Dalmiro (César Bordón) vive solo, trabaja como agente inmobiliario y colabora, junto a su amigo Sebastián (Roberto Vallejos), en el mantenimiento del estadio de fútbol del club Almagro. Pero todo cambia para él cuando muere su hermano, porque dejó a una viuda, Maky (Vanesa Maja), y dos pequeños hijos. Esto en sí no es un problema para el tío, sino que le quedó debiendo plata a su hermano y la cuñada le exige que, para saldar la deuda, lleve a su sobrina Ema (Dulce Wagner) de viaje a Disney.
Así se encuentra, inesperadamente, el protagonista de esta historia dirigida por María Eugenia Sueiro, porque su rutina de vida cambió radicalmente. El trabajo que tiene le alcanza para vivir con lo justo. Aunque es un tío presente, siempre está cuando lo llaman para hacerse cargo de la familia de su hermano, sabe que le resultará muy difícil concretar el pedido de su cuñada.
Pero no sólo está presionado en el ámbito familiar, sino también en el laboral. Tironeado entre dos sectores diametralmente opuestos pasa sus días aceptando todo lo que le dicen, sin poder negarse nunca, mientras fuma incansablemente.
Compaginado con un ritmo parejo que nunca decae, apoyado en la sobriedad y eficacia de César Bordón, donde hay buenos diálogos, correcto manejo actoral de los más chicos, sumados a los vaivenes emocionales de Maky, con un cálido respaldo de Dalmiro para que transite el duelo lo más tranquila posible, se desarrolla la película en un barrio de clase media y casas bajas.
“El tío” recorre las cuerdas de una comedia dramática en toda su extensión. El manejo de los climas es equilibrado, sensible, pero la realizadora no apela a la sensiblería. Posee momentos emotivos, aunque no para llorar
Pese a ser una ficción este tipo de situaciones pueden existir en la realidad. Nadie está exento, como no lo estuvo Dalmiro, a quien le tocó esto en suerte, no le esquivó al bulto y como puede vive la vida que tendría que ser de su hermano, para no defraudar a los que confiaron en él.