La unidad familiar a prueba
En lo profundo del bosque (2015) es una película muy disfrutable que si bien no aporta una vuelta de tuerca a los relatos apocalípticos, por lo menos sabe aprovechar el sustrato humanista de la debacle de turno para crear personajes sensatos y con corazón…
Hasta cierto punto se puede afirmar que la aparición -y por supuesto, el gran éxito- de The Walking Dead a comienzos de esta década ha generado una serie de exploitations de variada envergadura que pretenden cosechar algo de este interés por el melodrama apocalíptico centrado en muertos vivientes y seres humanos aún más nauseabundos, en una escala que va desde el mainstream aparatoso de Guerra Mundial Z (World War Z, 2013) hasta un indie igual de fallido a la Ellos te están esperando (Sorgenfri, 2015) y Viral (2016). Lejos de aquellas, hay propuestas recientes que niegan el estatuto de nuestros días y miran al pasado más remoto, como por ejemplo Stake Land (2010), del carpenteriano Jim Mickle, una obra que reemplazaba a los zombies por vampiros en un contexto de western, y The Survivalist (2015), la excelente y taciturna ópera prima del irlandés Stephen Fingleton.
De hecho, la realización que hoy nos ocupa, En lo profundo del bosque (Into the Forest, 2015), puede leerse como una versión light y más etérea de The Survivalist pero con un desarrollo dramático a la inversa. Si antes el eje era un ermitaño -en una coyuntura dominada por la hambruna y el darwinismo social- que de a poco entablaba una suerte de vínculo afectivo/ de confianza con dos mujeres, ahora tenemos a dos señoritas cuya relación es impugnada por un entorno despiadado que va imponiendo su lógica salvaje de manera paulatina. El corazón del relato es una familia de tres que vive en una casona a medio construir en una región apartada y rodeada de árboles: un padre (Callum Keith Rennie) y sus dos hijas, la mayor Eva (Evan Rachel Wood) y la menor Nell (Ellen Page). El catalizador principal es muy simple, apenas un corte de luz que se extiende eternamente.
La película cuenta con dos factores que la elevan por encima de la media de las fantasías catastróficas de aislamiento, léase el análisis meticuloso que hace del desplome de la civilización como la conocemos y el desempeño de Wood y Page. En lo que respecta al primer ítem, el film trabaja con astucia -a través de constantes saltos hacia adelante de días y meses sin electricidad- la frontera entre un mundo de dependencia tecnológica y la caída definitiva de las caretas, lo que implica la “reconversión” de la humanidad en depredadores insaciables y egoístas (desde ya que siempre lo fuimos y siempre lo seremos, sólo que antes el asunto estaba maquillado con una menor dosis de violencia explícita). Aquí no existen monstruos putrefactos que acechan en las sombras, en todo caso los “monstruos” son la muerte accidental del padre, la falta de alimentos y el encuentro con un hombre conocido.
Sin dudas la química entre las actrices suma mucho a la historia y permite que la directora y guionista Patricia Rozema, una canadiense que a decir verdad no había hecho nada particularmente memorable hasta este punto, construya un opus exquisito dividido en dos actos muy marcados, el primero de pulso arty y el segundo más acorde con los requisitos narrativos del mainstream contemporáneo. En lo Profundo del Bosque nos presenta una odisea de supervivencia centrada en el hogar, sus vaivenes y las “procesiones internas” de dos mujeres superadas por las circunstancias, en una sociedad atomizada y feroz que pone en primer plano la fragilidad de la red de contención estatal y su zona de confort. De este modo, la unidad y el amor de una familia burguesa son puestos a prueba cuando sólo vale el esfuerzo propio y las comodidades se desvanecen para dejar paso a una inquietud sin fin…