Sin inhibiciones.
La simpática Ellas saben lo que quieren (Sous les jupes des filles, 2014) es otro ejemplo de esa comedia popular francesa que de vez en cuando aterriza en la cartelera argentina para volcarla hacia la saludable comarca del eclecticismo; hablamos de un convite que se amolda perfectamente a la definición estándar del rubro, a saber: mientras que por un lado tenemos la estructura de las bufonadas norteamericanas (el superar un escollo emplazado en el camino del antihéroe de turno para -en esencia- divertirnos con sus tropiezos), por el otro está la típica sensibilidad romanticona y social marca registrada de los galos (es decir, en el arte tienden a privilegiar las diferencias culturales, económicas, étnicas y religiosas de los personajes que llevan adelante la historia, un rasgo que comparten con el resto de Europa).
Aquí la realizadora debutante Audrey Dana, hasta este momento una actriz con una década de trayectoria, se propone la pequeña epopeya de retratar las tribulaciones de once mujeres variopintas que viven en París, y por supuesto acentuando las distancias y puntos en común entre las susodichas. Más allá del hecho de que los arquetipos femeninos están bastante bien delineados y resultan -durante la mayoría del tiempo- hilarantes, el gran acierto del film pasa por el tono narrativo elegido, una especie de exuberancia enajenada y sin inhibiciones que se lleva puesto lo que podría haber sido otra catarata de chistes bobos de índole sexual sin el más mínimo encuadre ideológico, símil Hollywood. En lugar de la celebración de la estupidez, hoy disfrutamos de un análisis vital y anárquico de las mujeres.
Con un lenguaje en ocasiones sutil y por momentos burdo, Dana extrae lo mejor de ambos territorios y sabe poner al servicio del desarrollo cada una de las viñetas que componen la película; así comienzan a desfilar la ama de casa que se embarca en una relación lésbica, la empresaria exitosa que no tiene ni una amiga, la señora recatada que desata su sexualidad por un golpe en la cabeza, la profesional que debe superar sus tics para conquistar al hombre que desea, la mujer mayor que bordea la menopausia, la humilde con un horrible trasfondo familiar, la que se mete con un señor casado y debe sobrellevar los coloridos insultos de la dama de los cuernos, etc. Desde ya que el relato ofrecerá encuentros fortuitos entre todas ellas con el objetivo de atizar un mega desenlace con aires de “reunión cumbre”.
En función de sus incontinencias -tanto verbales como expresivas- y de la algarabía con la que avanza, el opus de Dana disecciona las diferentes facetas del fluir femenino, sus convulsiones y los prejuicios sociales que arrastran. Este mecanismo retórico se asemeja al empleado por la reciente y también interesante Dios mío, ¿qué hemos hecho? (Qu’est-ce qu’on a fait au Bon Dieu?, 2014) para sopesar el racismo y la petulancia de las clases acomodadas, lo que además implica que aquí se reproducen algunos de sus problemas: en el pulso caricaturesco, el límite entre la eficacia discursiva y el desborde sin pies ni cabeza es muy tenue, y la obra a veces pierde su núcleo al derrapar en clichés englobados en la segunda opción. Aun así, el film exuda un dinamismo que se siente placentero y lúcido…