Sara vive con su hija Olivia en una zona rural de Entre Ríos, la nena empieza a toser y parece una pavada, pero no. Se trata de una intoxicación a causa de los agrotóxicos utilizados en la siembra de soja. Desde aquí, parece que la película iría hacia un costado ambientalista y en contra de los empresarios agropecuarios poderosos. Pero la historia se cruza de carril. Sara comienza a vincularse con traficantes de cocaína de la zona y hará de mula en cada viaje a Buenos Aires, en los que supuestamente su primer objetivo era hacerle estudios intensivos a su hija. Primero se vinculará con un médico (Tomás Fonzi, correcto) que quiere denunciar el uso indebido del glifosato y después su personaje se irá desdibujando junto con la trama. Daiana Provenzano cautiva por su belleza pero carece de sutileza para interpretar el rol de Sara, a veces recita sus textos en vez de interpretarlos y le resta peso específico al filme, ya que el foco está puesto en ella. La contracara es Eva Bianco, que en un personaje secundario, con escena de sexo incluida, demuestra su talento como actriz en el rol de su madre. La escena que junta a mamá Sara, la hija Olivia y la abuela es la más lograda de la película. La denuncia del principio se resuelve de un modo heroico irreal y la verosimilitud de la película se cae a pedazos. Encima, el final abierto sabe a inconcluso.