Luciana Foglio y Luján Montes dirigen esta película experimental que intenta captar los sonidos de las cosas que habitan la ciudad.
Dos realizadoras argentinas siguen explorando y experimentando con la música a través del cine. En este caso, juegan con los ruidos. Con la ciudad como fuente principal de sonido.
Durante la hora que dura esta película, las directoras exploran la música a través de materiales y objetos que no se suelen usar para crear música, sino que hacen simplemente “ruido”. Así, sillas que bailan, paredes que son golpeadas con elementos pesados, un órgano con globos. Diferentes experimentos que provocan diferentes sonidos.
No obstante no sólo el sonido es protagonista, ya que la imagen juega un papel importante. Cada plano está construido con especial cuidado. Desde los fijos que suelen ser más generales, hasta planos detalles, planos muy cerrados, que generan una intriga mayor al no ser explícitos a primera vista.
Como toda película experimental apunta a un público más bien específico o interesado en el tema. Sirve como una especie de galería o collage de experimentos sonoros, bonita en su envoltorio, pero algo carente de alma. Es una experiencia que puede resultar extrema en esta intensa búsqueda de sonido que deriva en un ejercicio audiovisual, sin diálogos y sin un eje narrativo aparente.