Insoportablemente Boyle
¿Cuánto más vamos a tener que soportar los planos cancheros, al ras del piso, inclinados, recortados, cool de Danny Boyle? ¿Cuánto más nos vamos a tener que bancar los psicologismos para manipular al espectador? ¿Cuántas veces más va a poner música al palo para esconder su nula destreza narrativa? Porque eso, estimados lectores, es todo lo que tiene para ofrecer En Trance, la nueva película del director de Trainspotting y Quién Quiere ser Millonario.
En principio En Trance es un thriller en el que Simon (James McAvoy), un empleado de una casa de subastas londinense, planea y ejecuta el robo de una pintura que vale millones de libras junto a un grupo de delincuentes liderado por Franck (Vincent Cassel). Pero algo sale mal y Simon pierde la memoria y así la pintura. “¿Dónde está el cuadro? ¿Dónde?” le pregunta una y otra vez Franck y lo tortura hasta que alguien le sugiere recurrir a la hipnosis para averiguarlo. Allí, con la visita de Simon al consultorio de Elizabeth (Rosario Dawson) comienza el trance. O no. Ya no tendremos certezas porque En Trance pareciera contar la búsqueda del cuadro de Goya pero no, la pintura es sólo el mcguffin para meternos en ese plano del inconsciente donde todo es un eterno resplandor de una mente sin recuerdos.
Si la película sostiene la atención es por ese ritmo irrefrenable y vertiginoso que asume desde el comienzo, con esa música recargada y a todo volumen apuntalando el sentido de cada secuencia, sumado al desparpajo de sangre y acción. Pero no se dejen engañar, esa narrativa es canchera; puede fluir pero es una cáscara vacía. Lejos de la vorágine no hay nada. En Trance utiliza vuelta de tuerca tras vuelta de tuerca y así el espectador es engañado, una y otra vez.
¿Qué está primero, el huevo o la gallina? Como en El Origen, la película de Christopher Nolan -esa del sueño adentro del sueño del plano del sueño-, todo es disfrazado de película importante, sobre la existencia, sobre la mente humana. Sin embargo, cuando termina, uno confirma lo que sabe desde un principio. O no, pero qué importa. Lo mejor que se puede decir sobre En Trance es que es una película intrascendente. O que hay un desnudo que sí vale la pena.