La semilla de Onán.
Quizás no podríamos decir que lo estábamos esperando pero una vez aquí, no queda más que celebrar su llegada: estamos ante una suerte de reinvención de la comedia romántica tradicional, alejada por completo de las estupideces infantiloides de los últimos años, apuntando específicamente al público adulto y encarada desde la perspectiva masculina, sin obviar ningún detalle escabroso en lo que respecta a la relación entre los géneros. Como sólo los imberbes pueden seguir denominando “nueva comedia americana” a los tres o cuatro apellidos de moda en el submundo de la crítica trasnochada (“nueva comedia americana” hubo en los 70, 80, 90 y 00; la crítica musical es mucho menos repetitiva a nivel taxonómico, a la hora de catalogar una masa amorfa de artistas), hoy basta con decir que lo que propone Joseph Gordon-Levitt, en su ópera prima como realizador, es una aproximación visceral a algunas compulsiones que se dan cita en la vida de los hombres...