La película de Emmanuel Courcol observa con perspectiva antipunitivista una historia real ocurrida en Suecia en 1985, y lo hace a través de una relectura de "Esperando a Godot" de Samuel Beckett.
¿Vale la pena recurrir a la ficción en aquellos casos en los que la realidad la supera? La respuesta no es obvia, pero podríamos arriesgar una de las tantas posibles: la ficción tiene valor si se construye con un objetivo, así sea darle sentido a una idea a través de la mirada elegida. Empujar la realidad un poco más allá al verla con nuevos ojos; ficcionalizar para construir perspectivas.
Étienne (Kad Merad) es un actor venido a menos que trabaja dando clases de teatro para sobrevivir. No es muy bueno estableciendo relaciones sociales y está frustrado con la vida que lleva. Tras conocer a los detenidos que asistirán a su taller en una cárcel de Lyon, se le ocurre la idea de armar una puesta de Esperando a Godot de Samuel Beckett: como intérpretes, todos son principiantes, pero no hay dudas de que nadie entenderá mejor que ellos esta obra. En la empresa de montar la obra de manera profesional, Étienne deberá empujar ciertos límites institucionales, poniendo en tela de juicio los preceptos sociales y culturales en los que éstos se apoyan.
Esperando a Godot, estrenada en 1953, es unparadigma del teatro del absurdo. Caracterizada por la repetición y la carencia de sentido, la obra encuentra un reflejo fiel en las vidas de los detenidos. La duración (aparentemente infinita) de la espera, el aburrimiento, las ilógicas pero necesarias distracciones: todas estas experiencias, trazadas en el límite entre lo humano y lo inhumano, pertenecen tanto a los personajes escritos por Beckett como a las realidades de los detenidos.
El triunfo (Un triomphe, 2020) es una adaptación libre de un relato de Jan Jönson sobre su propia experiencia trabajando en una cárcel de la ciudad de Kumla (Suecia) en 1985. El mismo Beckett estuvo al tanto de la puesta de su obra en manos de Jönson, y afirmó que el desenlace de la historia había sido lo mejor que le podría haber pasado a Esperando a Godot.
Dirigida por Emmanuel Courcol y co-escrita por el director junto a Thierry de Carbonnières, El triunfo observa a sus personajes (algunos mejor desarrollados que otros) desde una perspectiva humana, por fuera de toda lógica punitivista: Étienne no averigua quiénes eran los presos antes de llegar a la cárcel ni quiere saber qué hicieron para estar allí, sino que se enfoca en lo que ve en ellos tras conocerlos. Las interpretaciones son muy buenas. La película tiene un buen ritmo, y logra un equilibrio entre momentos cómicos y dramáticos. Las dificultades de la vida en el encierro están retratadas de manera sutil, sin exagerar y sin caricaturizar.
El recorrido de esta historia estaba trazado de antemano. Quizá el sentido de El triunfo sea solamente el de ofrecernos una perspectiva alternativa a partir de la cual pensar este recorrido y su desenlace. Beckett escribe: “la llamada que acabamos de escuchar va dirigida a la humanidad entera. Pero en este lugar, en este momento, la humanidad somos nosotros, tanto si nos gusta como si no. Aprovechémonos antes de que sea demasiado tarde. Representemos dignamente por una vez la calaña en que nos ha sumido la desgracia.”