Agudo retrato de una problemática silenciada:
La fumigación de un campo de soja, y cómo imperceptiblemente esa llovizna ingresa por la ventana de una vivienda, son las imágenes con las que comienza El rocío (2018), película del realizador argentino Emiliano Grieco. Se trata de una ficción en clave de realismo social que aborda la silenciosa y silenciada problemática ecológica que involucra a los agrotóxicos, cuando se emplean sin miramiento alguno por sus consecuencias sobre el medioambiente.
Sara (Daiana Provenzano) es una joven madre que vive en un pueblo rural en la provincia de Entre Ríos junto a su pequeña hija Olivia. Está separada del padre de la niña en circunstancias que no desarrolla la película pero que podemos intuir. Trabaja en un tambo de la zona y su situación de vulnerabilidad social determina que su pequeña hija quede durante la jornada laboral al cuidado del hijo de la vecina, un niño de edad escolar, con todos los peligros que esto implica al no contar con la supervisión de un adulto, como lo evidencia la lograda escena de tensión dramática del incendio en la cocina.
Los momentos de luminosa felicidad entre madre e hija, situados en la apacible naturaleza del entorno agreste, comienzan a verse afectados cuando lo familiar muta hacia la atmósfera inquietante de lo siniestro que transmiten los efectos sonoros. Hay animales que aparecen muertos y la pequeña niña presenta un ataque de tos y llanto descontrolado. En la consulta con el médico local (Tomás Fonzi) se revela que puede tratarse de síntomas de una extraña enfermedad respiratoria provocada por el glifosato empleado en las fumigaciones, pues la casa de Sara se ubica muy cerca de una plantación de soja. El médico le aconseja a Sara viajar a Buenos Aires para que una colega suya pueda realizarle más estudios y así poder tener evidencia concreta de varios casos como para poder hacer una denuncia.
Los hombres de mameluco amarillo que lucían tan gentiles saludando a la niña al pasar por las calles del pueblo revelan ahora sus rostros sombríos, emblema de la codicia económica de grandes terratenientes y empresas agrícolas. Son gigantes protegidos por la ley, capaces de amedrentar y remover a funcionarios, médicos y a cualquiera que ose inmiscuirse en sus negocios. Se plantea así una lucha desigual para un pueblo sumido en la miseria y al que sólo le queda recurrir al vandalismo ecológico como práctica para hacerse escuchar.
La gravedad de la salud de su hija coloca a Sara en un gran aprieto al no contar con recursos económicos para costear los gastos que implica tamaño viaje a Buenos Aires. Pero Sara no es la típica mujer dócil y sumisa. Es una luchadora, una leona guerrera. Como da cuenta su porte duro y su pelo rapado, está dispuesta a todo para salvar a su hija. No pudiendo contar con el padre de la niña ni con su madre (también en situación precaria), no le queda otro camino que recurrir al menudeo de la cocaína que se trafica del campo a la ciudad. Queda planteado entonces el descenso al infierno de la heroína, donde debe enfrentar los peligros y abusos que pueden venir no sólo por parte de la policía sino también del traficante para el que trabaja.
Aunque una salida airosa de ese mundo oscuro y predominantemente indiferente y hostil no sea posible para Sara sino a costa de cruzar ciertos límites, la mirada del director sobre la protagonista es compasiva y la acompaña, sin caer en golpes bajos ni juicios de valor ya que sus actos son efecto de la realidad social que habita.
La película de Grieco resulta valiosa por ser una de las primeras ficciones que aborda el profundo impacto que el abuso de agrotóxicos en manos de empresarios inescrupulosos produce sobre el medioambiente y la salud de las personas. Al trabajar desde el realismo con tensión dramática y cierta atmósfera siniestra, puede relacionarse con la nouvelle Distancia de rescate (2014) de la escritora argentina Samanta Schweblin, aunque sin los elementos del terror y del desconcierto narrativo que están presentes en ella.
El Rocío es una película austera y prolija, que logra transmitir el profundo lazo de cuidado y afecto que une a madre e hija y que se construye a partir de destacar pequeños detalles que dan cuenta del peligro que acecha, sin descuidar el efecto estético. El director logra mostrar la profunda ausencia del Estado y de la justicia frente a los excesos de las corporaciones agrícolas así como la falta de redes de contención social, que dejan libradas a las poblaciones más vulnerables de nuestro país a la soledad de sus pocas opciones de vida. De este modo, el cine se revela como una herramienta de transformación social, al visibilizar a las victimas y al sembrar conciencia ecológica.