En la Competencia Internacional se presenta la última película de Melisa Liebenthal («Las lindas», «Constanza», «Aquí y allá»), una de las cuatro películas argentinas en competencia en esta sección.
El argumento es curioso: una joven mujer decide consultar a los médicos que ha pasado con su rostro. Su cara actual no tiene nada que ver con la que solía ser. No hay explicaciones sobre este hecho, simplemente una hinchazón y el cambio repentino de rostro. Marina debe seguir adelante con su rutina pero porta otra cara, otra forma de presentarse ante los demás, otra identidad (por lo menos desde lo visual). Las relaciones con su familia, novio y personas que la rodean se modifica hasta que la mayoría, incluso ella, se acostumbran a esa cara, a esa «nueva» Marina.
Liebenthal trabaja el tema de la identidad con frescura, sobre todo en la primera parte de la película. Sin pretensiones narrativas, El rostro de la medusa desarrolla lo que le sucede a este personaje en situaciones cotidianas. El rostro es parte de una persona, pero también lo es su naturaleza, su forma de desenvolverse ante los otros, de comportarse. A través de ciertos recursos técnicos que se vuelven reiterativos y por momentos innecesarios, Liebenthal desarrolla la idea de la identidad en los animales (la cámara se detiene por momentos en las caras de diferentes especies). Esa decisión, incluso arriesgada desde lo narrativo, no resulta efectiva para la película.
Quizás El rostro de la medusa hubiera funcionado mejor como un cortometraje, pues su argumento se diluye a medida que los minutos avanzan. El filme no logra mantener la atención del espectador y lo que en un principio resulta fresco y novedoso, se torna monótono y reiterativo. Un argumento interesante que se queda en las buenas intenciones