disciplinas requieren de una preparación, una ejecución y una posproducción. Un robo hay que pensarlo, planearlo, financiarlo, ponerlo en práctica y saber cómo gestionar lo producido. Igual que una película, un robo tiene un guion y un casting y, aunque el plan sea perfecto, puede fallar por distintas razones. Pero, ante todo, el robo y la película tienen un objetivo común: ganar dinero. El botín o la recaudación aguardan al final del camino. Cuanto más se las piensa, más similitudes ofrecen las dos actividades. Una vez conocí a un productor francés que la había tenido un éxito descomunal con una comedia para consumo doméstico en su país. Tanto que se retiró a disfrutar de los millones y se dedicaba a colaborar gratuitamente con Unifrance entre otras tareas filantrópicas. “Un solo robo y te retirás”, le dice Peretti a Francella en El robo del siglo. La frase me hizo acordar a aquel productor y a su sonrisa satisfecha. Otra semejanza es que para robar un banco hay que asegurarse que haya plata en la bóveda. En el caso del cine, hay dos factores que garantizan parcialmente la taquilla: los actores y el tema. Por razones que los sociólogos aun no han explicado (ni siquiera tengo una hipótesis), hay en la Argentina un subgénero que despierta la curiosidad y el deseo de comprar una entrada: es el policial basado en casos verídicos de la Zona Norte del conurbano. Los antecedentes de El robo del siglo son obvios: El clan, basada en los secuestros de la familia Puccio y El ángel, sobre la vida criminal de Carlos Robledo Puch. En cambio, tal vez por transcurrir en Santa Fe, Tesoro mío de Sergio Bellotti (un buen director y un tipo querible que murió joven), basada en el caso Fendrich, el tesorero de un banco que se llevó la plata, no haya sido un film taquillero. O tal vez por no tener un elenco con figuras. O tal vez por no tener una producción, una distribución y un marketing importantes. No sé. A diferencia de El clan y de El ángel, que tratan sobre asesinos, El robo del siglo comparte con Tesoro mío su carácter incruento. Su éxito desmiente que el interés por el Policial de Zona Norte sea puramente morboso, aunque siempre es interesante para el ciudadano pacífico y cumplidor de la ley la posibilidad de conocer la tentación de su lado oscuro. El robo al banco de Acassuso fue espectacular y se lo sigue recordando. Y además, en la película actúa Francella. De modo que en la bóveda había plata y la película era un proyecto viable y un gran hit potencial. Las similitudes entre el cine industrial y el robo de bancos se multiplican en este caso, ya que El robo del siglo trata sobre el robo de un banco. Eso lleva a preguntarse si la película como proyecto y realización está a la altura del acto brillante concebido y perfectamente ejecutado que le da origen. Como diría un ex vicepresidente, la respuesta es negativa. Si bien la fotografía y la dirección de arte ayudan al espectador, el film tiene poca tensión dramática, escenas innecesarias, personajes fallidos, un modo de hablar propio de la publicidad, un tono costumbrista y el humor convencional propio de las comedias argentinas de consumo masivo. Dicho de otro modo, carece de la consistencia y la solidez que tuvo el robo. Es cierto que tanto el robo como el film tuvieron un resultado feliz. Se recaudó mucho y la mayor parte de la plata no se va a devolver, ni falta que hace. El que los ladrones hayan ido presos durante un tiempo es un detalle menor, como podría ser que la película reciba alguna crítica desfavorable o no se exhibida fuera del ámbito doméstico. El golpe ya está dado. El parecido más notable entre el robo y la película es que aparentan ser una cosa pero son otra. Quienes planificaron el robo de Acassuso escribieron un guión genial, basado en una sorpresa que el espectador va conociendo de a poco, si es que no se acuerda de algo difícilmente olvidable. Hay dos maneras de robar un banco: a mano armada o entrando clandestinamente en el edificio. La gran idea del robo del siglo (la película la menciona explícitamente) fue simular un asalto a mano armada como pantalla para encubrir un robo boquetero que terminaba en una huida fluvial. Pero el director Winograd y los guionistas Zito y Araujo tenían un problema: que la idea que articulaba la película era ajena y era imposible encontrar una mejor en referencia al robo. Esto no era Nueve reinas, en la que Fabián Bielinsky (otro director que dirigió policiales y murió demasiado pronto) inventa todo con gran despliegue de talento. Aquí, fueron los ladrones los que inventaron todo. Supongo que los realizadores tenían frente a sí dos posibilidades. Una era intentar una reconstrucción seca y minuciosa, que sostuviera la tensión mediante el apego al detalle. La otra, que fue la utilizada, era darle al robo un paso de comedia, adornarlo con chistes, crear dificultades en la trama producidas por máquinas que no arrancan para lograr (sin éxito) momentos de suspenso o compensar con una hija bonita la ausencia de personajes femeninos. Pero, sobre todo, colocar en el centro del film el histrionismo forzado, televisivo, de los personajes de Francella y Peretti, no solo en detrimento del resto sino sacrificando a la pareja a sus estereotipos: el delincuente profesional, audaz y autoritario, músculo y financiador del atraco por un lado y el cerebro, un artista plástico marihuanero que va al psicoanalista para sentirse limpio y tiene una solución para todo. Mientras los ladrones fueron extremadamente minimalistas y, no solo se rehusaron a usar armas verdaderas porque no las necesitaban sino que utilizaron para engañar a la policía el apego de esta a los clichés del cine y la televisión, el film procede a la inversa y se estaciona en todos los trucos y clichés que le proporciona la industria para halagar al espectador. Hay un momento en el que la película confronta con su modelo. El asalto requiere de los ladrones que uno de ellos simule negociar con la policía su entrega y la liberación de los rehenes. Es decir, todos tienen que actuar, pero en particular quien debe hablar con el exterior. Allí los dos sistemas, el delictivo y el cinematográfico, se superponen. Francella se entrena entonces tomando clases para sentirse relajado y parecer verosímil. Uno de los momentos más incómodos de la película es aquel en que Peretti le dice que tiene que actuar y Francella hace que se niega con una especie de falsa modestia. Es un chiste interno y un guiño externo, pero deja a la estrella un poco en ridículo por su exhibición de soberbia. Las clases de teatro que toma Francella son la muestra de que Winograd entrega la trama delictiva —que es su verdadero capital— al arte dramático. Es como si quisiera convencerse de que los ladrones necesitan del cine y no a la inversa. Que el mundo es secundario y, en todo caso, puede moldearse a voluntad con los recursos más banales del espectáculo. Más curiosa que esa confesión de intenciones es la tendencia de El robo del siglo a cubrirse con un discurso moralista. La mencionada terapia limpiadora de culpa a la que acude el personaje de Peretti y su insistencia en que nadie resultará verdaderamente dañado corren parejas con las promesas que el de Francella le hace a su hija de que no va a volver a delinquir. Como si la película tuviera que dejar claro que el crimen es malo y se plegara a una exigencia de buena ciudadanía. Incluso, la defensa que Peretti hace durante todo el film de la marihuana como fuente de lucidez, encuentra al final una frase descalificadora por parte de Francella. Es como si los productores hubieran querido demostrar que es una película sana, como para que no tenga problemas de censura o de calificación. Otro momento molesto de El robo del siglo es aquel en que Peretti cita (creo que el actor es consciente del cliché y la pedantería y le da un poco de vergüenza) esa frase que se le atribuye a Brecht, pero que seguramente alguien formuló antes. “Más grave que robar un banco es fundarlo”. Tal vez debería ser reformulada de este modo: “Más grave que robar un banco es hacer una película sobre el robo de un banco”. Winograd, como Peretti, debería prometerle a sus hijos que no reincidirá en el crimen. O, al menos, ir al psicoanalista para que lo absuelva. En realidad, tiene derecho. Como los ladrones de Acassuso dejaron escrito preventivamente aunque sin mucha poesía: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores.” El cine se parece demasiado a la Zona Norte. Por qué tomárselo en serio.
Winograd es uno de los directores más prolijos grabando en la Argentina. Pero además es alguien a quien le gusta sumar muchos planos para una escena. Esto siempre se vio en sus películas, pero en El robo del siglo llegó a un punto más alto en esa construcción. Aun conociendo la historia verdadera, con las lagunas en la memoria después de varios años de realizado, El robo logró mantener la tensión o el interés para ver como sigue todo o que va a pasar. Esto se logra por el ritmo y obviamente por el elenco maravilloso que tiene, con los papeles hechos a medida. La ambientación del banco, el cual no existe hoy, es muy detallista a esa época de la marca con las promociones y todo (se ven de fondo las publicidades de LanPass... que luego se mudaron de banco). El robo del siglo es un muy buen producto que logra entretener por un lado sin lugar a dudas, pero si además disfrutás ver producciones profesionales en el país... tendrás un gran plus.
Texto publicado en edición impresa.
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Ariel Winograd estrena El robo del siglo, una nueva exhibición de cómo hacer cine de autor dentro de la industria nacional. Francella y Peretti conforman una dupla con muy buena química, en la historia de la reconstrucción del asalto al Banco Río de Acassuso, en enero de 2006. No es fácil hacer comedia. Y menos, comedia con pretensiones comerciales. Hay que saber esquivar las trampas del género; la más difícil, el clímax. Dice el manual de la comedia que en todos los clímax debe haber un giro narrativo dramático, en el que el o los protagonista/s, aprendan la lección y cambien su perspectiva de la vida, así la película puede arribar a un desenlace condescendiente y concreto. La mayoría de los guionistas y directores apelan a golpes bajos, escenas sentimentales, lacrimógenas, manipuladoras y efectistas. Son pocos -y a esos se los solía llamar maestros, como Blake Edwards, Billy Wilder, Howard Hawks, Ernst Lubitsch, entre otros- los que lograban evitar ese golpe de forma inteligente, humana y sensible, pero sin perder el estribo humorístico en el final. Ariel Winograd estudió de memoria el cine de la comedia clásica estadounidense, encontró la clave para evitar las trampas del género y, además, le otorga a cada nueva obra que concreta una marca autoral. Sus personajes, en los clímax, simplemente aceptan su destino. Se sinceran consigo mismos y con los otros. Son lo que son. Y ese también es el secreto del éxito de las películas de Winograd. Son lo que son. No venden buzones. Si uno va a ver una comedia encuentra una comedia. Sea comedia romántica, comedia familiar, comedia sexual, comedia cínica o, en este caso, comedia policial. Y como buen estudioso de todas las aristas de cada subgénero, Winograd sabe que detrás de la comedia policial se encuentra una historia de amistad. El robo del siglo se vende como la reconstrucción del asalto al Banco Río de Acassuso de enero de 2006 pero, detrás de este MacGuffin, la película nos muestra la historia de dos personajes solitarios, dos ladrones: Fernando Araujo (Peretti) y Mario Vitette Sellanes (Francella) que aprenden que juntos pueden lograr cosas más grandes. “¿Sabés porque siempre terminas preso?”, le pregunta Araujo a Sellanes ni bien se conocen, “Porque siempre haces robos pequeños”. “No puedo hacer robos grandes, yo siempre trabajo solo”, es la respuesta del uruguayo. “Y ese es tu problema”, le contesta el argentino. A partir de este punto, el director exhibe lo que va a contar. La construcción de la relación entre dos personajes, en apariencia, opuestos. Un intelectual de espíritu soñador y un profesional pragmático. Y si bien la película nunca pretende ser más de lo que es, lo original de la propuesta es que termina siendo mucho más ingeniosa de lo que aparenta. A Winograd no le interesa tanto el asalto en sí, como la preparación del asalto. La observación, el planeamiento, la prueba y error, e incluso los accidentes, que derivaron en que el robo de Acassuso sea perfecto, asombroso y pacífico. Nunca se había hecho un robo así en la Argentina. Esa primera hora de película, además de explotar lo mejor de sus protagonistas, también le permite al director jugar con el humor. Apelando a algunos clisés y lugares comunes, le exprime cada gota de comicidad a cada situación, aprovechando el absurdo y la ridiculez con fines narrativos. Después demuestra su destreza narrativa para manejar la tensión y el suspenso, sin perder la ironía, algo que ya había demostrado en Mi primera boda y Vino para robar. Aunque es criticado, injustamente, por hacer cine por encargo, las películas de Winograd confirman una y otra vez una mirada propia, autoral. Desde la estética hasta las ambiciones de producción. No es lo mismo trabajar en grandes estudios que con efectos digitales. El toque artesanal es palpable. Cada herramienta cinematográfica es explotada con el fin de narrar y, acá, arte, fotografía y edición, construyen escenas increíbles. El espectador no nota el uso de pantalla dividida para la escena del robo, pero la creatividad de la puesta concreta planos maravillosos, donde cada área técnica pone su grano de arena con el fin de construir un truco visual original e inusual para el cine industrial, pero imposible de hacer sin un gran presupuesto. Pero detrás de todo el ingenio de reconstrucción del robo, del armado de escenas de suspenso, del cálculo milimétrico para generar un gag efectivo, se prioriza el costado humano. Los personajes y la química entre ellos son el motor de la historia. Si bien es cierto que los personajes secundarios tienen poco peso dramático, todos están interpretados con una solidez y sutileza extraordinaria. Ahí también está la mirada de un autor que no descuida ningún detalle. Guillermo Francella y Diego Peretti conforman una dupla con una química maravillosa. Ambos repiten, con mucha autoconciencia, características de personajes que han interpretado antaño (ver Brigada explosiva que empieza con Francella robando un banco Río). Sacan de su galera sus mejores hits, los populares, los que los reconcilian con el público. En este punto, uno se olvida que está viendo una historia real fielmente narrada y ve a dos actores talentosos explotando sus fortalezas. Para algunos eso puede ser reprochable, pero se olvidan que el secreto de la comedia clásica también está en aprovechar la relación del público con los intérpretes, esa empatía natural que traspasa la narración. Y cuando eso está medido y calculado, los resultados pueden ser inmensos.
La odisea de los giles. El robo del siglo. Dos grandes títulos del cine nacional contemporáneo que tienen un elemento en común: los bancos como blanco certero. ¿Estamos ante un acto de justicia cometido por un émulo de Robin Hood del siglo XXI? La primera fue una adaptación de una novela de Eduardo Sacheri que ficcionaba un hecho tristemente célebre para nuestro país como la debacle económica acontecida a las puertas del nuevo milenio. En cambio, “El robo del siglo” adapta un ejercicio literario de Rodolfo Palacios recreando de forma pormenorizada (en créditos de guión figura el aporte de uno de los delincuentes implicados en el caso) los hechos que precedieron al robo y el desarrollo del golpe en sí, acontecido en enero de 2006, en la sucursal del banco Río de Acasusso. El prolífico y versátil director argentino Ariel Winograd sabe de robos (se recuerda su inspiradísima “Vino para robar”, 2013), y ratifica su valía al colocarse al frente de tan ambicioso proyecto. Una sobrada muestra de que nuestra industria cinematográfica (sustentada en labores de producción y financiación por gigantes empresas de calibre internacional) puede realizar un cine de género con absoluto despliegue y precisión técnica, sin nada que envidiar a la típica vertiente de ‘heist movies’, tan populares en el cine de Hollywood. Pensemos en “Tarde de perros”, una joya de Sidney Lumet estrenada en 1975 y epítome de los films centrados en asaltos a entidades bancarias, y de allí a la más reciente “Inside man”, de Spike Lee (2006). Winograd, que se ha mostrado efectivo en el género de comedia (“Mamá se fue de viaje”, 2017) sabe combinar registros narrativos con absoluta naturalidad. Es por ello, que el presente relato está teñido de la típica picardía argenta que ensalza el ingenio de estos cerebros del hampa, prestos a dar el golpe perfecto, minimizando todo daño posible y garantizando la seguridad de los clientes bancarios bajo un fino entramado que pergeña el tan mentado golpe perfecto y el cual incluye un estudio de observación que no escapa a la obviedad y los lugares comunes). Si bien la historia se basa en un caso de magna repercusión, no adelantaremos pormenores del desarrollo de la misma. Un sólido elenco forma parte del reparto (Rafael Ferro, Mariano Argento, Pablo Rago, Magella Zanotta), si bien el peso actoral recae sobre dos figuras tan enormes y dúctiles como Guillermo Francella y Diego Peretti. Manejando con absoluta sapiencia los dobleces de una personalidad tan mitómana como megalómana, Francella se pone en la piel del experimentado ladrón de guante blanco y financista del proyecto. Cuando la trama lo requiere, Winograd sabe darle rienda suelta al máximo capocómico de nuestro medio audiovisual, sin miedo a despojarse del disfraz actoral que todo personaje predispone, mostrando la auténtica naturaleza de un comediante nacido para hacernos reír. Y el rey de la comedia hace lo que mejor sabe, recurriendo a latiguillos y gestualidades marca registrada. Bocadillos puestos a tiempo aseguran la carcajada, exprimen al máximo la ironía y otorgan frescura a la trama policial. Su compañero de hazanas fuera de la ley es el formidable Diego Peretti, en la piel del ideólogo del plan. Cuando el personaje de este auténtico actor fetiche de Winograd se pone existencial y cavila acerca de su verdadera vocación y destino de vida, revela su intención a un psicoanalista en quien confía el secreto profesional bajo siete llaves. Luego, vivencia una autentica epifanía a las puertas de un viejo y querido videclub (homenajes a “Citizen Kane”, “Ladrones bicicletas” y “Casablanca”, incluidos). Más tarde, tendrá una segunda revelación, contemplando las estrellas en companía de su inseparable joint. La versión fumona de Peretti es una delicia de comicidad. Una vez puesto en marcha el plan, consciente o inconscientemente, el espectador se pondrá del lado de estos delincuentes que ya compraron nuestra simpatía. Eso dice mucho de nosotros como sociedad, ¿cierto? Diatribas morales aparte, Winograd maneja los hilos del suspenso de una tensa negociación policial que no evita hacer referencia al lugar de flaqueza que quedó sometida la fuerza luego de la masacre de Ramallo en 1999. Allí aparece un negociador (el impecable Luis Luque), un jefe de operativo (un desdibujado Fabián Arenillas) y un patético fiscal (el histórico Mario Alarcón). Todo intento será en vano. La fuga será inevitable, aunque cuestionable la decisión poco acertada de no ‘guardarse’ lo suficiente, sellando un destino tras las rejas. Bastó una mujer despechada (cuando no, un ‘lío de polleras’ echando por tierra un plan que se gestó con paciencia de orfebre). Un cartel dejado por los delincuentes se convirtió en leyenda, ilustrando de forma poética la fina línea que separa la ideología de la apología en la conducta de una sociedad que idolatra a ladrón que roba ¿a ladrón?. El resto fue historia: la cobertura televisiva se hizo eco del efecto en cadena con una masividad propia de nuestros tiempos. Persecuciones y arrestos, condenas mínimas y la recuperación de una suma irrisoria del botín total sustraído. Otra de las tantas inexplicables grietas del sistema judicial de un país que premia conductas deshonestas. Alta suciedad, no se puede confiar en nadie más.
“El Robo del siglo” es la nueva película de Ariel Winograd, protagonizada por Guillermo Francella y Diego Peretti. La pelicula está basada en el caso real del robo al Banco Río de Acassuso ese fatídico 13 de enero del 2006. El primer estreno del cine argentino en 2020 viene con TODO para romper la boletería. En esta ocasión, se vuelve a realizar una pelicula de ficción basada en hechos reales y con referencia a eso hay mucha tela para cortar en Argentina. Un grandioso elenco, liderado por Guillermo Francella y Diego Peretti, quienes con su química hacen que lo que fue un drama se vuelva una comedia, desdramatizando todo lo sucedido. El resto del elenco conformado, entre otros, por Rafael Ferro, Pablo Rago, Mariano Argento y Luis Luque – todos tienen su momento de destaque llevando muy bien la complicidad con sus protagonistas. La trama de la película no sólo te da risas, sino que también te lleva a momentos de tensión, los cuales están muy bien logrados tanto desde la parte actoral como de la escenografía utilizada. Es importante destacar que se ve una gran producción detrás de la película – no escatimaron en nada, mucho menos en la parte de fotografía ya que es BRILLANTE.⠀ ⠀ En resumen, “El Robo del Siglo” es un película para disfrutar en todos los sentidos, ya que tiene comedia, terror, drama, suspenso y sobre todo actuaciones ESPLÉNDIDAS. Una película que no te puedes perder y tienes que ir a verla en el cine, y así apoyar el talento nacional. Les puedo asegurar que van a tener carcajadas aseguradas.⠀
Un botín de oro, sin armas ni rencores El 13 de enero de 2006 cuatro hombres entraron al banco Río de Acassuso, se encapucharon y mostraron armas. Tomaron de rehenes a más de 30 personas mientras los canales de noticias transmitían la situación en vivo. Tras la masacre de Ramallo, en 1997, cuando dos rehenes murieron tras el mal accionar de la Policía Bonaerense, cualquier caso que involucrara a personas inocentes era un tema demasiado delicado, y la precaución era extrema. Los delincuentes lo sabían, y por ello jugaron al "robo exprés" que salía mal, cuando todo era un engaño. El grupo había preparado el robo durante meses, y cavaron un túnel que iba desde un desagüe hasta la pared del sótano del banco. Decidieron entrar por la puerta principal para evitar que las alarmas de seguridad los rastreen, pero se fugaron por el boquete con lo robado de 145 cajas de seguridad y transportaron todo en unos botes a través de los conductos de agua. "En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores", decía una nota escrita por el líder de la banda en la reja de la bóveda. Fue un robo de película. Nadie podía creer en el momento de su desenlace, e incluso mucho tiempo después, el engaño que habían realizado los cuatro ladrones. "La realidad supera la ficción", dice un conocido refrán que resume muy bien el robo a la sucursal al Banco Río en 2005. Y a esa frase había que agregarle ahora que a veces la realidad crea la ficción, como sucede en "El robo del siglo", filme dirigido por Ariel Winograd en el que se dramatizan los hechos ocurridos en ese cinematográfico acto criminal. Fernando Araujo (Diego Peretti), cerebro y ejecutor del golpe, que poco tenía que ver con el mundo delictivo, conoce a Vitette Sellanes (Guillermo Francella), un ladrón veterano, y lo convence de planear el robo junto a sus dos amigos, Marciano (Pablo Rago), y El Doc (Mariano Argento) al que se le suma Beto de la Torre (Rafael Ferro). Vitette será el encargado de hablar con Sileo (Luis Luque), mediador de la policía bonaerense para ganar el tiempo necesario y que los demás cómplices dentro del banco vacíen las cajas de seguridad. Suspenso, humor, drama y policial son algunos de los géneros por los que pasa este filme de atraco, que si bien por momentos peca de enaltecer a los delincuentes -más por su ingenio que por su objetivo-, en buena parte de la película genera cuestionamientos sobre quiénes somos y qué nos motiva a hacer lo que hacemos. Mientras que para Araujo es una cuestión de principios, para Vitette significa un retiro "honorable" a la vista de su familia, por ejemplo. Vale decir que en Argentina, desde el 2001, el corralito y la inestabilidad financiera, los bancos han pasado a ser para gran parte de la sociedad el enemigo mayor, por lo que filmes como este, y el del año pasado "La odisea de los giles", pasan con buen ojo ante los espectadores, que no ven tanto un delito sino más una revancha ante estas empresas. Es por eso que en dos escenas del largometraje se trata el tema del mensaje que literalmente quieren dejar los ladrones, que finaliza con "... es solo plata y no amores", como imponiendo un recato moral ante la ilegalidad del hecho. Con grandes actuaciones de Francella -vale decir, aquí un "Pepe Argento" del hampa pero que funciona-, Peretti y Luque, y gracias a la genial visión de Winograd poniendo los ingredientes en su justa medida para llevar adelante la historia, "El Robo del Siglo" es el primer tanque nacional del año, y sin dudas será uno de los mejores estrenos de 2020.
Lo cómico y lo triste En dos décadas, el cine argentino diseñado para gran público ha ganado en calidad no solo técnica (eso es claro) sino narrativa, en la medida en que ciertos realizadores con mucho amor por el cine universal se dedicaron a él. Ariel Winograd es de esa clase: un director que, desde la comedia, ha comprendido el timing, eso tan elusivo. “El robo del siglo”, que narra el mítico atraco al Banco Río, es en realidad una comedia de aventuras e ingresa al más nutrido de los géneros cinematográficos argentinos, el del film criminal (no policial: aquí siempre se mira desde el lado del delincuente, un gran tema para paper que nos excede). A diferencia del último éxito del género (“La odisea de los giles”), “El robo...” no justifica a sus delincuentes, no les quita amoralidad (no confundir con “inmoralidad”), no romantiza nada: cuenta, del modo más directo posible lo cómico y lo triste, y al mismo tiempo apunta a otra cosa. Es, disfrazada, una película sobre el cine, sobre lo falso, sobre la puesta en escena y sobre el gran tema del arte: la vocación. En una primera mirada, se trata de un film divertido y amable que se disfruta como andar en tren; pensándolo un poco más, tiene apuntes (algunos de una gran comicidad, como ciertas clases que toma cierto personaje) sobre qué significa el juego de quebrar la realidad. No hace falta elogiar a los actores pero sí destacar que Winograd tiene una mano perfecta para dirigirlos.
Robar un banco pero sin malentendidos De haber optado por las ironías, la película de Ariel Winograd hubiese logrado una mirada despiadada sobre el famoso robo a Banco Río de 2006, pero no. El tema es bien nodal, polémico. Y es la película misma la que –indirectamente– se lo propone. Vale decir: ir contra el sistema. Atentar contra el lugar emblemático de la organización económica. El banco. Al menos, a priori. El robo a los bancos es materia prima de la historia del cine. Si el cine es (¿era?) el arte popular por excelencia, ¿cómo no desafiar y birlar a los poderosos y sus herramientas sociales? De manera sostenida, necesaria, hay toda una serie fílmica que lejos está de culminar sobre tales proezas o actos delictivos, según se prefiera. Sin ir más lejos, o a propósito de la génesis misma del cine, el western sirve a esta expresión dilemática. El banco es el blanco elegido como dispositivo simbólico que atracar, por nudo que ideologiza las contradicciones. Se lo asaltará tantas veces sea necesario, bajo la forma de diversos géneros cinematográficos. Es en esta estela en donde se inscribe El robo del siglo, de Ariel Winograd (Cara de queso, Mi primera boda, Mamá se fue de viaje). Desde un verosímil que pretende local, en consonancia con la historia verídica que recrea: el robo a la sucursal de Acassuso de Banco Río, en 2006. Pero hay algo que no cierra del todo. Al menos desde lo que significa el término “verosímil”. Si el efecto de verdad, que esta palabra conlleva, tiene que ver con hacer creíble lo que se narra, El robo del siglo está más cerca de ciertas producciones for-export que de una idiosincrasia próxima. En este sentido, las canchereadas de Guillermo Francella no explican la localía sino, antes bien, obedecen a un color local de raíz televisiva. Es un gancho cómplice, que la película juega consciente (así como la redundancia en la relación conflictiva con su hija, interpretada por la propia hija del actor, Johanna Francella), mientras parece más acorde con mucho policial mainstream argentino y reciente, sin personería, apegado a fórmulas predigeridas por consumibles en otras geografías. No se trata de desmerecer el trabajo del realizador Ariel Winograd, cuya película cuenta con un reparto de relieve. Pero si hay un rasgo distinguible en su obra, es la prosecución de la comedia. Cuando ésta aparece, El robo del siglo deja entrever lo que evidentemente podría haber ofrecido: una mirada bufona, desenfadada, que tomara al hecho para desentrañarlo desde cuanta ironía fuese posible. Sin embargo, lo que el film deja percibir son sólo pliegues, inmediatamente ocluidos. La desfachatez, en suma, nunca sobresale. De este modo, El robo del siglo queda sujeta a la explicación de cómo se conforma el grupo ladrón, cuáles son las peripecias que cada uno guarda para sí, quién es el cerebro que las organiza, y cómo se desarrolla el plan. En este rol, aparece –y desde la mejor caracterización- Diego Peretti. Sus constantes porros, su ardid artista, su saber logístico, lo vuelven alguien confiado en las intuiciones. Si Winograd se hubiese dejado llevar de igual manera, seguramente habría podido llegar a un puerto menos previsible y más cercano al espíritu de Mario Monicelli y Los desconocidos de siempre. Estas limitaciones -¿(auto)impuestas?- dejan sentirse en el retrato social que emerge, dedicado a delinear una Argentina de tarjeta postal, en donde las contradicciones que anidan –y que el robo a un banco debiera desocultar- quedan debidamente silenciadas o apenas rozadas (más aún con la crisis de 2001 apenas sucedida, en donde los bancos cumplieron un rol repudiable). Cuando el film se anima a algún diálogo irónico, lo hace de manera cínica. En este sentido, que Peretti amenace al policía con llamar a la Secretaría de Derechos Humanos luego de la requisa de la que es víctima, no puede menos que sonar raro. ¿Por qué estas palabras en boca de alguien “artista” y “ladrón”? A ver, hay dos cuestiones. Desde las aseveraciones que el film profiere, hay otra que deja en claro su tesitura, no casualmente siempre desde el decir de Peretti, en quien la película repara como personaje central: robar un banco es un “acto inmoral”, dice. Y también que Brecht fue quien dijo que peor que robarlo es fundarlo. Entre ambos decires, un “equilibrio”, una simetría vacía sobre la que el personaje despliega su actuar y a partir del cual el film se estructura. Tal equilibrio es consecuencia de una corrección premeditada antes que de una mirada atrevida. Si las notas de comedia de Winograd apenas surgen, es porque nada hay de hiriente en el film. Basta con ver el retrato que de la Policía Bonaerense, del Grupo Halcón, ¡y del propio banco!, se llevan adelante, apenas con algún rasgo de caricatura. Siempre con el cuidado de refrendarlos como entidades abocadas a su deber. “Estamos en democracia”, le espeta Peretti a uno de los policías, así como los yanquis hacen cuando esgrimen su “vivimos en un país libre”. La alusión de estas frases y diálogos no son inocentes. Y no caen bien porque –aquí la segunda cuestión– El robo del siglo es parte del cine que la derecha cimenta entre sus producciones de alto presupuesto y el éxito más o menos asegurado. Que este film será muy visto, casi no caben dudas. El star system vernáculo, las risas garantidas (hay réplicas a las que el público se adelanta, así como sucedía con El cuento de las comadrejas, de Campanella), el concepto de un cine digerible por todos y para todos, lo confirman. En otras palabras, se trata de una película fácilmente asimilable, sin aristas, dedicada a dejar de lado –paradójicamente– el potencial de su mismo director. De esta manera juega también el plano musical, afectado por las melodías de los años 70, particularmente las de Lalo Schiffrin, más algunas notas que evocan al western spaguetti. Tales cuestiones nada tienen de “tarantinianas”, son evocaciones epidérmicas, que intentan situar al film en el camino que otras producciones tallaran (pero aquellas, sin tantos miramientos de mercadotecnia). El robo del siglo no sólo es la película del robo a un banco, sino también la que recrea la captura de todos y cada uno de ellos. Otra vez el “equilibrio”, que no es puesta en escena, sino requerimiento que evita lo que podría ser mal visto o mal entendido (“el banco compensó a sus clientes”, se aclara en el desenlace; además de hacer explícita la preocupación que por ellos manifiesta un gerente). Se trata de una simetría vacía, que pretende neutralidad, que dictamina sobre la “alta suciedad” –vía canción de Calamaro–, mientras deja un sabor insípido al eludir lo que de veras anida tras el robo a un banco. Habrá que volver a Brecht.
Esta comedia policial se centra en el famoso y sofisticado robo al Banco Río que tuvo lugar en 2006 en las afueras de Buenos Aires. Diego Peretti y Guillermo Francella protagonizan esta por momentos entretenida película argentina. El caso del robo al Banco Río, que tuvo lugar hace casi exactamente 14 años (fue el 13 de enero de un hoy aparentemente muy lejano 2006), tiene todos los ingredientes narrativos necesarios para servir de base a cualquier tipo de emprendimiento artístico. Obviamente, están los libros de investigación sobre el caso, pero también las «memorias» de los involucrados. Y se pueden hacer películas, series, obras de teatro, lo que imaginen. El material de base es riquísimo, más que noble. Solo hay que saber aprovecharlo. Sacarle el jugo, como dicen por ahí. En su versión cinematográfica –co-escrita por el mismísimo «cerebro» del robo (Fernando Araujo), lo cual no deja de ser toda una curiosidad, junto al productor Alex Zito–, Winograd opta por un tono de comedia dramática, no demasiado distinto al de la reciente LA ODISEA DE LOS GILES, película con la que tiene varias similitudes. La decisión tiene que ver con armar un grupo de personajes más o menos pintoresco (aunque, por suerte, aquí no se apuesta tanto al costumbrismo extremo como se hacía en aquel film), despojarlos de casi toda oscuridad y/o ambigüedad, y convertirlos en una suerte de héroes populares, Robin Hoods locales que, a su curiosa manera, pretenden combatir la desigualdad social enriqueciéndose a ellos mismos. Las llamadas heist movies (películas de atracos), en su variante anti-bancaria, están funcionando de maravillas con el público local y se han sumado a los films con variados tipos de delincuentes y/o criminales (además de los citados, están los de EL ANGEL, EL CUENTO DE LAS COMADREJAS y 4×4, entre otros) que protagonizan la mayoría de las películas argentinas recientes de perfil industrial. EL ROBO DEL SIGLO cuenta su cuento de la manera lo más efectiva y directa posible. Más allá de algunos trucos y juegos con el tiempo que permiten generar algunas sorpresas narrativas durante el atraco en sí, lo que el guión hace es sintetizar la historia lo más posible para abocarse a lo que podríamos llamar sus grandes éxitos. Al co-guionista Araujo lo encarna Peretti como un ladrón inusual, una especie de artista del crimen, que fuma porro todo el día y le busca un sentido zen a su plan. Guillermo Francella es Mario, «el uruguayo», un ladrón profesional experimentado pero que nunca cometió un robo de estas dimensiones y complejidad. El equipo lo completan Pablo Rago como «El Marciano», algo así como el técnico de la operación; Rafael Ferro como «Beto», Mariano Argento como «el Doc» y Juan Alari como «el Gaita», el particular conductor del vehículo de escape. La película se divide claramente en las tres partes clásicas de una trama de atracos: la preparación, el robo en sí (en este caso, uno bastante complejo y sofisticado) y las consecuencias. Se trata de un caso bastante conocido en muchos de sus detalles, pero no lo spoilearemos por acá llegado el caso de que algún espectador prefiera no leer ni googlear nada sobre el asunto. En estos casos, lo que define a estas películas, más allá de los hechos en sí, son los personajes, sus interacciones, el tono y la efectividad (o no) de los dispositivos narrativos utilizados. En el caso de EL ROBO DEL SIGLO no queda otra alternativa que decir que, en general, se trata de una película correcta, ligeramente divertida, narrada con bastante eficacia (al menos, en sus primeros dos actos) pero sin demasiada complejidad en muchos de sus otros aspectos narrativos. El tono de comedia dramática elegido lleva a que gran parte de los personajes se definan por una o dos características básicas: Araujo fuma porro, «El uruguayo» quiere a su hija pero siempre le falla, «el Doc» es cínicamente religioso, «Beto» es un mujeriego incorregible y así. A partir de allí, todo lo demás queda en función del talento de los actores –más que nada Peretti y Francella– para circunvalar el guión con su ingenio, sus mohines y sus conocidos recursos como comediantes, algo que funcionará muy bien en algunos momentos (como cuando deben lidiar con el negociador del grupo Halcón que encarna a la perfección, y de manera contenida, Luis Luque) y en otros, no tanto. Lo que falla, raramente, en una película que viene hasta cierto punto demostrando una sobria eficacia narrativa, es su última parte, lo que sucede después del robo. Toda esa etapa, que uno espera con ansiedad ya que suele ser lo más rico y desconocido en estos casos y películas, pasa a una velocidad supersónica, confusa, atropellándose en los tiempos y las resoluciones, como si la película no pudiese, por alguna ley del mercado, extenderse más allá de las dos horas. Es una lástima que eso no funcione bien, porque aún cuando uno pueda tener diferencias con las elecciones narrativas y formales de EL ROBO DEL SIGLO, hasta entonces su efectividad era innegable. En la última parte –y ni hablar a la hora de saber qué fue de los personajes de entonces a hoy– esa efectividad se borronea. Se siente, ahí especialmente, que en tiempos de furor por las series, una trama con la riqueza y la complejidad de ésta podría funcionar mejor en ese formato. Tomando en cuenta que el caso se conoce, es en la expansión de ese universo donde se le puede sacar jugo, y no simplemente en relatarlo, en hacer una sumatoria de hechos. Es cierto, dicen que LA CASA DE PAPEL le birló en buena medida esa posibilidad (no vi la serie española pero aseguran que tiene muchos puntos en común y hasta se habló de un juicio por plagio), pero es imposible no imaginar que esta misma historia, con algo más de desarrollo de personajes y, quizás, con un tono más severo y/o realista, podría haber sido mucho más interesante –oscura, atrapante, compleja, hasta inquietante– como otro tipo de película, o bien desarrollada a lo largo de algunos episodios. Así como está, EL ROBO DEL SIGLO es una amable comedia policial (más cercana a LA GRAN ESTAFA o LOS DESCONOCIDOS DE SIEMPRE que, digamos, a EL CIRCULO ROJO o EL PLAN PERFECTO) con varios momentos simpáticos y entretenidos, pero no mucho más que eso. Entender los motivos por los que este tipo de películas, casos y personajes funciona tan bien en la Argentina es material para otro texto.
La audacia y el cálculo Con citas a clásicos del género, se estrena El robo del siglo, de Ariel Winograd, basado en el antológico atraco al Banco Río de Acassuso de 2006. “Cuando uno comete un acto inmoral como robar un banco, cuanto más piense en los efectos secundarios que vas a producir con la mayor empatía y ética personal posible, mucho mejor va a ser la reacción social posterior”, recita mientras se fuma un porro el ideólogo del robo del Banco Río (Diego Peretti), un personaje que busca una verdad por la que pueda dar la vida. Su socio inversor, Mario (Guillermo Francella), un ladrón profesional soberbio y solitario, lo escucha con poca paciencia sentado a su lado rodeado por un paisaje verde. “Acá no hay daño verdadero. Pierde el banco, pero eso le encanta a la gente. Equilibrio natural”, agrega la cabeza del atraco dando otra pitada. Mario trabajó toda la vida solo, y respeta poco a su nuevo compañero amateur: amenaza con abandonar el proyecto una y otra vez. Esta tensa, cómica relación marca el latido de El robo del siglo, el noveno largometraje de Ariel Winograd (Cara de queso, Mi primera boda, Sin hijos), película que recrea el impactante robo al Banco Río de Acasusso del 13 de enero de 2006, golpe que nos mantuvo en vilo con transmisión en cadena de todos los canales de televisión. Un atraco de cajas de seguridad (entre 8 y 25 millones de dólares) disfrazado de toma de rehenes que burló a más de 300 policías. Fue definido como el mejor robo de la historia argentina, y uno de los cinco más importantes del mundo. Los titulares se repetían: “Un golpe de película”. A lo largo de la historia, el cine diseñó sus robos de banco como también creó sus propios gángsters estilizados, sus declaraciones de amor (que incluían corridas desesperadas para detener un avión) y el delineamiento de la personalidad obsesiva de sus asesinos seriales. Es probable que una persona que quiera robar un banco haya visto más películas sobre el tema que asaltos en la vida real. Son incontables las secuencias cinematográficas que quedaron grabadas en el imaginario popular. Una de las primeras tiene la firma de Don Siegel: Walter Matthau, en la piel de Charley Varrick, llega en un auto robado a un pequeño banco en Nuevo México. Con un falso yeso en una pierna, peluca, bigote, cejas y hasta un lunar. Así se presenta ante el espectador. El personaje, en apariencia ingenuo, pide por ventanilla cobrar un cheque. La secuencia es lenta, ¿podría no serla siendo tan largo el camino burocrático para cobrar un cheque? Varios minutos más tarde, el ladrón anuncia su propósito, al mismo tiempo que dos cómplices levantan sus armas luciendo unas aterradoras máscaras de látex. Es recién cuando se dan vuelta los secuaces que la música comienza a sonar; hasta ese instante los únicos sonidos provienen de la cotidianeidad aburrida del funcionamiento del banco. “¿Quieren morir por causa del dinero de otros?”, le pregunta el protagonista al gerente y a su secretaría mientras los apunta. Así comienza Charley Varrick, la película de 1973 que adapta la novela The Looters, de John Reese. De Walter Matthau a Patrick Swayze. Cuando Kathryn Bigelow filmó en 1991 al galán y bailarín de Dirty Dancing (1987, Emile Ardolino) irrumpiendo en un banco con una máscara de Ronald Reagan fue un antes y un después en el cine, y también en la vida real. Cada golpe con caretas nos recuerda a esa secuencia donde Bodhi y su banda de surfers roban portando máscaras de los ex presidentes. “Como en la película Punto límite roban un banco disfrazados con máscaras” titulóun diario local en 2014 cuando tres ladrones entraron a un Banco Credicoop de Avellaneda y se llevaron 500 mil pesos. Punto límite influyó a decenas de films: desde la escena inicial en Batman-El caballero de la noche (2008, Christopher Nolan) hasta Atracción peligrosa (2010, Ben Affleck). Quince años antes, Michael Mann había refilmado escena por escena su película L.A. Takedown (1989), bajo el nombre de Fuego contra fuego, esta vez con Robert De Niro y Val Kilmer como los delincuentes que atacan un camión con máscaras de hockey. Es un film fundante a la hora de “romantizar” la figura del ladrón de bancos. Caer con estilo ¿Cómo se sostiene el interés en una película basada en hechos reales, conociendo el desenlace de la historia? Creando personajes y micro relatos que nos distancien un poco de las crónicas policiales. El robo del siglo no busca ser fiel al hecho tal cual fue, más allá de que el ideólogo del verdadero robo al Banco Río, Fernando Araujo, es parte del proyecto desde el minuto cero. Como en El ángel (2018, Luis Ortega), el cine no está acá para reflejar la realidad sino para construir otra paralela. Si en aquella película Carlos (Lorenzo Ferro) baila “El extraño de pelo largo” seduciendo a la cámara, en El robo del siglo Mario va a clases de teatro donde juega a ser un orangután, ubicándose más cerca de la comedia absurda y el espíritu lúdico. Winograd ensayó ese tono en Vino para robar (2013), película que resuena en este tanque nacional, pero sin un interés romántico. La historia de amor en El robo del siglo es entre los ladrones y el dinero, pero aún más con ellos mismos, orgullosos de un logro que hasta el día de hoy suena imposible. Al igual que en Bob le flambeur (1956, Jean-Pierre Melville), el film que se viene gestando hace varios años pone el acento en la puntillosa estrategia, convirtiendo al cerebro en un Kevin McCallister estudiando planos y urdiendo trampas ya no para atrapar a un ladrón, sino para no ser el capturado; yendo y viniendo en el tiempo, utilizando los recuerdos en forma de flashbacks como respuestas a dudas urgentes. “No hay soluciones imposibles. Hay problemas mal planteados”, le dice el ideólogo a Mario. Con un elenco que completan Pablo Rago, Rafael Ferro y Mariano Argento, la película juega con el adentro y el afuera del Banco Río, el duelo entre ladrón y policía (Luis Luque), tal como sucedía en El plan perfecto (Spike Lee, 2006). Si en Pulp Fiction “Misirlou” estalla cuando Pumpkin (Tim Roth) y su novia alzan sus armas para asaltar la confitería, en El robo del siglo suena Uno, dos, ultraviolento de Los Violadores mientras vacían las cajas de seguridad. La película –como en las de Tarantino– funciona como una sucesión de sketches donde la canción define su contenido, y el tono se mezcla con la identidad narrativa que sembró Damián Szifrón en Los simuladores, luego plasmada en cine con Tiempo de valientes, también protagonizada por Diego Peretti. Su personaje en El robo del siglo tiene mucho en común con Emilio Ravenna. ¿Por qué las películas de robos de banco nos apasionan tanto? La razón, más allá de la tensión y el suspenso por si consiguen salir ilesos o no de la peligrosa maniobra, es tener la oportunidad de resolver ese halo de misterio que rodea a esos planes detallistas y milimétricos. La misma razón atrae al público por las historias reales de robos a banco: tratar de develar qué pensaron y sintieron esas personas y personajes al momento de dar el golpe. Y eso es justamente lo que ni una película ni una crónica policial logra revelar. Por eso es uno de los subgéneros más poderosos: el interrogante persiste por siempre.
Una fusión de thriller light y comedia costumbrista llena de argentinismos Un grupo variopinto de ladrones y estafadores se unen para atracar un banco en la zona de Acassuso en la Provincia de Buenos Aires. Fernando Araujo es el cerebro, el hombre detrás de la planificación; Mario Vitette Sellanes es el inversor y la cara visible. El plan perfecto incluye el robo a las cajas de seguridad, la toma de rehenes y una huida “de película”. Ariel Winograd, el cineasta más exitoso de la comedia vernácula, se pone detrás de cámaras para retratar un evento policial reciente que ha quedado marcado a fuego en el imaginario popular por lo osado y efectivo. Con el desarrollo y la resolución tan fresca en la memoria de los espectadores, los guionistas (Alex Zito y el propio Fernando Araujo) y el cineasta han hecho hincapié más en las formas y el género que en las sorpresas y los giros argumentales. Todos sabemos lo que ocurrió en este asalto, por lo que el atractivo de las dos horas de metraje se dan en la química entre los personajes y la puesta en escena que revela una producción ambiciosa. Diego Peretti como el personaje de Araujo nos introduce en el corazón de la banda de atracadores. No solo es quien tiene la idea del golpe, sino que reúne el equipo y marca el ritmo de la historia. Sus miradas y gestos, tan característicos lo convierten en el actor ideal para esta fusión entre la comedia costumbrista y el thriller light. El elenco en el lanzamiento de El elenco en el lanzamiento de "El robo del siglo" (Darío Batallán / Teleshow) Guillermo Francella vuelve al registro que mejor maneja: la comedia criolla. Puede hacer gala de toda su biblioteca de dichos, la “viveza porteña” y cataratas de chistes, con la complicidad de los espectadores. Salvo algunas excepciones, como su recordada performance en El secreto de sus ojos, es sin dudas el tipo de papel que mejor le calza y el más efectivo. El resto del elenco también cumple, aunque un párrafo aparte merece el enorme Luis Luque como el negociador de la policía, el hombre que sospecha que algo del atraco no cierra y que juega el papel de “cazador cazado”. Hay una gran reconstrucción de época, de la fachada del banco y del barrio en donde se desarrolla la trama. Algunas ideas visuales son realmente atractivas, como la que muestra a los ladrones avanzando por el boquete. Hay un logrado uso del flashback, recurso que no es utilizado en exceso y que ayuda a redondear conceptos y una buena utilización de la banda sonora que acompaña la acción. Los momentos más dramáticos del filme, aquellos que tienen que ver con la no muy desarrollada relación entre Vitette y su hija, quizás sean las más anticlimáticas de un filme que en general se hace llevadero y entretenido. Como muchos largometrajes en los que el espectador empatiza con los criminales, en El robo del siglo falta un antagonista, un villano que le dé más cuerpo a la historia. No escasean los momentos que hicieron mítico al asalto: el traje gris, los gomones, las pizzas para los rehenes y la clásica nota que los ladrones dejaron en las cajas de seguridad y que se convirtió en símbolo del hecho. La primera gran película nacional del año tiene las dosis exactas de género y argentinismos como para robar los corazones de los espectadores. Después de todo, es “solo plata, no amores”.
ROBÓ, HUYÓ Y LO PESCARON Una gran película de atracos con acento argentino Uno de los hechos policiales más resonados de nuestra historia reciente llega a la pantalla grande con mucho humor, acción y un gran elenco. El 13 de enero de 2006, seis delincuentes llevaron a cabo uno de los golpes más recordados de la historia reciente argentina: el robo a la sucursal del (por entonces) banco Río en Acassuso, San Isidro. Los hombres simularon una toma de rehenes con la intención de vaciar el contenido de las cajas de seguridad, en total 145, llevándose un botín de 19 millones de dólares, incluyendo dinero, joyas y objetos personales de sus víctimas “ricachonas”. Nadie salió herido y los damnificados cobraron los seguros correspondientes, por eso, a 14 años del delito, los cuatro condenados recuperaron su libertad, más allá de que gran parte del botín nunca fue recuperado. Hurto, secuestro y una huida cinematográfica por el desagüe pluvial que pasaba por debajo de la calle Perú, desde donde se extendía un túnel excavado con precisión por los criminales, hasta un boquete en una de las oficinas del banco. Semejante golpe no podía pasar desapercibido para la pantalla grande, más cuando se trata de una historia que todavía resuena en la memoria de los espectadores. Ariel Winograd -“Mamá Se Fue de Viaje” (2017), “Vino para Robar” (2013)- es el responsable de trasladar esta espectacular odisea, mezclando su habitual costumbrismo argento con los mejores elementos de las clásicas películas de atracos (heist movies). Al mejor estilo de “La Gran Estafa” (Ocean's eleven, 2001), Winograd y los guionistas Alex Zito y Fernando Araujo (el mismísimo cerebro del golpe) nos pasean por los pormenores del planeamiento, la ejecución y el desenlace del bien llamado “El Robo del Siglo” (2020). Todo arranca con Araujo (Diego Peretti), un artista con ¿ínfulas de Robin Hood? y muchas ganas de llevar a cabo un atraco para los anales. De a poco, comienza a juntar a su equipo, entre ellos ‘El Uruguayo’ Mario Vitette Sellanes (Guillermo Francella), el ladrón experimentado del grupo; y ‘El Marciano’ (Pablo Rago), encargado de la ingeniería. La apuesta no es sencilla ni barata, pero al final del día la recompensa resultará enorme… y nadie debería salir herido. “El Robo del Siglo” va y viene en el tiempo mostrándonos cada etapa del plan que, en muchos casos, se va dando sobre la marcha. De ahí, la tensa relación que se establece entre Araujo (el tipo despreocupado) y Sellanes, un delincuente mucho más temperamental y meticuloso, que duda del éxito de este golpe. Los realizadores nos presentan un conjunto de individuos con iniciativa, pero no por ello menos patéticos, que van dejando de lado sus diferencias, resaltando sus cualidades a medida que el plan lo necesita. ¿Quién diría que este es el ideólogo del robo del siglo? La detallada recreación del atraco -con una gran puesta en escena y una cámara que se mete en lugares imposibles- y la tensión que se establece una vez que los criminales lo llevan a cabo, son los puntos más fuertes de esta historia que se suma a otros exitosos relatos ‘basados en hechos reales’ de la reciente filmografía nacional como “El Ángel” (2018) o “El Clan” (2015), demostrando la fascinación del público local por el ‘true crime’. Pero Winograd lo encara con más liviandad y espíritu aventurero, logrando que nos comprometamos con la narración, incluso sabiendo cómo termina todo. El director se concentra en el hecho y poco ahonda en la vida privada de sus protagonistas, más allá del ‘Uruguayo’ que intenta mantener una relación con su hija Lucía (Johanna Francella). Tampoco aporta un claro juicio de valor, dejando que sus personajes se conviertan por momentos en los ‘héroes impensados’ de la historia. En la vereda de enfrente, está Miguel Sileo (Luis Luque), negociador de la policía y antagonista designado, cuya única misión es que esta situación no se convierta en una tragedia. Claro que este experimentado miembro del grupo Halcón no sabe que dentro del banco no hay individuos violentos ni armas cargadas, y a pesar de quedar como un fantoche estafado, la película reivindica su labor ante los momentos más tensos. Dos cabezas piensan mejor que una “El Robo del Siglo” (de alguna manera) nos obliga a empatizar con los verdaderos villanos -que el atraco haya sido en uno de los barrios de mayor poder adquisitivo de Gran Buenos Aires no es justificación- y, a pesar de la ficcionalización de los hechos (algunos encajan con la realidad, otros no tanto por cuestiones dramáticas), resulta lo suficiente atractiva para exceder el ámbito policial y convertirse en un vehículo de entretenimiento. Francella y Peretti se mueven por terrenos conocidos, casi como arquetipos de este subgénero, pero la idiosincrasia local también juega un papel importante, y suma a la hora de delinear esta historia y sus característicos personajes. Humor, acción, una buena banda sonora que la acompaña (Los Violadores, Andrés Calamaro, Frank Sinatra, Dos Minutos), un gran elenco y la complicidad del espectador se conjugan para que “El Robo del Siglo”, probablemente, se convierta en el próximo (y merecido) éxito de la taquilla argentina.
Ariel Winograd se despega del estilo Apatow y encara una realización madura. Cumple con la demanda popular y se contiene de explotar a Francella. Tropieza en la selección de canciones pero nunca pierde el ritmo para ganarse al espectador promedio.
El robo del siglo, sigue en cartel y además de superar los 1.900.000 espectadores en el país, la película de Ariel Winograd tendrá el honor de clausurar el Festival de Málaga (13 al 22 de marzo), España. Basada en el emblemático robo al Banco Río en Acassuso en el 2006 dicho largometraje del cine nacional resulta muy entretenido y además que utiliza acertadamente su presupuesto y diseño de producción. Es muy grato ver que después de para mi gusto desafortunada "Mamá se fue de viaje" Winograd vuelvs a sorprendernos con personajes verosímiles, pintorescos e ingeniosos (Diego Peretti, Pablo Rago) que unieron la fuerza y la técnica para realizar este gran robo. El director de Cara de Queso, Mi primera boda, Vino para robar, Sin hijos y Permitidos, que suele moverse dentro del género de la comedia logra aquí no solo divertir al espectador sino que habrán algunas escenas también conmovedoras, gran mérito de las mismas es para la interpretación versátil de Guillermo Francella . El robo que se torna metadiscursivo en si mismo puesto que es representado como una gran puesta en escena cuya función comienza abriendo una cortina que hace de telón, incluso con citas a Stanislavksy o Brecht. Este supuesto plan perfecto que cuando se efectúa logra producir en el espectador empatía con los protagonistas. Con una música final que nos remite al western los ladrones dejan una huella en su supuesto plan perfecto: "Sin armas ni rencores en barrio de ricachones, es solo cuestión de plata y no amores". Mediante un epílogo final, como en un relato griego la hybris cometida especialemten por el personaje interpretado por Rafael Ferro. Un elemento poco positivo es el contraste entre el film y su sistema de créditos final en el cual como la mayoría de las películas basadas en hechos reales comparte algunos datos. Sin embargo, el problema no es ese sino que la música de Andrés Calamaro cuya letra dice "basura de la alta suciedad" (1997) los critica a los ladrones mientras que todo el relato anterior que observamos los enaltece y produce identificacion con el público, hay allí una contradicción.