Intercambios en el bosque
De un tiempo a esta parte las obras de Steven C. Miller paulatinamente pasaron de ser un tanto insoportables a caer simpáticas, sobre todo porque el señor gusta de insistir con una “mediocridad seria” que se aleja en buena medida de la otra mediocridad, la trivial y autoconsciente que hoy por hoy prevalece en muchos sectores de la industria y tiende a la infantilización de los films: hablamos de un director muy anodino que comenzó su carrera ofreciendo películas malas de terror, de repente hizo un click y así se pasó a una suerte de mainstream clase B volcado al cine de acción… también bastante malo, por cierto. En esencia el norteamericano suele entregar productos -mejor o peor realizados- siempre destinados a un escapismo fácil similar al de décadas previas, aquel basado más en el relato y los latiguillos del género de turno que en la parafernalia digital o cualquier pose canchera.
Como no podía ser de otra forma, en esta ocasión el realizador vuelve a replicar la fórmula centrada en el crimen organizado y/ o los secuestros que ya había utilizado en sus otras dos colaboraciones con Bruce Willis, léase Extraction (2015) y El Gran Golpe (Marauders, 2016), y en Arsenal (2017), ese trabajo reciente con Nicolas Cage y John Cusack, las otras dos figuras que -al igual que Willis- podemos englobar en el rubro “actores otrora parejos que están atravesando una etapa hiper activa pero con una racha horrenda de cuatro productos pésimos cada cinco películas filmadas”, lo que desde ya pone de manifiesto la uniformidad del Hollywood pochoclero actual, muy proclive a relegar al olvido a cualquier personaje que le recuerde que en otros períodos vivía de una mayor variedad estilística (la acción derechosa y freak del pasado fue sepultada por los superhéroes y pavadas similares).
A decir verdad En Defensa Propia (First Kill, 2017) se ubica un escalón por encima de los opus anteriores de Miller y aunque hay que reconocer que de por sí es un detalle meritorio, tampoco le alcanza para abrirse camino por fuera de una medianía redundante y demasiado derivativa. Ahora estamos ante la historia de Will (Hayden Christensen), un agente bursátil de Wall Street que se decide a ir con su familia a visitar a su tía, quien vive en una zona boscosa, para pulir la relación con su hijo Danny (Ty Shelton) mediante una expedición de caza, con la vaga idea de que así el pequeño aprenderá a defenderse de los abusones que lo vienen golpeando en el colegio. Allí son testigos de cómo un policía le dispara a Levi (Gethin Anthony) y después trata de matarlos, frente a lo cual Will lo asesina con su rifle y lleva al herido al hogar de su tía para que lo cure su esposa médica Laura (Megan Leonard).
Por supuesto que Levi toma de rehén a Danny y le exige a Will que evite el asedio de los oficiales y consiga el botín eje de la escaramuza/ fusilamiento fallido que presenciaron, lo que nos lleva a un robo a un banco perpetrado recientemente por Levi e ideado por nada menos que varios uniformados. El amigo Willis compone a Howell, el jefe de policía, y si bien se supone que el convite pretende mantener un halo de misterio alrededor de su persona, ya desde el inicio sabemos que el sexagenario está en “modalidad villano” y tiene mucho que ver con la operación en general. Más allá de un desarrollo estereotipado pero entretenido, aquí lamentablemente domina el desempeño poco convincente de Christensen y Willis, los dos actuando a desgana y presos de la rutina. Shelton tampoco es una joya aunque logra brillar en los intercambios que tiene con Anthony, cuyo personaje Levi es el más interesante de toda la obra porque es el único que escapa a la unidimensionalidad (los diálogos entre él y el niño exudan humanidad y dejan bien en claro la necesidad/ contexto por detrás de su participación en el atraco). A esta altura Miller tendría que volver al terror, enclave donde demostró sentirse narrativamente más suelto y menos forzado que en esta acción retro deficitaria, basta recordar su remake del 2012 -tan trash como divertida- de Sangriento Papá Noel (Silent Night, Deadly Night, 1984), ese clásico berreta del slasher…