La película Es solo el fin del mundo está basada en la obra teatral homónima de Jean-Luc Legarce y fue dirigida por Xavier Dolan, quien a su vez es autor del guión. Cuenta la historia de Louis, un joven que regresa a su casa después de doce años de ausencia para comunicarles a sus familiares una triste noticia.
El relato es simple, no hay giros inesperados, se basa en ese ansiado regreso, las emociones y situaciones que provoca en sus familiares, y las posibilidades reales de comunicación. Si bien la línea argumental no es compleja, si lo son las relaciones que se van desplegando, el juego entre lo dicho y lo no dicho, entre lo esperado y lo ocultado, entre el recuerdo y la contingencia actual, vehiculizando los viejos rencores y las diferentes dinámicas relacionales.
Este planteo permite que los actores se luzcan en sus diferentes personajes, ya que en sus actuaciones se apoya la estructura total del film, que con gran economía de recursos potencia los gestos y la expresividad. En esta excelente puesta en escena, una cámara intimista se acerca tanto a los intérpretes, que sus rostros nos trasmiten tanto o más que las palabras. Así Gaspard Ulliel, como Louis, Marion Cotillard, como la cuñada, Léa Seydoux, como la hermana pequeña, Vincent Cassel, el hermano mayor, y Nathalie Baye como la madre, construyen sus máscaras siendo casi los únicos personajes en esta minimalista historia.
Como un respiro que airea el ambiente condensado de emociones planteado, aparecen tres raccontos, a modo de video clips, donde la música y las imágenes funcionan de manera muy diferente al resto de la película. Son importantes en cuanto agregan información a la trama.
En suma, estamos en presencia de un drama muy bien actuado que nos sumergirá en relaciones familiares complicadas y nos conducirá por un sendero simple y tortuoso hacia un final simbólico y angustiante.