“El cuerpo es el templo viviente de los sentimientos, quien no les dé lugar, aquel que niegue sus tesoros, quien quiera desentenderse de su existencia, no hará más que negarse la posibilidad de vivir” – Kazuo Ohno. “En el cuerpo” es un documental dirigido por Alberto Masliah, que cruza la observación y la performática. Un viaje creativo de una obra de video danza, desde los ensayos hasta su culminación. Una película donde un cuerpo de baile inclusivo busca crear, a partir de una obra artística, tensión entre lo estético y la reconstrucción de espacios simbólicos y/o reales de la historia de la Argentina reciente. Pero en realidad en este documental se toma a la danza puramente como medio de expresión con el fin de abordar reflexivamente acontecimientos, situaciones y momentos que transita el ser humano, a través del arte del movimiento, donde se propone el cambio en la manera de mirarse y mirar al otro. Se observa el dolor, la búsqueda, el reencuentro, desde un ángulo artístico en la máxima expresión. Vemos distintos espacios escénicos y alternativos, en parte como un intento de encontrar al cuerpo como un sitio integral de comunicación, que puede trascender barreras lingüísticas. Se plasma así que el cuerpo no es una entidad neutral, sin información o aproximación de diferencias culturales, donde la construcción narrativa se basa en el cuerpo como la unidad que origina la performance. En cuanto a lo técnico, pasa de usar una elipsis común a una artística, con tomas bien montadas, en donde consigue darle continuidad mediante acciones coreográficas registradas en diferentes momentos. Cada uno de los bailarines establece una magnitud diferente a través de la vinculación procesual que existe entre la cámara y la acción realizada, esto refiere al sentimiento creativo así como al movimiento artístico donde el producto final que vemos es el siguiente: “Es mi lugar, es mi gente, es mi comunión, encontrarse y conectarse, mediante la danza, mediante el movimiento y la música, jugar sincrónica y complementariamente, mirarse a los ojos, confiar en el otro”. Ohno dijo una vez de su trabajo: “Lo mejor que alguien me puede decir es que mientras veía mi actuación, empezaron a llorar. No es importante entender lo que estoy haciendo, quizás sea mejor si no entienden, pero solo responde al baile”. En resumen, “En el cuerpo” es una cinta que resalta la danza como vehículo de conexión, como enlace y unión para con el otro sin importar condición alguna, donde se busca derribar los prejuicios que llevan a pensar en el discapacitado como impedido de deseo, trabajar para construir un nuevo paradigma en nuestra sociedad, lo que impide que alguien pueda hacer algo no está en el plano de las capacidades sino más bien en el de los deseos. Tiene que ver con la búsqueda de narrar la discapacidad desde un lugar diferente.
Mezcla de documental con video danza, En el cuerpo registra la obra performática del grupo Compañía de Danza Sin Fronteras, a la vez que testimonia el proceso creativo de la coreografía y los ensayos previos. - Publicidad - Bajo la premisa de abarcar las vicisitudes de la sociedad durante el último gobierno de facto, hasta ser vencido por la democracia, se estructuran las piezas de esta danza conceptual. La introducción de un bailarín que se contorsiona en las penumbras de un espacio oscuro y desanclado es la primera referencia al período negro de la dictadura, para luego ir intercalando diferentes representaciones metafóricas de los períodos consecuentes de nuestro país. Estos incluirán un espectáculo circense, la simulación de las olas del Río de la Plata, una persecución en colores, una danza femenina en clave de luto, que en palabras del director refiere a las Madres, o incluso una serie de encuentros y desencuentros entre los bailarines -que refuerzan la búsqueda de identidad ante el triunfo democracia- que culmina con un baile multitudinario correspondiente a la libertad. En los entretelones de estos cuadros existan otras vicisitudes: las del rodaje mismo. La prohibición de poder continuar filmando en el Parque de la ESMA es uno de los conflictos iniciales que da cuenta del poder simbólico de esta obra de danza. Como afirma el director no se trata simplemente de un lugar o una locación, sino que es sede de un vínculo emocional que reforzaría la tesis de la obra, aunque a las autoridades del Parque no pareció importales. Candelaria Iocco, Gabriela Torres, Leticia Abelle, Lucrecia Rossetto, Mariano Landa, Pablo Pereyra y Yohan Chavarría son los integrantes de este grupo de bailarines. Tres de ellos -dos hombres y una mujer- son discapacitados por lo que deben circular en silla de ruedas, pero lejos de resultar un impedimento, es otro matiz que se acopla con naturalidad a las coreografías. Alberto Masliah -director- opta por registrar los ensayos y las reuniones en que se debaten tanto puntualidades de los movimientos de las coreografías como la disponibilidad semanal de los bailarines para poder ensayar o incluso conversaciones banales, con el fin de transmitir el buen clima de compañerismo dentro del grupo. Con la participación también de músicos que hacen sus apariciones ocasionalmente durante los momentos de danza, En el cuerpo es una película de escaso metraje -62 minutos- que hoy tiene su estreno en el Cine Gaumont, a las 12.10 y 20 hs.
Un documental que avanza en un grupo de danza diferente para justamente hablar de la posibilidad de integrar sin prejuicios. A la sucesión de imágenes de danza, se encadenan ensayos y testimonios, configurando un relato potente sobre la resiliencia, la superación y el esfuerzo.
Improvisando el camino Sin mucho más contexto explícito, un grupo prepara un espectáculo de danza contemporánea que planean ejecutar al aire libre en el Parque de la Memoria, aparentemente con una temática relacionada que justifica la elección del lugar. Cuando se lo niegan, dedican varios minutos para contar el por qué. Poco a poco vamos entendiendo que no se trata de un grupo tradicional, al hacerse evidente que entre sus integrantes hay gente que no suele estar incluida en este tipo de arte, dejando ya dos posibles líneas narrativas con potencial. Pero no, prefieren dejar una cámara apoyada en algún lado para que espiemos algunos fragmentos de ensayo, los descansos entre ellos y conversaciones intrascendentes sobre los problemas que tienen para producir el espectáculo. Apenas podemos ver algunos fragmentos de lo que será el show, sin mucho contexto como para entender algo de lo que pretende contar, salvo cuando explican directamente con palabras lo que no logran mostrar con imágenes. Y del grupo de intérpretes, que seguramente tenían algo interesante para contar sobre su experiencia, no sabremos ni los nombres. Podemos sospechar que cuando iniciaron el proyecto tenían otra película planeada que perdió el equilibrio al aparecer el obstáculo de la negativa de poder utilizar el espacio deseado aunque se lo habían prometido. Desde ese momento, casi todo lo que vemos parece tener la finalidad de llegar a cumplir con una cantidad de minutos mínima. Mostrar para no contar Sin siquiera pretender evaluar el talento del grupo de artistas o la creatividad del proyecto que encaran, En el cuerpo de Alberto Masliah es un documental sin narrativa que deja hilos sueltos sugiriendo que hay historias interesantes para contar aunque la cámara nunca se interese por ellas. Cuando se dedica a mostrar la ejecución artística del grupo logra generar algo de interés, pero luego se pierde en un camino donde revela no tener claro de lo que quiere hablar. Dejar que la cámara espíe como si estuviera abandonada puede generar un clima de intimidad interesante en algunas situaciones, sobre todo cuando los personajes retratados conversan sobre algo que aporte a la narrativa del documental. Pero en este caso, cuando lo hace, elige capturar fragmentos que no aportan nada sobre los personajes ni su arte, anulando la atención que pudo haber capturado antes.
La “Compañía de Danza Sin Fronteras” es la protagonista de este interesante trabajo que el director Alberto Masliah define como un documental de videodanza. Por un lado está la agrupación que es inclusiva, y que desarrolla ante nuestros ojos la labor de bailarines, docentes y coreógrafos desde el comienzo de un proyecto hasta su concreción. Asistimos al germen de una idea, las discusiones, la intimidad de esos bailarines durante los ensayos, los mínimos acuerdos. Podemos espiar como se redondean las situaciones pero también las dificultades reales y arbitrarias que enfrentan cada día, las reacciones de los integrantes de la compañía, sus anécdotas. Pero por sobre todo como se llega a la obra terminada, a las imágenes coreográficas impactantes, al acoplado de la danza a lugares de gran belleza al aire libre.
Cuerpos en movimiento sobre los profundos colores de una íntima puesta en escena. Cuerpos a la distancia, como siluetas que se dibujan en el blanco y negro de la observación. El documental En el cuerpo, del director Alberto Masliah, evoca el proceso de gestación de una obra de videodanza, nacida de una idea de Liliana Furió y trabajada en conjunto con la participación de la Compañía de Danza Sin Fronteras. Como todos los documentales que siguen el devenir de una acción, el desarrollo de un proceso, la puesta en forma de una idea, los mejores destellos nacen de la atención de la cámara a lo imprevisto, a lo que altera lo establecido: el desvío de una actriz camino al ensayo, los tensos intercambios a la hora de definir las rutinas circenses, los desafíos de una convivencia inclusiva, el apremio de los tiempos y los contratiempos con la locación (que incluye una amenaza de bomba).Es allí donde se respira esa sensación de creación, de que algo nuevo estalla la repetición. La mirada de Masliah sabe explorar esos huecos cuando los encuentra de frente, tal vez un mayor desafío hubiera sido ir a buscarlos. Los cambios de registro, del color al blanco y negro, del interior al exterior, de lo ensayado a lo todavía anárquico, consiguen mayor fluidez a medida que esos límites se desdibujan, a medida que la misma conciencia de la cámara se hace parte integrante de ese meta proyectada.
El auténtico templo de los sentimientos “El cuerpo es el templo viviente de los sentimientos, quien no les dé lugar, aquel que niegue sus tesoros, quien quiera desentenderse de su existencia, no hará más que negarse la posibilidad de vivir.” La frase que sirve de apertura a la película En el cuerpo, de Alberto Maslíah, pertenece a Kazuo Ohno, prócer estético y espiritual del Butó, la tradicional danza japonesa. La misma expresa una suerte de manifiesto esencial de dicha disciplina que fácilmente puede aplicarse a otras muy diversas, incluido el cine, e incluso pensarse como una máxima para la vida misma. Con ese precepto como horizonte, la película de Maslíah retrata el trabajo de un cuerpo de danza contemporánea que incluye algunos bailarines con discapacidades motrices, mientras planifica y ejecuta una obra cuyos actos representan distintas situaciones vinculadas al proceso histórico de la última dictadura en la Argentina. Quizá no haya un protagonista más apropiado que este peculiar grupo de danza, ni una experiencia artística más oportuna, para representar ese carácter espiritual que Ohno le atribuye al cuerpo humano. Articulada en dos mitades bien delimitadas tanto desde lo estético como desde lo narrativo, En el cuerpo presenta al mismo tiempo los ensayos que realizan los bailarines como la puesta en escena de las diferentes coreografías que integran la obra. Una suerte de película que incluye su propio making-of. Las secuencias correspondientes al primer grupo están realizadas en blanco y negro y ligadas a partir de un montaje que busca traducir visualmente ese carácter de obra en construcción. Las que pertenecen al segundo grupo están realizadas en color, utilizando como escenario distintas locaciones del Parque de la Memoria, y fueron editadas con la lógica del cine clásico, buscando hilar un relato de cierta linealidad. En ambos casos la fotografía de Mariana Russo resulta fundamental para garantizar el éxito de las propuestas. Es cierto que en esta ambición de representar las dos mitades de la puesta en escena, para mostrar las dificultades del proceso tanto como el resultado final, En el cuerpo por momentos se convierte en un producto híbrido que no termina de concretar una identidad definida. Sin embargo también consigue varios méritos, en especial en el terreno de lo visual. El mayor de ellos reside en la potencia del trabajo que el director realiza sobre los rostros y su gestualidad, en su forma de retratar a los cuerpos como maquinarias que motorizan la acción, sirviéndose tanto de sus capacidades como, sobre todo, de sus incapacidades. Es ahí donde encarna el espíritu de lo cinematográfico del relato. Además la película traza un recorrido que va creciendo a medida que avanza, alimentado por coreografías cada vez más lúcidas y emotivas. Ese hacerle honor a la frase de Ohno representa quizá el mayor logro del documental de Maslíah.
Con exquisita fotografía, Alberto Masliah registra ensayos y números ya elaborados de la Compañía de Danza Sin Fronteras, un grupo de marcado nivel artístico y ejemplar entusiasmo. Coreografías, Carla Berdichevsky. Edición y Emiliano Serra.
MOVIMIENTOS Y RUPTURAS En el cuerpo, de Alberto Maslíah, encara con singular destreza esta integración entre la danza y el cine, documentado con rigor como un proceso que va mostrando sus distintas facetas y dificultades, generando un híbrido saludable aunque por momentos un tanto errático al que la hora le resulta un tanto corta. Sin embargo, esa ligereza en la extensión, la banda sonora y la atención puesta sobre las coreografías lo hacen un relato cuyo concepto en torno a la más reciente dictadura cívico-militar no pasa desapercibido. Precisamente, es allí donde el film encuentra su elemento más subversivo y liberador ante lo opresivo de la temática sobre la cual profundiza. Más allá de las partes de danza que componen el guion sobre el cual se sostienen aristas sociales del proceso político que representa, se trata de un film al que podríamos dividir en dos a lo largo de todo su metraje: por un lado el exhaustivo proceso realizativo y por el otro el fruto de esos ensayos, la obra en sí. Esta división se encuentra trabajada desde la dirección con una elección estética frecuente en documentales donde se muestra el ensayo y luego la obra representada, el ensayo en blanco y negro con un registro directo del sonido y tomas largas, casi sin cortes, frente a aquello que es el producto de los ensayos. Allí, además de las danzas y las coreografías, juegan un papel importante la banda sonora en off, el montaje, los planos detalle e incluso hay referencias directas a subgéneros como el thriller de espías en partes como “persecución”. Sin embargo, todo este artificio no afecta la naturalidad con la que se da lo que vemos en los ensayos, con un grupo compacto que entrega con el cuerpo elementos que realzan la narración sobre la cual se sostiene el film. Al ver En el cuerpo, sin embargo, surge una pregunta y es si realmente el film encuentra el espacio en los ensayos para oficiar de antesala a cada una de las partes interpretadas que vemos en pantalla. Si bien no se puede negar el valor de estos documentos, lo cierto es que apenas resultan viñetas que aparecen aisladas, cuyo desarrollo es limitado y superficial. Vemos la problemática en torno a la utilización del predio, momentos aislados en que seguimos a algunos de los intérpretes y sus problemáticas (no es un detalle menor la apuesta inclusiva de miembros que se encuentran en sillas de ruedas) y la dinámica que se da en algunos de los ensayos, pero uno sospecha que esto escarba apenas la superficie de un proceso más rico que se intuye parcialmente fuera de campo. Esto da al film en su conjunto un tono de incompletitud que no afecta a las coreografías que se interpretan pero si a los elementos testimoniales que harían más rica la singular experiencia de realizar esta película. En todo caso, En el cuerpo no deja de ser una experiencia liberadora que más allá de un guion confuso nunca pierde la fuerza del subtexto que la atraviesa: el cuerpo como un elemento rebelde y subversivo ante el retrato de un periodo histórico gris y opresivo, dando una cuota de esperanza y un elogio de la danza.
Memoria y movimiento. El documental dirigido por Alberto Masliah, a partir de una idea original de Liliana Furió se divide en dos mitades muy marcadas pero con un denominador común o nexo representado en un grupo de danza contemporánea llamado Compañia de Danza Sin Fronteras, cuya singularidad es la inclusión de personas con discapacidad. Desde los ensayos a las puestas de coreografías con un hilo conductor relacionado con la dictadura militar, la danza de la memoria se expresa desde el movimiento del cuerpo incluso en aquellos cuerpos que no pueden estar de pie y requieren de una silla de ruedas para unirse a la coreografía completa. Hay cuadros más logrados que otros, músicos en vivo, aunque debe destacarse una buena fotografía a cargo de Mariana Russo y en complemento con una prolija dirección para que no se pierda en la imagen algún detalle y se amalgame la danza al cine. El Parque de la memoria, lugar en el que el cuerpo busca desde el movimiento la libertad es uno de los espacios en los que el trabajo del grupo de danza contemporánea genera otro tipo de energía, así como la de un número de cierre donde una tela de gran dimensión se funde con las olas para que la danza, la memoria, el movimiento y la vida traspasen el tiempo y la pantalla.
El límite de las actividades que puede hacer un ser humano se lo fabrica uno mismo. Las razones son múltiples. Romper la barrera y atreverse a algo más es un desafío. Y en eso están abocados los bailarines-artistas que actúan en éste documental. Alberto Masliah nos relata las vivencias de un pequeño grupo de danza muy particular. Porque ellos no discriminan a nadie. Si alguien quiere sumarse al proyecto, son aceptados. Para bailar hay que tener ganas y un gran compromiso para con sus compañeros. Y las tres personas discapacitadas de la cintura para abajo, que permanecen en sillas de ruedas, e integrantes de la compañía, las tienen en cantidades incalculables. La película destaca la integración, el esfuerzo, la comprensión, pero sin dar ni tener lástima entre los que pueden permanecer de pie y los que no. Son todos iguales. Ese es el trato tácito que tienen entre ellos guiados por un director con experiencia. La cámara sigue de cerca los ensayos en escenario al aire libre, o en un salón, y vemos como tener inmovilizadas las piernas no son un impedimento, sino, un pequeño obstáculo superable para poder ser y sentirse artistas. La sensación de orgullo y satisfacción por cumplir sus sueños traspasa la pantalla. Si para alguien que no tiene problemas físicos bailar requiere de una gran exigencia física y mental para intentar lograr la perfección, lo es mucho más con los lisiados. Pero no hay quejas. Son incluidos en cada coreografía como uno más. El film tiene un ritmo lento, acompañado por algunas melodías instrumentales. No tiene un gran rigor cinematográfico. No hay innovación en la narración, el planteo es tradicional y seguro. Todo lo que vemos y sentimos sentados en la butaca se expresa a través del rigor, la perseverancia y, fundamentalmente, de la humanidad de los protagonistas. Hay segmentos filmados a color y otros en blanco y negro. No hay entrevistas, explicaciones o confesiones. Tampoco una historia. No hay pasado. Ni conflictos. Sólo rutinarias prácticas y muestras de los ensayos. La utilidad de este documental, es divulgar propuestas un tanto desconocidas para la mayoría de la población, donde la inclusión y el respeto hacia el otro es prioridad.