Los pingüinos no son grises.
Si bien a Hollywood siempre le encantó mirarse el ombligo y sacar conclusiones agridulces sobre sus mecanismos de legitimación comercial y artística, recientemente la industria cinematográfica norteamericana ha optado por enfocarse en períodos específicos de algunas de sus leyendas, como lo son los casos de Marilyn Monroe durante el rodaje de El Príncipe y la Corista (The Prince and the Showgirl, 1957), en Mi Semana con Marilyn (My Week with Marilyn, 2011), y Alfred Hitchcock en la concepción de la inmortal Psicosis (Psycho, 1960), en Hitchcock (2012). Las “biopics por etapas” permiten darle al público exactamente lo que quiere y escapar al tour de force de una vida prolongada y -a veces- contradictoria...