En sus primeras décadas, el cine de terror estuvo mayormente ocupado por piezas góticas. Podían ser de origen literario o estar basadas en leyendas, y solían ser engalanadas por los hoy considerados monstruos clásicos, empezando por Drácula y Frankenstein. Sí eran constantes los castillos o caserones alejados, con sus habitantes misteriosos y habitaciones que mejor nunca explorar. Compañías como Universal, la británica Hammer Films y American International Pictures lograron sus mayores éxitos gracias a esas producciones. A partir de los ‘60 comenzó a ser relegado con la aparición de amenazas más reales, que atacan aquí y ahora. El terror moderno se inició con el Hitchcock de Psycho y Los pájaros, y explotó en 1968, cuando se estrenaron El bebé de Rosemary y, sobre todo, La noche de los muertos vivos. La ópera prima de George A. Romero presentó un nuevo tipo de monstruo, inspirado en mitos haitianos pero con la ferocidad de una época.
El último zombi combina lo clásico y lo moderno, más algunas sorpresas. El punto de partida es más clásico: Nicolás Finnigan (Matías Desiderio), un científico, sale en busca de Salzman (Tony Lestingi), su antiguo maestro Helena (Maia Francia), su propia esposa. Nicolás llega a una hostería en una ciudad balnearia de Santa Sofía del Mar. Pronto se da cuenta de que, en ese contexto de aparente relax, los secretos abundan como los árboles que rodean la residencia: una habitación que funciona como laboratorio y un centro de spa donde los clientes salen más cambiados de lo que esperan. Y en determinado punto, irrumpe un estilo de terror moderno: Nicolás y otros habitantes de la hostería deben refugiarse de hordas de zombies. Aunque estos entes tienen más que ver con los zombies de Haití que con los devoradores de gente que creó Romero.
El director Martín Basterretche había dirigido el thriller Punto ciego y la historia de ciencia ficción Devoto: La invasión silenciosa. Como en aquellas oportunidades, la acción sucede en la ciudad ficticia de Santa Sofía del Mar, dejando en claro que sigue desarrollando su propio universo cinematográfico. Un desarrollo que evidencia su entendimiento de los géneros y la preocupación por combinar ideas o, como en este caso, subgéneros y corrientes. Hasta propone un giro poco habitual en las películas con infectados.
Basterretche también le saca el jugo a las escasas locaciones (la mayoría de la acción sucede en la hostería) y aprovecha a un elenco eficiente, donde se destaca la scream queen latina Clara Kovacic.
El último zombi confirma que siempre es posible mantener el interés de un tópico tan explotado cuando se toma un camino personal.