Basada en una historia real plasmada en el libro de Simon Winchester, “Entre la razón y la locura” es un drama protagonizado por Sean Penn y Mel Gibson, con dos personajes que provienen de diferentes lugares y se terminarán encontrando (y reencontrándose consigo mismos) a partir de una meta en común, aunque los motivos sean distintos.
De trasfondo queda entonces la historia de la primera edición del diccionario inglés de Oxford y una exploración sobre el lenguaje, un trabajo que lleva años y que en realidad nunca termina porque, como se debate bastante actualmente a causa del florecimiento del lenguaje inclusivo por ejemplo, éste no deja de mutar.
Durante mediados del siglo XIX, el profesor James Murray (un hombre que ha recopilado una cantidad admirable de conocimientos y de idiomas pero de manera autodidacta, por lo tanto sin títulos) es contratado para trabajar en lo que menos pronto de lo esperado sería el Diccionario Oxford de la Lengua Inglesa.
El trabajo es arduo por lo que se le ocurre recurrir a la colaboración de voluntarios a los que se acerca a través de una carta que reciben con cada libro que compran. Uno de esos libros, y una de esas cartas, cae en manos del doctor William Chester Minor, recluido en una prisión para criminales con trastornos mentales por haber asesinado a un hombre corriente en medio de un ataque alucinatorio.
Este hombre que no puede vivir consigo mismo porque desde que volvió de la guerra ve fantasmas que lo acechan por la noche, de repente encuentra en estos libros y en esta búsqueda frenética de palabras algo más que una distracción, una forma de abstraerse de sus demonios.
La película, que está dirigida por Farhad Safinia (que había sido guionista de "Apocalypto" junto a Mel Gibson) comienza con dos líneas paralelas que tardan en juntarse. Así, Sean Penn y el personaje del doctor trastornado al que interpreta cuenta con una mayor y mejor construcción.
Es que cuando sucede el asesinato, por supuesto tiene consecuencias. La persona a la que asesina no es más que un hombre común, en este caso marido y padre. Y entonces está ahí la viuda, una mujer que tiene varios hijos por mantener ahora sola y a quien el doctor quiere ayudar, consciente de que la mala pasada que su mente le jugó le costó una vida.
Por eso lado se desplegará la parte más atractiva a nivel narrativo de la película. También resulta interesante ver cómo funciona el sistema en el que el doctor se encuentra encerrado. En una de sus primeras escenas asiste en un accidente a un oficial y a partir de ahí se gana el respeto de todos. Comienzan a ayudarlo, a hacerle la estadía más agradable, pero hay un tipo de ayuda que necesita que no consigue.
Después, por el otro lado, somos testigos del difícil trabajo que será llevar a cabo este diccionario y la poca libertad que el profesor tendrá para hacerlo a su modo. Ahí también aparece también las ganas del profesor de poder ser reconocido más allá de su falta de títulos, de ser admirado.
Casi a la mitad de la película ambos personajes se cruzan, cuando el profesor por fin recibe una cantidad de colaboraciones que le servirán y resulta que todas provienen de la misma persona. Viaja a conocerlo y esa amistad seguirá creciendo a través de cartas.
Entonces estamos ante una trama llena de aristas y personajes interesantes y comandada por dos actores de renombre y talento, sin embargo “Entre la razón y la locura” nunca termina de funcionar a causa de un guion lleno de diálogos ridículos y una dirección poco inspirada.
Todo fluye de manera forzada, apelando a la emoción fácil. Sean Penn aprovecha su personaje y entrega una interpretación con mucha fuerza, con pocos momentos de sutileza –que los tiene, son pocos pero los mejores. Al contrario, a Mel Gibson se lo ve desganado.
Finalmente, se siente como oportunidad desaprovechada. Si bien la historia de la creación de un diccionario no parece a simple vista tener un gran atractivo, gracias a lo que concierne con el personaje del doctor la historia se torna mucho más atrapante.
La exploración entre la locura y la inteligencia también termina quedando en un segundo plano y la amistad entre ambos personajes está construida de manera rápida, sin la fuerza necesaria, como si dos películas diferentes chocaran. Buenas intenciones y una reflexión atractiva sobre la posibilidad de encontrar amigos en los momentos más oscuros e incluso de utilizar la literatura (con el lenguaje en este caso) como escape no terminan siendo suficientes.
“Entre la razón y la locura” es un drama regular que funciona para conocer esta fascinante historia y poco más.