“¡Demonios!”, rezonga Matthew Morgan cada mañana al despertarse, solo, vivo, en París. Es que desde que su mujer falleció se siente perdido. Está pegado a ese lugar así como a su recuerdo, no pudo aún aprender el idioma que ella de a poco le enseñaba, y sus hijos están lejos, cada uno con su familia y sus mambos. Pero una mañana, viajando en colectivo, una joven francesa le regala una sonrisa y una muestra de cordialidad.
Y es así que a medida que comienzan una relación, no amorosa, sino basada en momentos compartidos, como amigos, o quizás, como familia, van aprendiendo a ver la vida con otros ojos, especialmente el Sr. Morgan, que incluso tiene un frustrado intento de suicido al tomar muchas pastillas, o demasiado pocas. Michael Caine es el actor encargado de dar vida a este padre ausente, sombra de un marido, y extranjero en la ciudad del amor.
Es quien se carga la película a sus hombros y, tal como uno podría suponer de este actor y sus varias décadas trabajando, sale airoso. Pauline, la joven que conoce a Matthew y con su caos y su apariencia que le recuerda a quien alguna vez fue su mujer modifica su presente, está interpretada por la actriz francesa Clémence Poesy, que si bien se hizo conocida fuera de su país por la saga de Harry Potter demostró su talento en películas como "Escondido en brujas" y "127 horas".
Su frescura le aporta mucho a esa joven que sin ambiciones en la vida trabaja dando clases de baile y siente la ausencia de una figura paterna. Matthew y Pauline pasan a llenar un espacio en la vida del otro, un espacio que en algún momento quedó vacío pero que nunca estuvo preparado para eso. El problema es que Morgan necesita algo más que un poco de amabilidad de una extraña y cuando intenta suicidarse aparecen en escena sus dos hijos.
Justin Kirk y Gillian Anderson interpretan a sus dos hijos pero mientras ella está preciosa y aporta un poco de humor con su imagen de mujer despreocupada como madre, como hija, como hermana, es en él en quien recae gran parte del conflicto de la película. Porque la figura del padre está presente todo el tiempo en esta historia. Presente por lo notorio de su ausencia. Matthew nunca estuvo convencido de tener hijos y nunca aprendió a ser padre, y en el fondo sólo temía convertirse en su propio padre, cosa que en algún momento siente que no pudo evitar.
Así, El último amor es una película pequeña de personajes y especialmente de actores, del actor Michael Caine, un drama que apuesta a retratar las dificultades de las relaciones y los lazos biológicos. Pero entre la idea de segundas oportunidades y aprender a superar pérdidas, también juega un poco con el tema de la diferencia de edad en una pareja, aunque siempre de un modo muy sutil, casi cobarde.
Dos horas quizás son demasiado para una película que pone todo sobre la mesa y algunos platos terminan sobrando. A su favor es que con todas estas líneas sería muy fácil caer en el golpe bajo y en la lágrima fácil, y no sucede. Pero se siente que faltó delinear un poco más algunos personajes para una película más redonda.