«Hemos acudido a la cita, eso es todo. No somos santos, pero hemos acudido a la cita. ¿Cuántas personas podrían decir lo mismo?»
Esperando a Godot – Samuel Beckett
Emmanuel Courcol dirige esta curiosa historia real sobre un grupo de presidarios que llevan a cabo una obra de teatro de Beckett, obra que llegan a presentar por fuera de los confines de la cárcel.
Etienne (Kad Meran) es un actor que no prosperó demasiado en su carrera y se le ofrece llevar a cabo un taller de teatro. Su idea es montar «Esperando a Godot» de Samuel Beckett con un grupo de presidarios. Por supuesto se trata de hombres que forjaron sus propios muros y que en un principio se ven bastante resistentes a ponerse bajo su dirección. Pero de a poco se entusiasman y lo que empieza como un juego va tomando tintes serios. Courcol opta por la comedia y el drama, con algunos momentos divertidos pero también sabiendo crear tensión o emoción, algo no del todo fácil cuando encontramos ante personajes que pueden reaccionar de maneras inesperables y absurdas, por lo tanto causando risa, pero también con historias duras que a veces los hace explotar en situaciones violentas.
La película sigue estos ensayos, a veces frustrantes por su corta duración o por la resiliencia de estos internos, pero Etienne consigue convencer del interés, no sólo a sus actores sino también a algunos de los directivos. Así es que con mucho esfuerzo, logra que salgan de gira.
Si bien estamos ante un caso real, un caso que el actor Jan Jönson narra en sus unipersonales, conviene no adelantar demasiado su resolución. No por la sorpresa en sí, el maldito término spoiler no tiene mucho sentido en este tipo de película, pero sí para dejarse llevar por las emociones de estas personas que hace tiempo no se ven forzadas a comportarse en sociedad.
No obstante, la historia de superación es bastante predecible. Etienne tiene todas las de fallar y sin embargo decide seguir siempre adelante, presionar para poder compartir su trabajo, aquel en el que parecía haber perdido su fe y de repente cree y lo revitaliza.
Por allí también están los atisbos de su vida personal. Una carrera que no funcionó de la manera esperada y una relación algo rota con su hija terminan de pintar a un Etienne frustrado y cansado que pronto vuelve a encontrar una motivación real.
Y por el otro lado, el teatro. Esas escenas de ensayo y sus primeras representaciones son de lo mejor que tiene la película, apostando a un estilo muy realista. Algunas parecen casi documentales incluso. Sin embargo, se puede percibir ese cambio que producen los ensayos, el permitirse ser otro, el adentrarse en una historia que no es la nuestra pero que uno encuentra forma de apropiarse. En este sentido, estamos ante un grupo de actores que logran desenvolverse de una manera muy creíble siempre en un registro no del todo sencillo.
En fin, una película sobre las segundas oportunidades, sobre lo relativo del éxito y el fracaso, pero también sobre cómo el arte nos salva y nos hace libres. Un poco de manual pero con algunos hallazgos que la hacen más interesantes.