Carlos Gutiérrez trabaja en una fábrica durante el día y personifica a Elvis Presley en bares y shows privados durante la noche. A punto de alcanzar la edad que su ídolo tenía al momento de fallecer, se encuentra ante una difícil decisión: Elvis o su pequeña familia destrozada.
La contracara de este tipo de fanatismo que presenta el director Armando Bo es dolorosa: los imitadores extremos de las estrellas viven a la sombra de sus ídolos, configurando una vida vacía y patética para sí mismos. Incluso llega a ser desesperante la disociación de la realidad que sufre Carlos, enloqueciendo a su jefe, su ex esposa y a su introvertida hija Lisa Marie, con quien deberá construir una relación filial de la noche a la mañana. John McInerny es el corazón de esta cinta, responsable de conmovernos y hacernos sentir toda la pasión por Elvis que nace desde lo más profundo de su ser (la excelente elección del repertorio también debe ser destacada). Asimismo, Griselda Siciliani sorprende en un registro totalmente diferente al que nos tiene acostumbrados. El cambio le sienta a la perfección y demuestra sus condiciones para historias de veta dramática.