Anton es un médico sueco que trabaja en zonas en situación de riesgo en el continente africano. Alterna su vida entre el campo de refugiados y su resquebrajada familia en Dinamarca. Son estos dos mundos contrapuestos, los de guerrillas armadas, enfrentamientos desalmados y muerte constante, y la aparente paz y tranquilidad de un país desarrollado, lo que lleva a Anton a replantearse los valores morales y las prioridades en la vida. En uno de sus períodos lejos de casa, su hijo mayor Elias (que sufre constantes ataques por parte de sus compañeros de colegio) se hace amigo de Christian, el chico nuevo del aula que acaba de regresar al país junto con su padre tras la dolorosa muerte de su madre en Londres.
Ambos, complementarios en un primer momento, tan distintos con el correr de los días, se verán envueltos en una peligrosa venganza que se salió de control y sus padres deberán enseñarles a enfrentar las consecuencias de sus actos.
Ganadora del Oscar al mejor filme de habla no inglesa en la última entrega de los premios de la Academia, la historia dirigida por la danesa Susanne Bier aborda a los matrimonios en crisis, las muertes trágicas, el bullying, la incomunicación y casi una decena de temas enmarcándolos en el violento contexto social que rige el orden mundial actual. Es cierto que son demasiadas aristas como para poder llegar a profundizar en cada una de ellas sin ser demasiado aleccionadora, pero el resultado global es digno de ser apreciado. La música compuesta por Johan Söderqvist recuerda a trabajos de The Chemical Brothers y Metronomy, y la fotografía cálida y de amplios contrastes le sientan bien tanto a la aridez africana como a la tensa calma de la ciudad. Por último, es sabido que el zoom dentro de una escena no siempre es el mejor recurso para direccionar nuestra atención: Bier desecha esta premisa y utiliza el recurso de manera repetida.