Ridley Scott es uno de esos grandes directores que somos afortunados de tener conforme van pasando las décadas. Con 84 años sigue rodando sin respiro y antes de que llegue la esperada House of Gucci se estrenó El último duelo, un drama que sucede previo a las cruzadas pero puede engañar a simple vista.
La historia está dividida a través de tres capítulos, tres verdades, es decir tres versiones. Los protagonistas son dos hombres, amigos que pronto se enemistan tras una traición, y la mujer de uno de ellos. A lo largo de dos horas y media seremos testigos de una historia contada desde tres perspectivas, aunque se resalta la verdad de la última, la de la mujer.
Así, lo que podría parecer una lucha de masculinidades, que en efecto lo es pero no sólo eso, en el fondo es la lucha de una mujer por no ser silenciada en una época donde la mujer no sólo tenía destino válido de esposa y madre sino que era tratada como mero objeto.
Basada en un caso real y acá escrita por el dúo Ben Affleck y Matt Damon junto a Nicole Holofcener, El último duelo comienza con impactantes imágenes de batalla que muestran a un Ridley Scott muy hábil para retratar la crudeza y bestialidad de la época. Pero de a poco abandona la batalla para ir profundizando un poco más en los personajes. Dos viejos amigos que de repente se encuentran en situaciones de poder muy distintas y la distancia entre ellos se acrecienta a medida que surgen mentiras y traiciones hasta llegar al momento que lo define todo: Jean de Carrouges y Jacques Le Gris se enfrentan luego de que éste último violara a la mujer del primero. Hablamos de una época de duelos a muerte en la que lo que más importa es el honor pero también donde la mujer no tenía voz.
Está muy bien narrado cómo se relaciona la época con este tipo de situaciones de género: la violación como un ataque no hacia ella sino hacia su marido, las cuestiones de poder que permiten proteger al agresor, las instituciones acostumbradas a esconder este tipo de situaciones recurrentes, la mujer a la que aconsejan callar porque a la larga les pasa a casi todas y qué tiene ella de especial. Así hay muchas escenas que generan impotencia y al mismo tiempo permiten pensar un presente que está adelante pero al que todavía le quedan muchas cosas por cuestionar.
Aunque es cierto que algunos discursos suenan demasiado actuales y por lo tanto fuera de la época que se decide retratar, la película tiene buen ritmo y genera un interés que no decae, aun cuando, a través de las tres versiones en que la película se divide, algunas escenas se hacen reiterativas o poco soportables -como la de la violación que se repite con cambios muy sutiles lo que pone en evidencia que el agresor puede disfrazar su ataque de seducción con el discurso pero en realidad sabe bien lo que está haciendo.
El último duelo consigue su interés desde su impactante comienzo y no lo pierde nunca, ni siquiera cuando se deja de lado lo épico para narrar la cotidianeidad de otra época o aquel momento en que parece convertirse en una película de juicios. Hay mano en la dirección pero también en los aspectos que rodean un guion sólido sin necesidad de apelar a grandes sorpresas. La música de Hans Zimmer aquí suena con mucha fuerza. Las interpretaciones están todas a tono: Adam Driver como un macho consciente del poder que va adquiriendo, Matt Damon con su tosquedad e inseguridad disfrazada, Jodie Comer desde la delicadeza hacia la fortaleza de la que tiene que hacerse para poder sobrevivir en un mundo que no parece diseñado para la mujer, incluso un Ben Affleck casi ridículo funciona dentro de la historia.
Con un paso casi desapercibido por la cartelera que la convirtió en su país en un fracaso de taquilla, El último duelo es una película que vale la pena aprovechar para ir a ver en salas porque demuestra que el éxito no determina nada, en especial en épocas complicadas para el cine en el cine. Porque Ridley Scott no sólo aparece con toda la solidez que su experiencia le brindó sino que detrás hay una historia de esas que valen la pena ser contadas. Y acá aparece con un relato que hace transitar un montón de emociones de principio a fin. Quizás le sobren algunas escenas -más que nada las que se sienten reiterativas- y quizás a veces el tono tan actual de los discursos parezca demasiado impostado para la época pero El último duelo no deja de ser una experiencia cinematográfica movilizadora y gratificante