No es ningún secreto que banco mucho a Joseph Gordon Levit. Crecí viéndolo crecer así que siento que es amigo de la casa y en éste, su debut como director y guionista, no iba a dejarlo a pata.
Don Jon tiene lo que me gusta de una película independiente: tiene cero pretensiones. No intenta solucionarte la vida ni dejarte un mensaje que dé lugar a reflexiones. No, lo que hace esta peli es contarte algo chiquito, que te podés relacionar hasta cierto punto y en otro consumirlo como el cuento que es.
Jon es un chico que ya dejó de ser tan chico, por ende esos ideales de que sos el mejor si podés todas las noches levantarte una distinta o de ser un ganador por tener un autito y una casa se quedaron viejos. Pero él no lo sabe y no lo sabe porque siempre le han funcionado. Ahora: Jon es un Don porque vuelve cada noche acompañado pero eso no lo aleja de lo que verdaderamente disfruta que es mirar porno. Se engancha, claro está, con alguien peor que él que lo hace sufrir y es que las enseñanzas más importantes sobre las relaciones son usualmente regadas por lágrimas.
Si en vez de pensar en el porno, lo pensamos como nuestros ideales de relaciones gracias a lo que hemos visto o leído, nos vamos a dar cuenta de que esto que le pasa a Jon de expectativas versus realidad nos tocó a todos. Qué feo descubrir que nadie te persigue al aeropuerto y que no siempre el amor lo puede todo. O lo es, hasta que aprendés qué esperar y a quien elegir.
Me gustó lo cercano de la película, lo divertido de lo caricaturesco de los personajes (Tony Danza está divino) y cómo el cromatismo cambia junto a él. Una comedia tierna y simple, de esas que hace mucho no veía. ¡Felicitaciones, amigo Joe!