Arnold Schwarzenegger vuelve tras largos años a protagonizar él una película. Es que después de Terminator 3, sólo ha hecho algunas apariciones. Y como no podía ser de otro modo, el film tenía que estar a la altura de la imagen que supo construirse tras su filmografía.
Entonces, Arnold Schwarzenegger se pone en la piel de un policía convertido en sheriff en un tranquilo pueblo donde lo más emocionante que puede pasar, es meter preso a un joven que se emborracha y comienza a molestar (Rodrigo Santoro, bastante desperdiciado). Por eso no sorprenden que los oficiales en total no sean más de cuatro.
Unas personas extrañas aparecen en el pueblo y luego saltamos inmediatamente a lo que sucede un poco más lejos, en Las Vegas, donde se monta un operativo muy grande para trasladar a un presidario comandado por Forest Whitaker. Y claro, las cosas no van a salir como se esperaba y el presidario (el actor español Eduardo Noriega) se convierte en un fugitivo que planea pasar la frontera muy cerca del pueblo donde el sheriff lleva su calmada vida.
Con un guión muy simple y una construcción de personajes muy plana (el bueno es bueno, el malo es malo, y eso es todo), la película pone todo su esfuerzo y ganas en las escenas de acción, ya sean escenas de persecuciones increíbles en autos increíbles, como en las de tiroteos y muertes con sangre por doquier.
Además de la acción, se cuenta con una buena dosis de humor, muchas de ellas gracias al personaje que interpreta Johnny Knoxville (que parece estar destinado a interpretar a caracteres payayescos), aunque también el propio Arnold se permite burlarse de sí mismo y de su edad. Aún así, sale bien parado. Demuestra que más allá de su edad, todavía puede ponerse al hombro toda una película. "Mi honor no está en venta" dice.
Y sí, la película colmará las expectativas de quienes disfruten una clásica película de acción, como esas que te pasan por canales de aire los fines de semana. Mientras no le pidan mayor profundidad..