Parábola del fluir.
Así como al rock argentino le faltan cantantes que escapen a la dicotomía del “tanguero rasposo”, cortesía de la década de los 90, y el vocalista light, orientado al pop más intrascendente, el cine de cabotaje padece esa misma sombra de una mediocridad que se puede resumir en el viejo problema de siempre, centrado en la incompetencia y el hecho de tener poco y nada para decir a nivel discursivo. La multitud de documentales del último lustro pone de relieve un panorama complejo en el que se reproduce este dilema aunque de una manera más caótica y/ o trágica que en el cine ficcional, ya que el desnivel cualitativo por lo general resulta más acentuado y los opus individuales pasan sin pena ni gloria por la cartelera vernácula, condenados a una o dos salas que “aglutinan” sólo un tipo de público.
Lamentablemente Entre Ellas, el Tiempo no logra destacarse del pelotón de realizaciones similares ni hace demasiado para respetar su premisa de base: utilizando como excusa los ensayos de una obra de danza, el documental pretende retratar la amistad de dos mujeres de estratos sociales opuestos, Cristina Ana Álvarez (una docente de Palermo) y María Eugenia Cardozo (una joven de la villa La Cava), a partir de constantes flashbacks y flashforwards que nos pasean en torno a la suspensión de las prácticas por el embarazo de ambas. En vez de profundizar en el anclaje sociocultural de la relación (el sentir y los vínculos cercanos) o ir más allá del obvio interés en común (la danza), el film se pierde en soliloquios sin peso retórico y en una pluralidad de ensayos anodinos que sacan a relucir la falta de entusiasmo.
En gran medida aquí priman las buenas intenciones y la dialéctica del hobby, por ello la concepción de la obra -que da el título a la película- se prolongó a lo largo de años y años: en este sentido, resulta curioso el poco espacio relativo que ocupa el background de las protagonistas dentro del metraje, en especial considerando la importancia que se le asigna a la maternidad en el relato y cierta inclinación -para nada sutil- hacia el leitmotiv “la burguesía capitalina salva al lumpenproletariado de los márgenes”. Si bien este estereotipo de índole humanista está presente y enmarca a la narración/ descripción de las minucias más insustanciales de los ensayos, por lo menos no empantana a Entre Ellas, el Tiempo en el lodazal del populismo berreta o su contraparte, la contemplación ausente y festivalera.
Con vistas a reforzar esta idea de la obra en tanto “pretexto” para mostrarnos un lazo semi maternal entre Álvarez y Cardozo, la propuesta no incluye registro visual alguno de la ejecución concreta -frente a un público- de la creación en conjunto, y para colmo termina enalteciendo el trabajo de Silvina Grinberg, la coreógrafa, y de Guillermina Etkin, la encargada de componer la música de la puesta. A decir verdad, sólo Etkin descuella en lo suyo (construyendo melodías minimalistas y muy bellas) y el resto hace lo que puede según sus posibilidades (todo lo realizado en los ensayos tiende a promediar hacia abajo). Entre Ellas, el Tiempo únicamente cumple en lo que respecta al ámbito más abstracto y distante, encorsetado en el hecho de ser una parábola del fluir de las muchas vicisitudes de la vida…