Impactante relato sobre los oscuros mecanismos de la burocracia y cómo un joven, creyéndose omnipotente, intenta desandar otros caminos para conseguir objetivos.
Luca es un joven empleado de una empresa, que está interesada en construir un housing en unos terrenos en desuso pertenecientes al ferrocarril, en Córdoba. En esa impronta de algo que ya ha desaparecido, el protagonista principal del relato rodeado de vagones abandonados, se muestra en el inicio del film, en plena labor ofreciendo e intentando convencer a una señora de buen pasar económico, que esta es una posibilidad real de inversiones muy rentables.
Luca, un empleado inmobiliario, trabaja junto a su suegro en la construcción de un condominio en un terreno ferroviario abandonado. Sin embargo, la misma parece no avanzar por la falta de algunos permisos municipales y el hecho de que algunas familias habitan el lugar. Es así como se acercará a un diputado para que lo ayude a sortear estas dificultades. Pero este favor no será gratis y empezará a verse involucrado en una serie de maniobras que al principio parecen ser atractivas pero luego los inconvenientes saldrán a la luz. Dividida en distintos capítulos que van marcando la decadencia del protagonista, «El siervo inútil» nos ofrece un relato donde se aborda la lucha de clases, la ambición, la falta de escrúpulos, la búsqueda de atajos y ventajas, la política, los negocios, el dinero, entre otras cuestiones. Con un ritmo pausado al comienzo pero que se va agilizando con el correr de este metraje bastante corto (menos de 80 minutos de duración), la película nos va mostrando la diferencia entre los distintos personajes, su forma de ser y comportarse, sus conocimientos sobre el entorno, sus intenciones a futuro y los que están dispuestos a hacer para conseguir sus objetivos: vender una casa, preservar el trabajo o escalar en el poder. Es así como el clima de tensión va escalando poco a poco, todos los personajes van llegando a su límite y estamos frente a una olla a presión. El campo como lugar hostil, de trabajo duro y esfuerzo es una buena elección para situar a la historia que se quiere contar, como también para presentar esta división entre los dueños que poseen hectáreas por herencia o contactos y los trabajadores que dejan su alma para cuidar el espacio, siendo bastante infravalorados en sus tareas. El elenco realiza un muy buen trabajo para plasmar a sus personajes. Federico Liss, Rubén Gattino, Víctor López muestran sus ambiciones y sus deseos que no solo son los de sus roles, sino también se pueden extrapolar a las distintas clases sociales que podemos encontrar. En síntesis, «El siervo inútil» es un atrapante viaje hacia la perdición, donde queda en evidencia la ambición y la búsqueda de atajos de los seres humanos, como también se plasma la lucha de clases a través de una historia interesante y un buen trabajo del elenco y la ambientación del lugar.
La ambición desmedida suele ser mala consejera, y en El siervo inútil, cuyo título remite a una conocida parábola bíblica, el que sufre las consecuencias de su propia falta de escrúpulos es Luca, empleado de una inmobiliaria que pretende construir un housing en viejos terrenos del ferrocarril en la provincia de Córdoba y ante las lógicas exigencias legales, intenta avanzar igual gracias a la posible gestión de un político que obviamente no será desinteresada. Si hay algo que llama la atención en esta ópera prima de Fernando Lacolla, cineasta cordobés hasta ahora había dirigido dos cortos de ficción y algunas series documentales para Canal Encuentro, es su capacidad para sintetizar, a través de un discurso cinematográfico tan claro, directo y eficaz en sus ideas fuerza como sofisticado en términos visuales, una mirada aguda en torno a los múltiples temas que cruzan el relato: la codicia -que aquí incluso funciona como el combustible tóxico que alimenta la relación entre el protagonista y su pareja, la hija del hombre para el que trabaja, además-, los negocios turbios que involucran al sector privado con la política indecente, la falta de empatía con el otro -sobre todo cuando ese otro está en inferioridad de condiciones- y finalmente ese extravío irreflexivo al que se entrega el confundido personaje que Federico Liss interpreta con una precisión quirúrgica, comprometiéndose a fondo en un trabajo que es un sostén importantísimo para esta película sobria y contundente.
Luca es un hombre de mediana edad que trabaja en la empresa inmobiliaria de su suegro, quien le encarga desarrollar un “housing”, como él lo llama, en terrenos ferroviarios de Córdoba. El asunto no es nada sencillo: para construir esas torres de lujo necesita no solo dinero y lidiar con los habitantes de un barrio popular aledaño: también necesita una habilitación municipal que se demora hasta límites kafkianos, un autor cuyo espíritu sobrevuela las acciones que presenta el realizador Fernando Lacolla en El siervo inútil, su primer y muy atendible primer largometraje. Presionado por su jefe y familiar político, Luca (notable Federico Liss) acude a un diputado que conoció cuando compartió canchas de rugby con su hijo. El funcionario le hace una oferta que no puede –ni tampoco quiere, porque la ambición está en su ADN– rechazar: engrasar los mecanismos de la burocracia estatal a cambio de que lo ayude a vender un campo para el que hace tiempo no consigue comprador. Ese dinero, promete, terminará en las arcas de la inmobiliaria para el emprendimiento. Un negocio redondo que, se verá, no es tal. Película que no podría transcurrir en otro lugar que no sea Argentina, un país con ciudades permeadas por la especulación inmobiliaria, los problemas habitacionales y los contrastes sociales, El siervo inútil registra cómo Luca abraza la idea del campo como lo más parecido a un paraíso terrenal, un espacio despojado de sus responsabilidades urbanas. Pero la vida fuera de la ciudad tiene sus bemoles, algo que irá descubriendo a medida que el barro (el real y el de los negociados) empiece a mancharlo de una manera muy difícil de retrotraer. Con Luca perdido en un laberinto burocrático, aspiracional y emocional, la película de Lacolla –un realizador de pulso firme que no necesita subrayar la complejidad interna del personaje central– irá adquiriendo una tonalidad cada vez más oscura, deslizándose, como él, de una idealización de múltiples sentidos hacia un ámbito donde las traiciones, los negociados y los intereses cruzados vienen con la forma de empresarios de saco y corbata.
Si nos abocamos al titulo y su innegable relación con lo bíblico tenemos dos acepciones, el antiguo testamento lo define como quien es el que realiza exactamente lo que se le pide, en el nuevo según Jesús, es el que se esfuerza y hace mas de lo que debiera. Luca, (Federico Liss) es un empleado de la inmobiliaria de su suegro, se enfrenta a la burocracia que imposibilita el avance de una obra, por lo que recurre a un diputado, padre de un ex-compañero, que lo convertirá en su testaferro. Enceguecido por su ambición, aplastado por la corrupción, no advertirá una caída sin límites. "El Siervo Inútil" es una manifestación más de la fuerza que va adquiriendo la cinematografía de la
El siervo inutil es una película argentina producida y filmada en la provincia de Córdoba, opera prima de Fernando Lacolla y protagonizada por Federico Lis. Acompañado de un elenco formado por Rubén Gattino, Víctor López, Pola Halaban y Axel Prato, entre otros. La historia, con sus secuencias divididas en capítulos con créditos que titulan cada una, se centra en Luca (Lis), que trabaja en la inmobiliaria de su suegro en la ciudad de Córdoba. Y contacta a un diputado que le promete ayudarlo a construir unas torres de lujo si él le vende un campo. Por lo que se deja llevar por la ambición, sin advertir la peligrosa trampa en la que se está metiendo. En primer lugar es necesario destacar la decisión de puesta en escena de su director de contar la historia desde el punto de vista de su protagonista, presente en todas las escenas, dejando fuera de campo las subtramas encabezadas por los personajes secundarios. Y si bien al comienzo sirve para explicar los motivos de la ambición de Luca, en la segunda mitad debilita el clima de suspenso necesario para mantener en tensión al espectador. Un párrafo aparte merece el descubrimiento de Federico Lis, cuyo acento porteño en Córdoba muestra, sin necesidad de dar explicaciones, que es un outsider. Lo que genera además una tensión latente con los caseros del campo, que parece no advertir por su condición social y económica. En conclusión, El siervo inútil es una película irregular, pero que presenta tanto a Fernando Lacolla y Federico Lis, un director y un actor con un potencial interesante. Además de resultar un claro ejemplo de que en el interior del país hay historias para contar y realizadores que saben cómo hacerlo, solamente hay que invertir en su desarrollo, y va a traer como resultado más de una agradable sorpresa.
El primer largometraje de Fernando Lacolla, autor también del guión que pinta muy bien como las ambiciones de éxito y dinero rápido pueden impulsar a un joven empleado de una inmobiliaria a enredarse en una trama de corrupción y violencia. El protagonista trabaja para su suegro a quien quiere demostrarle sus capacidades. Se enreda con un diputado que tiene que “solucionarle” una habilitación municipal que se retrasa desde hace demasiado tiempo. El negocio familiar es vender unas futuras torres en terrenos del ferrocarril, en Córdoba y entre otras cosas, además de conseguir clientes que aporten dinero, deben desalojar a una villa miseria que ocupa el lugar. Nada detiene a estos emprendedores. El diputado en cuestión es una especie de “diablo” que ofrece situaciones de rápido ascenso económico, ilusiones de una vida real, fantasías entre la vida campestre y la urbana, pero con engaños terribles. Un buen retrato de un mundo reconocible que solo tiene como objetivo el éxito y el ascenso social. Un buen elenco, y logrados climas que alternan las fantasías y la cruel realidad.