Una pyme del demonio
Y por vigésima vez nos topamos con una propuesta alicaída de “found footage”, otro falso documental que en este caso combina las posesiones demoníacas de El Exorcista (The Exorcist, 1973) con la estructura prototípica de Holocausto Caníbal (Cannibal Holocaust, 1980), por supuesto modelo El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999). Concretamente el resultado final se ubica en un nivel intermedio entre la muy interesante Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007), sin dudas el techo del subgénero, y Contactos de cuarto tipo (The Fourth Kind, 2009), quizás el peor representante del pelotón.
A decir verdad la película tiene un comienzo prometedor en el que somos testigos de la “crisis de fe” del reverendo Cotton Marcus (Patrick Fabian), un ministro evangélico con un largo historial de servicios religiosos. Lo curioso del asunto es que el hombre tiene una suerte de “pyme de exorcismos fraudulentos” basada en la administración de placebos a personas que dicen estar poseídas, muchos truquitos y verborragia florida de por medio. En un tono bastante cínico, el film pretende registrar su último trabajo previo al retiro: desde ya que la adolescente que surge del azar parece necesitar métodos un poco más drásticos…
La primera parte está orientada a parodiar levemente algunos rasgos característicos del mockumentary, en especial la organización del verosímil y las reacciones habituales de los espectadores. El principal responsable de que las buenas intensiones no lleguen más lejos es el mismo guión de Huck Botko y Andrew Gurland: de hecho, el alemán Daniel Stamm dirige con una envidiable pulcritud pero la falta de originalidad y la sumatoria de clichés terminan jugándole en contra a un proyecto que en reiteradas ocasiones amenaza con despegar para luego volver a caer en una versión light de los clásicos derroteros del pasado.
Más allá de los apuntes cómicos, el pulso sostenido y la correcta actuación de Fabian, todos elementos que se agradecen de sobremanera, la segunda mitad del convite anula los logros anteriores debido a la pobreza específica de la producción, una fotografía un tanto hueca y la chatura interpretativa del resto del elenco (con la anodina Ashley Bell a la cabeza como la víctima en cuestión). Para colmo durante sus minutos finales El último Exorcismo (The Last Exorcism, 2010) se transforma en una mixtura demacrada de las legendarias El Bebé de Rosemary (Rosemary´s Baby, 1968) y El Hombre de Mimbre (The Wicker Man, 1973).