Entre Blancanieves y La Bella Durmiente
Hace tiempo que la libre relectura de cuentos infantiles tradicionales y la mezcolanza de los personajes más populares extraídos de ellos y bien conocidos por los chicos han dado origen a esta especie de receta de films de animación que no reconoce fronteras y -lo que es más preocupante- no siempre incluye demasiada imaginación. Shrek, que seguramente fue la fuente tomada como modelo, no resultó solamente de la afortunada aplicación de una fórmula, sino de la inteligencia, la inventiva, el ingenio, el buen gusto, la gracia, la fantasía y el sentido estético que se invirtieron en la operación. Elementos que no abundan en este séptimo enanito, que según se sabe procede de la misma empresa productora de otros dos films alemanes de igual título pero interpretados por actores. Uno, el primero, tuvo en 2004 el suficiente éxito en su país como para que se intentara una secuela que no corrió la misma suerte. Puede suponerse que con esta versión animada la Seven Dwarfs Animation Company intenta una suerte de revancha. Vuelve aquí a asociar a La Bella Durmiente con Blancanieves (son muy amigas) en un cuentito bastante pobre donde no faltan ni la bruja con sus hechizos, ni el dragón, ni los enanitos, el más pequeño de los cuales, el del título, es el que sin querer hará brotar en la princesa la gota de sangre que, según dispuso el designio de la hechicera, condenará a todo el reino al sueño eterno, por lo menos hasta que el príncipe la despierte con su oportuno beso, etcétera.
Nada demasiado interesante ni novedoso para la platea, como tampoco lo son los dibujos, muy lejos del nivel al que la animación, aun en industrias no demasiado fogueadas en ese terreno, nos tiene acostumbrados.