Encuentre las diferencias
La saga que inició, desarrolló y destruyó estrepitosamente el director Sam Raimi durante la década pasada no podía continuarse. El hombre araña 3 tenía protagonistas que ya no parecían rendir más, la trama se había vuelto demasiado caótica y enrevesada, e incluso había ciertas incursiones en el kitsch que daban un poco de vergüenza ajena -la escena de Peter Parker bailando por las calles al ritmo setentero de James Brown, entre otras-. ¿Pero qué sentido podía tener acabar con un personaje inmensamente popular y redituable?, ¿para qué matar la gallina de los huevos de oro si se la puede hacer renacer?, ¿por qué no incinerarla si puede resurgir de sus cenizas como el ave fénix? No es una mala idea; cerrar, reiniciar.
Así es que volvemos al principio. Parker es otra vez un joven fotógrafo con problemas, criado por sus tíos, picado accidentalmente por una araña, enfrentado a sus propios poderes-responsabilidades y a un villano al que respeta mucho pero que evidentemente se pasó de rosca. Por allí está la novia a la que ama pero de la que precisamente por ello tiene que mantenerse alejado. El hombre araña -como dictan las historietas de Stan Lee- es un joven atormentado, atribulado, un superhéroe con problemas excepcionales, pero asimismo equiparables a los de cualquier hijo de vecino. Aquí hay un recambio generacional considerable como para darle continuidad a la saga por muchos años, con protagonistas tan jóvenes y bellos como bien desenvueltos. Las diferencias con aquella El hombre araña del 2002 son pocas y más bien sutiles: el villano es nuevo, hay un jefe de policía en un secundario relevante, la chica es otra.
Lo que cabe preguntarse es si vale la pena ver esta película cuando ya conocimos y vivimos la saga anterior. Y eso depende del espectador y su manera de disfrutar el cine: hay cierta tendencia humana a querer oír de vuelta la misma historia, contada con pequeños matices y detalles disímiles. Es el niño que le pide a la madre que le cuente otra vez el cuento de Caperucita y el lobo; son los pueblerinos que acudían a los juglares en la edad media para oír otra vez la épica del caballero contra el dragón. El placer de lo conocido y lo reconocible, la fruición de saber distinguir y reconocer las diferencias en las narraciones y los formatos. Esta nueva película está bien contada, propone con mucho cuidado y buen ritmo una serie de efectivos conflictos simultáneos, alcanza considerables puntos de dramatismo y hasta logra ciertos momentos de originalidad y humor –hay una notable escena de acción caótica y destructiva que ocurre a espaldas de un anciano (el mismísimo Stan Lee) que oye música clásica con auriculares-. Pero los que no les interesa particularmente el género, o los que buscan en la pantalla material sorprendente y novedoso, difícilmente puedan encontrar algo de eso por aquí.
Publicado en Brecha el 13/7/2012