Un hombre y una mujer
El cine mainstream generalmente se las ve de figurillas si se trata de lidiar con cuestiones de género e identidad u orientación sexual. No es mera casualidad si consideramos que dichos temas han sido y, hasta un punto, siguen siendo tabú. Lo prohibido, en los años incipientes del cine y mucho más aún durante los nefastos años del Código Hayes, era la identificación completa, total e indisimulada con una identidad genética diferente de la aceptada socialmente (en el sentido de impuesto=permitido).
Luego de Stonewall y de los movimientos por los derechos civiles de los años 60, el cine sobre géneros comenzó a tener un rostro más visible, pero tal vez restringido a problemáticas de relación y aceptación, tales como el coming out y las relaciones entre personas del mismo sexo. La temática transgénero, sin ser ajena a esta apertura, quedaba casi siempre en un segundo plano, o se la enfocaba desde el único costado permisible: la comedia o la parodia, como en la comedia de doble cruce de géneros Victor Victoria (Blake Edwards, 1982), en la que Julie Andrews intentaba -inútilmente- hacernos creer que era una mujer que se ponía en la piel de un transformista masculino disfrazado de mujer. En medio de la confusión, Blake Edwards se daba el lujo de presentar, en un mainstream de Hollywood, personajes abiertamente gay o ambiguos.
Cuando el doble juego de identidades sexuales ya parecía cosa del pasado, la talentosa actriz Glenn Close, devenida productora y guionista, decidió adaptar un cuento de George Moore basado en una idea original del director István Szabó. Junto con el renombrado novelista John Banville, Close escribió el guión de la inquietante, conmovedora y dolorosa El secreto de Albert Nobbs. A una edad en la que los guiones protagonizados por actrices no suelen abundar, Close, quien acaba de cumplir los 65, lejos se encuentra de la malhechora vampiresa de Atracción fatal (1987), acaso el primer film de la era del SIDA con una malsana pátina moralista sobre la sexualidad y la infidelidad marital.
A nivel artístico y político, El secreto de Albert Nobbs se ubica a años luz de Atracción fatal. Se trata de un retrato descarnado de una sociedad intolerante e hipócrita: la Irlanda de fines del siglo XIX. El film, protagonizado por Close y dirigido por Rodrigo García (Con sólo mirarte, 1999; Nueve vidas, 2005), quien parece tener una afinidad muy particular con los vericuetos del mundo femenino, nos permite -más que atisbar- sumergirnos de lleno en la tragedia y el sufrimiento implícitos del cross dressing y del cambio de identidad sexual forzados y necesariamente negados por una sociedad predominantemente heterosexual y falocéntrica.
El personaje de Glenn Close, Albert Nobbs, es un extraño pero extremadamente respetuoso y respetado maitre de un hotel para huéspedes aristocráticos (en realidad, se trata de un hotel de cierta categoría pero con aspiraciones mayores). Cortés e invisible, pero siempre presente a la hora de atender a los huéspedes, Nobbs esconde un secreto: su identidad sexual y social no es la verdadera, sino la que ha decido adoptar con el fin de conseguir trabajo en tiempos de acuciante crisis económica, atravesada por el fantasma de una virulenta peste que castiga primero a las clases más bajas y desposeídas, y luego amenaza el bienestar de los ricos y glamorosos.
Si nos atenemos a los dichos de Close (Banville sólo se habría limitado a darle un toque y un acento irlandés a los diálogos), El secreto de Albert Nobbs se apoya en un sólido guión propio y casi sin despliegues de innecesario pintoresquismo. La historia de Albert Nobbs, de hecho, va mucho más allá de un simple cambio de identidades, pues se trata, en realidad, de la necesidad de adaptación y del deseo -tal vez imposible, más bien irreal- de traspasar las barreras impuestas por ancestrales mandatos sociales.
Más allá de lo anecdótico (Nobbs conoce a un pintor de casas que también oculta un secreto y decide encarnar, hasta las últimas consecuencias, su rol transgénero masculino), la película cuenta con una apabullante actuación/personificación, y la dirección de Rodrigo García le imprime a la historia matices de credibilidad pocas veces vistos en el cine de recreación histórica.
Al igual que el Albert Nobbs de la ficción, Glenn Close demuestra ser sorprendente y poderosamente multifacética. La actriz no sólo interpreta el rol principal con intachable devoción por cada pequeño detalle, sino que también se hace cargo (un increíble triplete) del guión y la producción. Y por si todo esto fuera poco, Close también compuso la canción original de El secreto de Albert Nobbs (la conmovedora balada Lay Your Head Down).
A la hora de los Oscar, Glenn Close, nominada como Mejor Actriz, perdió ante la multinominada y premiada Meryl Streep (por La dama de hierro), una actuación excelente pero de ningún modo superior a la de Close. No obstante, El secreto de Albert Nobbs se lleva el mayor de los lauros: la autenticidad de una verdadera actriz de raza y creadora como Glenn Close, y el profundo conocimiento del universo femenino que siempre ha demostrado el director Rodrigo García.