Un emotivo documental, el debut de Leonardo Cauteruccio, que refleja con sencillez y profundidad los pesares y dudas de dos integrantes de la comunidad diaguita en Amaicha del Valle, en Tucumán. Un lugar único de cielos nocturnos impresionantes donde funciona un observatorio astrológico. La vida sencilla, la fuerza de las tradiciones, la importancia de la vocación, el miedo al desarraigo, a la pérdida de la identidad diluida en la gran ciudad, son los temas acuciantes. Las historias de Rubén y Mirtha son conmovedoras y también comunes entre quienes viven en un lugar bellísimo que por circunstancias de distribución o ideas solidarias expulsa a sus integrantes por fuera de ese mundo. Un estudiante de profesorado de educación primaria. Un mujer que vive con su hermana, su madre y su sobrina y quiere terminar sus días como una monja. Dos destinos en un momento de decisión.
Mirta y Rubén son los protagonistas del documental, ambos son integrantes de la comunidad tucumana Diaguita Calchaquí de Amaicha del Valle. Mirta vive junto a su madre, su hermana y su sobrina en una casa situada en la cima de un cerro. Su deseo de ser monja se contrapone a los exigentes trabajos rurales que realiza a diario y los cuidados de salud de su madre. Rubén se encuentra próximo a recibirse de profesor de educación primaria. La intención de ejercer su profesión dentro de su comunidad se verá afectada por las reglas del sistema educativo. Los méritos de la película se ven notablemente opacados por la extensión de la película. Muchas veces la efectividad de un documental depende de su duración y aquí la historia difícilmente pueda ir más allá de los treinta minutos. Tal vez ese no es el verdadero problema, pero a priori no hay nada que justifique su condición de largometraje. Hay buenos testimonios y el tema tiene interés, pero entre un tema interesante y una película interesante hay una distancia.