Los cuentos de hadas contraatacan…
Y Rob Marshall nos regala otro musical, aunque en esta ocasión bien lejos de la película que se mantiene firme en lo alto de su carrera, su ópera prima Chicago (2002). Mientras que aquel exploitation aparatoso del genial Bob Fosse por lo menos conservaba algo del espíritu revulsivo de su creador, lo que a fin de cuentas constituye un verdadero oasis si lo comparamos con los mamotretos del género que Hollywood nos ha entregado durante los últimos años, esta nueva incursión supera ampliamente a Nine (2009), todo un desastre que pretendía homenajear a la eterna 8½ (1963), de Federico Fellini, con un elenco encabezado por un trágico Daniel Day-Lewis que intentaba cantar con una suerte de “acento” italiano.
En esta oportunidad el realizador se mete con una puesta bastante mediocre de 1986 de Stephen Sondheim y James Lapine, a la que le hace algunos cambios pero sin modificar la idea central: una hechicera (Meryl Streep) amenaza con trasladar una vieja maldición a un panadero (James Corden) y su esposa (Emily Blunt) si ambos no le consiguen cuatro ítems en el plazo de tres días. Para aquellos que no lo sepan, el film lleva a cabo una relectura de cuentos de hadas clásicos recopilados por los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, cada uno representado por esos ingredientes -para una extraña fórmula- que solicita la bruja (una vaca blanca, una capa roja, un mechón de cabello rubio y un zapato “puro como el oro”).
Así las cosas, de a poco van apareciendo referencias varias a Jack y las Habichuelas Mágicas, Caperucita Roja, Rapunzel y Cenicienta a medida que los personajes principales de esas historias interactúan entre sí y con el matrimonio protagonista de En el Bosque (Into the Woods, 2014). La cintura artística de Marshall le permite sobrellevar sin demasiados problemas el desarrollo estándar: las canciones respetan el ABC del musical posmoderno (comentan la acción sin intervenir en la progresión narrativa), obedecen a la lógica más tradicional de Broadway (melodías orquestadas y melosas) y lamentablemente son muy anodinas (a veces resultan bizarras pero en general caen en todos los clichés habituales).
Como si se tratase de una versión conservadora de la enajenada Los Hermanos Grimm (The Brothers Grimm, 2005), y definitivamente sin la imaginación de por ejemplo Rosencrantz & Guildenstern Están Muertos (Rosencrantz & Guildenstern Are Dead, 1990), las buenas intenciones de la obra no pueden ocultar que los únicos factores destacables son la escena de la “distribución” de culpas y el esplendoroso desempeño de Streep y Blunt, dos actrices que imponen su presencia a puro encanto y desenvoltura. La propuesta ofrece algunos momentos interesantes en su segunda mitad, sin embargo su tono paródico es insignificante y le falta convicción e ingenio para ser considerada una interpretación realmente valiosa…