Un Sparks que perdió la chispa
Desde el estreno de Diario de una pasión (The notebook 2004), el escritor Nicholas Sparks logró convertirse en una marca dentro del terreno del drama romántico en el cine. Con El viaje más largo (The longest ride, 2015), reafirmamos una vez más que el novelista no logra reinventarse, y que el espectador va a encontrarse con la misma temática que aborda siempre.
Los protagonistas de nuestra nueva repetida historia son Luke Collins (Scott Eastwood, hijo de Clint), un joven domador de Toros y rasgos cuasi perfectos, que conoce a Sophia (Britt Robertson), una estudiante cuyo sueño consiste en salir de Carolina del Norte para realizar una pasantía de arte en Nueva York. La química entre ambos es instantánea y comienzan una relación. ¿A pesar de qué? ¡Adivinaron! De formar parte de mundos completamente distintos.
Por otro lado, hay un tercer personaje que cobrará una importancia in crescendo en la película. Se trata de Alan Alda, un hombre al que Luke salva de un accidente y que posee una serie de cartas que la protagonista le irá leyendo en voz alta mientras se recupera. Cartas que nos trasladarán en el tiempo a la historia de amor entre este y su fallecida esposa que, por supuesto, mantendrá similitudes con la de los jóvenes amantes.
En fin, como mencionamos antes, los temas favoritos del autor se repiten una vez más: en primer lugar personajes que vienen de mundos diferentes y por el otro, la fuerte presencia del tiempo (a veces a través de historias paralelas como en este caso y en otras, el paso del tiempo para los mismos protagonistas). De hecho, si repasamos algunas de las adaptaciones que vimos hasta el momento, Querido John (Dear John, 2007), Cuando te encuentre (The Lucky One, 2012), Un lugar donde refugiarse (Safe Heaven, 2013) y Diario de una pasión (2004), todas comparten las mismas premisas.
Aún así, la última mencionada se destaca ampliamente por sobre las otras al contar con una superior construcción y desarrollo en sus personajes, inmensamente más complejos que los que podemos ver en El viaje más largo, en donde lo único que los define, además de ser ambos muy bellos y buenos, es que cada uno tiene un sueño concreto: En el caso de Sofía, abrir su propia galería de arte, y en el de Luke, convertirse en el mejor domador de toros.
Esta vez, el escenario toma lugar en Carolina del Norte, y puede que la onda texana, con las botas, el sombrero cowboy, y un deporte peculiar como es la doma, le brinde a este film un valor agregado por sobre otros.
De todos modos, con excepción de una nota de color al final que genera una minúscula vuelta de tuerca en una estructura dramática que cuelga de un hilo, junto a una estética agradable y un soundtrack que (con la inclusión del algún hit del momento) logra exitosamente acompañar las escenas pasionales, El viaje más largo se convierte en otra de la colección de películas monotemáticas del sello Nicholas Sparks.