Educación sentimental en la Inglaterra de los 60
Su protagonista, Carey Mulligan, nominada al Oscar
Si se lo viera sólo como el retrato de un personaje admirablemente definido y mejor interpretado Enseñanza de vida ya exhibiría (por coherencia, agudeza y vivacidad) méritos suficientes para descollar entre tantas historias sobre jovencitas que inician su educación sentimental al lado de un hombre maduro. Pero el film de Lone Scherfig va más allá: en medio de la aventura personal, expuesta con refinada sensibilidad y llamativa fluidez, se filtran precisas pinceladas que describen una sociedad -la inglesa de los primeros años 60- a punto de experimentar cambios decisivos.
El trabajo de la realizadora danesa (la misma de Italiano para principiantes ) se apoya en dos sólidos puntales: el guión de Nick Hornby -que proporcionó formato dramático a la autobiografía de la periodista Lynn Barber- y la extraordinaria transparencia de Carey Mulligan, verdadera revelación que acaba de ser nominada, con justicia, al Oscar de la Academia. Imposible no destacarlos porque si Hornby supo calibrar con mano maestra la evolución vivida por la protagonista entre la adolescente inteligente y un poco ingenua del comienzo y la joven que debe sobrellevar su primer fracaso, la actriz hizo visibles cada una de las etapas de esa transición con pasmoso dominio de los matices.
A Jenny le gusta verse como sofisticada mujer de mundo que habla francés y adora a Juliette Greco, pero es la estudiante destinada a Oxford (aunque no resigna otras inquietudes), que a la salida del colegio debe esperar el ómnibus bajo la lluvia. En casa, la esperan una madre indulgente y un padre que vigila sus progresos con vistas al futuro. Hasta que aparece David, con su auto lujoso, su parla elegante y su aire mundano y la seduce. A ella y a toda su convencional familia: vale la pena renunciar a Oxford por un candidato semejante. Ya habrá tiempo para descubrir sus costados oscuros. Hasta entonces, las encandilantes experiencias de Jenny (conciertos, restaurantes suntuosos, museos, un viaje a París) irán conduciéndola paralelamente a un lento proceso de aprendizaje de la vida real.
El film acusa cierta concesión en el epílogo, que puede soslayarse ante la cantidad de sus aciertos: entre ellos la sutileza con que son retratados el clima de la época pre-Beatles y algunos rasgos sociales (incluidos la hipocresía y el solapado racismo); el impecable diseño de producción y la excelencia de un elenco en el que también brillan Peter Sasgaard y Alfred Molina.