El Sacrificio de Nehuen Puyelli: tumberos del sur
La nueva película de José Campusano se aleja del conurbano bonaerense y se adentra en Río Negro para relatar una historia basada en un caso real, rodeada de xenofobia, marginalidad y nobleza
Varias son las sensaciones que despierta "El Sacrificio de Nehuen Puyelli", la nueva película de José Celestino Campusano, pero hay una que predomina y es la de la injusticia que pesa sobre sus protagonistas.
Campusano, uno de los cineastas más prolíficos de los últimos tiempos, y que ha retratado como pocos los códigos del conurbano, esta vez optó por una historia bastante alejada de estas costumbres, en la que incluso se lamentan cada vez que un personaje debe ser enviado a Buenos Aires.
La historia es la de Nehuen Puyelli (Chino Aravena), un descendiente de mapuches que se convierte en el objeto de odio de una mujer cuyo hijo mantiene una relación homosexual con el protagonista y que está convencida de que puede "recuperarlo" alejándolo de él.
Para eso, logra que un fiscal abra una causa contra Puyelli acusándolo de haber causado la muerte de una conocida anciana recetándole sustancias en su rol de curandero.
Puyelli es enviado a un penal rionegrino donde muy pronto llegarán un enviado de su "suegra" que buscará hacerle la vida más y más difícil.
Pero Puyelli logra entablar relación con Ramón Arce (Damián Avila), un preso que vive mediando entre sus compañeros y las autoridades del penal para hacer la vida allí más llevadera y que está a un año de cumplir con su condena. El protagonista le ofrece a Arce prestarle su casa para que pueda cumplir con un régimen de salidas transitorias y así se asegura la protección de éste y sus amigos dentro de las paredes de la cárcel.
De esta manera, lo que puede parecer otra historia carcelaria se convierte en un drama de infinitas aristas, que no se limita a transcurrir en el interior del penal sino que tiene causas y consecuencias fuera de esas paredes y rejas.
La irrupción de los Henderson (sin piegrande ni nada similar), brazos armados de los terratenientes locales, no hace sino más que despertar la indignación del espectador gracias al muy buen trabajo de Aldo Verso (el padre) y Emanuel Gallardo (el volátil hijo).
Y si bien desde afuera parece que "El Sacrificio..." no tiene mucho para ofrecer, basta mirar la relevante cantidad de hechos que transcurren en los primeros diez minutos, volverse adicto a este cine, y luego multiplicarlos por 9 para darse una idea de el festín cinéfilo que Campusano preparó para el espectador.
Una sorpresa que despierta el interés por este director que trabaja con lo que tiene a mano y obtiene resultados realmente sorprendentes.