La nueva película de Michael Petroni tiene puntos en común con su otro largometraje dirigido, Till Human Voices Wake Us. Ambas son historias sobre fantasmas del pasado. Esta vez, Petroni, quien además se desempeña como guionista (The Book Thief, The Rite), apuesta a una historia simple y conocida, sin dudas.
Adrien Brody es Peter, un psiquiatra que perdió hace no mucho a su hija pequeña y cuya vida no puede rearmarse. Entre sesiones con clientes a los que apenas escucha, y una mujer que se la pasa deprimida, intenta de todos modos seguir adelante pero su atención se focalizará mejor cuando perciba cosas extrañas.
La presencia de figuras extrañas y detalles que lo llevarán todos a una misma fecha lo hacen dudar de su estado mental. A la larga, todo se va desarrollando para llegar a esa parte del pasado, de su adolescencia, en que algo sucedió que lo marcó para siempre, pero nunca se resolvió. Entendemos por resolver que lo haya entendido y superado, en cambio, es una parte de su vida que quedó oculta y distorsionada y con la que de repente comienza a encontrarse una vez más.
El problema principal que tiene la película es que se va tornando bastante predecible, quizás porque esta historia ya nos la han contado muchas veces. No obstante, como thriller psicológico la película se apoya esencialmente en el protagónico de Adrien Brody, quien, más allá de ya haber tenido oportunidades de demostrar su talento, logra lucirse como el personaje roto, apesadumbrado, perturbado y deprimido al que interpreta.
La historia se termina tornando tan simple, que no hace más que fortalecer la sensación de lentitud a la que el film apuestas, aunque sea sin duda intencional. La idea parece ser la de construir el clima a su tiempo, y se le agrega algún susto en el medio para no perder la línea.
Correcta pero ni novedosa ni original, Backtrack es un thriller que funciona principalmente por su protagonista, pero que deja algunos detalles librados al azar y no terminan de cerrar de manera sólida y sobre todo verosímil.