El recorrido comercial y en sendos festivales internacionales no ha sido demasiado generoso con esta segunda incursión de la cantante Madonna como realizadora cinematográfica. Incluso sus distribuidores locales confiaban tan poco en esta cinta que esperaron (muchísimo) para estrenarla, haciéndola coincidir con el primero de sus tres recitales en suelo argentino.
W.E., tal es su titulo original, narra la historia de amor entre la norteamericana Wallis Simspon (excelente trabajo de Andrea Riseborough) y el futuro Rey británico Eduardo VIII (James D’Arcy). Catalogado como el romance del siglo, el suyo fue un camino de sacrificios, de dolor, de pérdidas y de chusmerío público. La prensa y el pueblo siempre destacaron todo lo que Eduardo perdió por estar con ella, pero jamás nadie se detuvo a pensar todo lo que Wallis resignó en haras de proteger este amor.
Quien sí detectó este costado menos revisado de la historia es Wally Winthrop (Abbie Cornish), una joven inmersa en un matrimonio infeliz, víctima de la violencia de su marido, fascinada por los efectos personales del Duque y la Duquesa de Windsor que en 1998 serían subastados en Manhattan. De sus visitas a Sotheby’s nacerá una segunda oportunidad para que Wally rompa sus barreras, destierre los miedos que la paralizan e intente volver a ser feliz.
Ganadora de un Globo de Oro a mejor canción original por “Masterpiece”, toda la banda sonora de la película es ampulosa y grandilocuente, hecho que se contagia en los escenarios elegidos para situar el relato. La obsesión que sentía Eduardo por Wallis es la misma que décadas después sentirá Wally por ellos, y eso se traduce en un ida y vuelta constante, dos historias paralelas que tienen sus momentos de destaque por separado.
En los primeros minutos los actores son muy distantes con la cámara, se los percibe demasiado concentrados en mantener la pose de publicidad de cosméticos que seguramente su directora les habrá impuesto. Cuando se relajan y su atención recae en el qué se está contando más que en el cómo (cabe decir que vestuario y maquillaje cumplen roles importantes en la cinta) todo comienza a fluir con mayor naturalidad.
El romance del siglo es, a fin de cuentas, una historia de amor, sufrimiento, pérdidas y pasión. No promete más de lo que puede brindar.